domingo, 17 de julio de 2011

¡ESE SOL, ESE MALDITO SOL!



Se modificó, con el tiempo, el significado de las celebraciones patrias y si las religiosas se diluyeron, al menos las congregaciones persisten de mantenerlas.

No sé en otros países pero aquí empezamos mal. Ya el hecho de “festejar” las muertes de los próceres es indicativo del grado de patriotismo de nuestros gobernantes y habrá que aceptar que es lo único inamovible. El Día de la Bandera es y será el 20 de junio y no el 27 de febrero.

Con el aparente motivo de incrementar el consumo y el turismo al constituir el feriado cualquier otro día que permita un fin de semana largo lo que se logra en realidad, es que el sentido de las fechas patrias se convierta en algo anodino. Todos hemos visto, escuchado y leído las respuestas de niños y adolescentes acerca de qué se conmemora el 25 de Mayo o quiénes fueron sus protagonistas.

Son de una ignorancia que espanta y no hay discursos oficiales ni fiestas imperiales que reviertan la situación.

Imagínense, si no tienen idea de que el 25 de Mayo no es el Día de la Independencia, qué podemos esperar si les preguntamos cuándo es el Día del Himno.

Un alto porcentaje, responderá que no hay. En el más optimista de los casos, dudarán y obtendremos un tímido no sé. ¡Grandes aplausos para el que acertó!

Porque sepan, niños, que hubo un tiempo en que el 11 de mayo se realizaba, en todas las escuelas, el acto correspondiente al Día del Himno Nacional.

Esto me recuerda que mi paso por la secundaria fue terrible, aunque ahora me resulte meramente graciosa y cuente, entre divertida y nostálgica, las anécdotas.

Tiré por la borda los altos promedios anteriores. No fui más una buena alumna, ni obediente, ni callada, ni quieta y las única experiencias que me faltaron fueron fumar en el baño y hacerme la “rabona”, como se decía. Lo primero porque empecé más tarde y lo segundo porque mi padre era profesor en esa escuela, ¡cómo justificaría no estar en clase!

Partícipe primaria o secundaria de varias tropelías grupales, siempre terminaba en la Dirección y cumpliendo penitencias. No sé si éramos rebeldes con o sin causa. Tal vez fuéramos, simplemente, adolescentes que respondíamos (mal) a una época de conflictos propios, sociales y del país.

Éste es el contexto en el cual hace su aparición una figura indispensable: la profesora de Música que, ya desde el nombre Edmea, se constituyó en el blanco perfecto para nuestras burlas.

Fea sin contemplaciones, de gesto adusto, flaca en extremo, labios y uñas pintadas de rojo oscuro, tal vez largas para quien se ganaba la vida dando clases de piano, estaba casada por tercera vez. Casada, lo que significa que a los dos anteriores los había enterrado, simplemente.

No sé quién le puso el sobrenombre de “Tutankamón” pero cuando se tienen catorce años, todos los mayores de treinta son viejos. Al superar con creces ese límite, Edmea daba para momia.

La recuerdo siempre de mal humor y nosotros colaborábamos bastante, es cierto. Para el 17 de agosto ya se sabía que no iba a encontrar la partitura de la Marcha de San Lorenzo, por ejemplo.

Si quería ensayar el Himno a Sarmiento, arrancábamos con un grito: “¡Feboasoooma!”

Ese año nos enteramos de que era alérgica a la ruda. ¡Para qué! Cada uno llevó un ramito que pisoteamos y restregamos en cuanto lugar encontramos libre en el aula. Huyó estornudando del salón no sin antes hacer señas: “Usted, usted, usted y usted a la Dirección”.

Fueron las primeras cinco amonestaciones con su correspondiente “sin salidas por equis tiempo”, cosa que soporté a menudo. No siento que me haya afectado mucho.

Al año siguiente, más cauta, no participé activamente en ninguna de esas bromas pesadas aunque disfrutaba de los preparativos y sus resultados.

Una de ellas fue un 11 de mayo, fecha en la que a última hora se realizaría el acto conmemorando el Día del Himno.

Edmea se sentó al piano y ejecutó la marcha que indicaba que entraría el grupito selecto: la abanderada con sus escoltas.

–A continuación, entonaremos las estrofas del Himno Nacional Argentino –anunció la Directora con mucha pompa y ceremonia.

Profesores y celadoras vigilaban con ojo atento que todos estuviéramos en fila, derechitos y con las manos atrás.

–¡Quiero ver una sola cabeza partir de aquí!

Y creían, seguramente, que así se honraban los símbolos patrios y se respetaba a los próceres.

Edmea colocó la partitura, hubo miradas y gestos de complicidad en silencio cuando tocó el primer acorde.

Al llegar al quinto compás, el sol no sonó. Tampoco el fa ni los dos mi…¡Pero el sol es tan importate, tan doloroso y tan dulce! Edmea se asombró aunque hizo lo correcto, siguió tocando.

