lunes, 11 de julio de 2011

TAN GRANDE

Daniela camina trancos largos y apurados. La casa frente a mí, frente al mar, tiene tres ventanas que me miran. Siempre que no se escondan detrás de las paredes entre los ventanales, los veo. Para ser sincero no sé qué significan los conceptos “atrás” y “detrás”; los uso para referirme a cualquier cosa que desaparece de la acción. He aprendido mucho. Por ejemplo, sé que si Daniela parte caminando desde la cocina que está en la ventana a mi izquierda, desaparece detrás de la pared hasta que aparece, de pronto, en la ventana del living. Cuando decide ir hasta el dormitorio, que se ve desde la tercera ventana, la primera a mi derecha, la veo emerger desde atrás de la pared que divide los ventanales del living y del dormitorio. A Mario solamente le veo los pies, sé que fuma en pipa por el humo y sé que escucha música por el movimiento acompasado del pie en el aire. Se pelean en la ventana del living, duermen en la ventana del dormitorio y Daniela cocina en la ventana de la cocina. Imagino que la casa tiene una entrada por detrás pero no la veo, imagino también que la casa tiene una cochera porque muchas veces he visto aparecer desde la colina de la izquierda, mí izquierda, un auto rojo que los trae a los dos hasta la casa. Después de que el auto desaparece detrás del edificio, Daniela y Mario aparecen juntos en la ventana del living. Daniela desaparece y aparece en el dormitorio donde se cambia de ropa, luego de aparecer rauda por unos instantes en el living aparece en la primera ventana que es la cocina. Mario nunca se mueve del sillón y de detrás de su pipa de la que sólo veo el humo y de Mario sólo los pies y un pedazo de su pierna.
Las ventanas tienen unos trapos que a veces las cubren, los despliegan cuando hay mucho sol pero no sé si soy yo o el viento y entonces las soplo y las soplo hasta que Daniela las elimina haciéndolos desaparecer detrás de las paredes.
Me resulta imposible imaginarme, a mí que soy tan grande, qué cosas ocurren, si es que ocurren, detrás de las paredes. Más de una vez he pensado que Daniela era capaz de morirse luego de cruzar una ventana y volver a nacer, crecer y vestirse igual que la de la ventana anterior cuando aparece por la ventana siguiente. El tema del tiempo es un problema para mí, porque no sólo soy grande sino que soy inmune a su paso incesante porque sé, de una manera extraña, que hace mucho que miro la casa del mar y de una manera aún más extraña que la seguiré mirando. No soy una imagen móvil de la eternidad como dijera ayer un hombre extraño. Me muevo, tengo el color del cielo y a veces me enojo. No creo que Daniela y Mario estén mucho tiempo en la casa, en mi mañana ellos desaparecerán y la casa será sólo escombros informes y más tarde será nada.




6 comentarios:

  1. ¡Lindo cuento, José! Aunque no me queda muy claro quién habla... ¿Es el mar? ¿Es el viento?
    me gustan mucho esas historias donde el punto de vista no es el "obvio".
    Greis que aprendió a dejar mensajes con firma :)

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  2. Precioso relato José.
    Darle "al contador"ese poder tan triste de imaginar hasta "su" mañana, llega al alma
    Un abrazo

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  3. Hola José, muy misterioso tu cuento, pero me encantó. Me pasa lo mismo que a Greis, que no ´se quién está hablando, aunque me inclino por el mar.
    Cariños
    Gra

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  4. Muy lindo tu relato, José. Me gustaron las imágenes y ese sentimiento de finitud versus el infinito... yo creo que es el mar, eterno, acompañado por ese "ratito" en el que las personas y nuestras pertenencias (la casa) estamos.
    Me gustó en este mediodía soleado y cálido de invierno... gracias!
    Ale.

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  5. No serás tú "la arena"? Muy interesante che, como hacer hablar a un objeto y decirlo todo.

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  6. Más allá de que me haya gustado muchísimo, lo interesante es que cada uno se imagina quién habla y no creo que importe...

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