Juan se quedó mirando a la mujer sin entender cómo no la había visto antes. Ana sintió los ojos del hombre en tanto se alejaba. Estos subían por sus piernas en lentitud deliberada, para luego quedarse en la armoniosa cadera y su rítmico vaivén. Deseó ese cuerpo de formas casi perfectas y se propuso hacerlo suyo. Después de todo ninguna mujer se le había negado, por el contrario caían ganadas a sus pies.
El teléfono sonó ese sábado por la mañana temprano. Ana, soy Juan, mirá llamaba para invitarte. Hoy es mi cumpleaños y tengo ganas de festejarlo de manera diferente. Hago una reunión en casa con pocos amigos y me gustaría contarte entre ellos. Por un momento dudó, pero se le presentaba la posibilidad de conocer más a Juan en la intimidad, saber como era ese hombre seductor del que se había enamorado, conocer su casa, sus amigos, su vida. Aceptó.
Se dio un baño de inmersión con sales relajantes y salvia. Quería oler a limpio. Era muy exigente con el aseo personal y el de la casa. Un masaje con leche de coco para suavizar la piel completaron la tarea del cuidado de su cuerpo.
Eligió para vestirse un sencillo traje azul entallado al cuerpo. Ya lista el espejo le devolvió la imagen que satisfizo su ansiedad por verse bien.
Era habitual en ella la puntualidad, debido a esto se encontró tocando el portero eléctrico del departamento media hora antes. Juan la hizo subir. Hola, llegaste temprano, estoy solo.
Bueno vuelvo más tarde. No, no pasá. Al entrar Ana se llevó la primer sorpresa, no podía creer lo que veía. Ropa tirada por todas partes, platos sucios en la mesa ratona, trozos de galletitas dispersos por el piso y un paquete abierto pidiendo ser recogido, revistas y diarios sobre los sillones, el desorden era total.
Esperó una disculpa que nunca llegó. Pensó en lo difícil que era vivir así, al menos para ella. Bueno se conformó pensando que tal vez no le había dado tiempo, que los hombres suelen ser…
No te quedes ahí parada, sentate. Ana buscaba un lugar, los sillones estaban ocupados. Él tiró al piso a los ocupantes y le indicó con la mano que se sentara. Lo miró para agradecerle pero no pudo contener la risa. No entiendo que es lo que te causa gracia, dijo él molesto. Es que tu pantalón tiene un agujero justo…
Mirá yo te traje de regalo un piyama de seda azul que espero te guste. Gracias pero estoy cómodo con este, lo coso y vuelvo. Es que además el saco tiene un trozo de huevo pegado en el pecho. Bueno es que aún no me bañé, te dejo y en un ratito vuelvo. Ah, me olvidaba decirte que lo de mis amigos es una mentirilla piadosa. No van a venir.
La mentira agregada terminó de convencerla. En un segundo pasaron sin detenerse mil diapositivas de su vida futura al lado de Juan. El desamor tiró por la ventana sucia el último vestigio de un amor no verdadero. No necesitaba saber más, aún así hizo un último intento. Buscó en su corazón a ese hombre que la había enamorado. No lo encontró, un desconocido había ocupado su lugar. Tomó sus cosas, entre ellas se llevó también la desilusión y el mal momento pasado y salió a la calle casi corriendo.
Un taxi salvador la llevaba hasta su casa en tanto se prometía no volver a ver al extraño.
¡Hola Iris! ¡Qué buen cuento! Sabés, tú relato nos pone ante la famosa frase: "No todo es lo que parece"
ResponderEliminarElla, se enamoró de un personaje que me hizo acordar a aquel título "El hombre que nunca existió"
¡Te felicito!
Beso,
Alicia.
¡Excelente remate para la historia, Iris! Mencantó.
ResponderEliminarGreis que debería estar laburando en Anonimalandia y está leyendo cuentos en Villa Cimera.
¡¡Le tomé asquito a Juan!
ResponderEliminarSí Iris, definitivamente el tipo, un ser desagradable, y, me alegra que la dama no esté tan enceguecida como para dejar de ver "eso" tal cual es. Un fraude el sujeto.
Un beso
Adela
Encima de mentiroso, sucio! No tiene nada bueno ese tipo... Veremos cómo continúa la historia para ella, recién desilusionada...
ResponderEliminarEstá muy bueno, Iris!
Besos
Ja, ja
ResponderEliminarBuenísimo
¡qué asquito!
Un inmenso abrazo
Iris, fijate que esta tercera parte tiene etiqueta "Lugares de Villa Cimera" y todos los demás lugares, incluyendo las dos primeras partes del club están agrupados en "Villa Cimera".
ResponderEliminarBesos
Sentí repugnancia ante ese Juan que tan bien pintaste Iris. Menos mla que ella se dio cuenta a tiempo.
ResponderEliminarBesos
Gra
Iris: ¡gracias! Por "salvarla" a Ana de semejante tarado y porque cuando Juan termine de bañarse y se avive de que ella no está ahí, esperándolo, va a poner cara de "chupate esa mandarina".
ResponderEliminarMe encanta seguir tu historia, me alegra que seamos varias las "enganchadas" y tus ganas de "darnos el gusto" y pulverizarlo.
Un beso enorme,
Ale.