Unos compases más allá, otro sol…nada. Entonces sí se inquietó. Se levantó un poco del taburete, giró la cabeza para mirar a “los” alumnos y, sobre todo, a la Directora, que le hizo señas de que continuara.

Pero ella estaba muy enojada. ¡No era cualquier acto, era el Día del Himno!

Pidió disculpas, explicó que no entendía qué pasaba y volvió a empezar, desconfiando.

Primeros compases, todo normal. En el cuarto disminuyó un poco la velocidad para asegurarse de que el quinto dedo, en ese quinto compás tocara el sol con toda su magnificencia. En vano. Ya todos los alumnos trataban de disimular una carcajada que no tardó en estallar con los aplausos cuando logró superar los nervios y terminar el Himno.

El resto del acto estuvo correcto.

Sólo que Edmea tenía los ojos entrecerrados porque una idea le daba vueltas en la cabeza: abriría la tapa del piano para ver lo que, seguramente “esos” alumnos, habían hecho.

Lástima que equivocó el momento, debió haber esperado a que el patio estuviera vacío. Del error se dio cuenta cuando, aparatosamente, levantó la tapa pensando en darles una lección y, al mismo tiempo, hacerles saber que no era tonta.

Su grito sobresaltó a los distraídos: sobre los martillos había un gorrión muerto, que levantó de un ala para sorpresa de casi todos.

Más carcajadas, humillación y rabia contenida de Edmea.

El grupo maldito fue citado en forma inmediata a la Dirección, donde nos esperaba la directora con la cara que ya conocíamos de memoria.

–Me dicen quién de ustedes fue o les pongo amonestaciones parejas, diez a cada uno.

Tras varios minutos de vacilación, el Negro B… confesó haber sido él, aclarando que los demás no habíamos tenido nada que ver.

–¿Vos sabías?

–Sí, señora, pero no participé en nada.

Uno a uno, los tres contestamos lo mismo porque, sinceramente, era la verdad.

–Cinco amonestaciones a cada uno por cómplices.

El culpable, sumada la pena a otras que había recibido antes, quedó fuera del año escolar y no volvió más.

Me esperaban tres meses saliendo de casa sólo para cumplir con mis obligaciones y sin saber que lejos estaba de ser la última penitencia.

15/07/2011

8 comentarios:

  1. Aclaraciones: No es un cuento y responde a la consigna "Bandada de recuerdos".

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  2. HAY LULU (ya me fijé bien, eres tú) ...te imagino con la pollera gris hasta las rodillas y las medias azules, zapatos mocasines negros y el saquito azul (llevándole a tu mamá elcuadernito con las amonestaciones, y ella al otro día sonriendo con sus colegas, diciendo: "esta hija mia!"). Cuando iba por la parte donde estaba la profesora por abrir el piano (buenísima parte de suspenso) crei que iba a encontrar ...un ramo de rudas! Mi profesora de musica estaba "muy buena" (no faltabamos nunca y todos queríamos "tocar").

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  3. Jajaja!!! La que estaba muy buena, según mis compañeros era la profe de Matemática en 5º año, porque era escuela pública mixta. Pero para nosotras...nadita!
    Gracias por el comentario, Marcelo.

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  4. Una materia inolvidable . Será que la música como todas las artes siempre ocuparon un espacio tan incomodo dentro del programa de estudios.Como un apéndice de los actos oficiales y poco más,pero con sus bemoles.
    Muy bueno el rescate.

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  5. Me ha encantado Lulú. Describís con tal detalle lo que pasaba en nuestras épocas en las escuelas que me encantó. Te cuento que me pasó lo mismo que a Deleted, me imaginé que cuando abriera el piano se iba a encontrar con una planta de ruda!!! Jajajajajaja. Excelente.
    Besos
    Gra

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  6. Qué buen humor tu cuento lleno de esa picardía, a veces malvada, que conocimos todos de una u otra manera (mi profe de música era el ser más físicamente insípido que conocí en mi vida) y qué buena introducción para meditar en la cultura del festejo. Pero no te preocupes, por estos lares prevalece el mismo tipo de contradicciones, aunque el tema de los símbolos patrios como el himno y la bandera no tienen otro tenor que el de estar allí. Muy bueno! :)

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  7. ¡Pobre Edmea! ¡Y conste que no le partió el piano en la cabeza a ninguno! "Santa Edmea, profesora de música, Argentina, siglo XX: Santa y martir"
    ¡Qué buena historia, Lulu!

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  8. Precioso reconocimiento-recuerdo a fechas patrias que no son Patria. Quizás las próximas generaciones logren rescatar el valor de esos símbolos conociendo toda la historia y no solo partecitas acomodadas según políticas socio-económicas. No recuerdo mis profesoras de música, pero sí, Samba de mi Esperanza ( lograron que la odiara) de tanto cantarla
    Super este recuerdo
    Un inmenso abrazo

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