martes, 1 de marzo de 2011

EL DOCTOR LEONI

EL DOCTOR LEONI

¿Era un jaquet con el pantalón a rayas finitas y el saco cubierto de botones de diferentes tamaños y colores?
¿Tenía, en cambio, un pantalón que había sido negro y un grueso y gastado saco a cuadros dicen unos o, quizás, estilo Príncipe de Gales según otros?
Llevaba un bastón como signo de elegancia, en eso concuerdan todos.
¿El sombrero era un bombín brillante como los que formaban parte de un disfraz de carnaval o, por el contrario, uno de copa?
De lo que sí están seguros es de que en ese sombrero tenía una hermosa pluma verde sujeta con una cinta.
¿Llevaba guantes de lana negros, aún en el ardiente verano santafesino? Para algunos ese detalle ha pasado desapercibido.
Lo infaltable era la flor en el ojal, sin dudas robada de cualquier plaza.
Hay quien asegura que su nombre era Víctor, pero la mayoría jamás supo siquiera si Leoni era el verdadero apellido de este pintoresco personaje que transitó la mañana santafesina desde fines de la década del ’30.
No hay más datos que los de la memoria de cada uno.
Por increíble que parezca, muchos lo recuerdan pero no hay fotos, ni siquiera una descripción coincidente de quien se hacía llamar “Doctor Leoni”.
Se lo podía ver caminando a pasos cortitos por calle San Martín, entrar en cualquier comercio, sacar la flor del ojal con delicadeza, aspirar su aroma y depositarla en las manos de alguna empleada, que agradecía con una sonrisa y el habitual “Gracias, Doctor”.
El loco Leoni saludaba quitándose el sombrero, giraba y salía indiferente a continuar el recorrido, porque tenía que cumplir con una tarea autoimpuesta.
Todos los días calculaba sus pasos para llegar a la Iglesia del Carmen cuando el gran reloj diera las doce campanadas. Entonces, ceremoniosamente, controlaba la hora con el que sacaba de su bolsillo para dar comienzo a aquello que lo distinguía de otros linyeras.
En esa esquina, ofrecía a los transeúntes que se detenían, profundos aunque un tanto disparatados, discursos filosóficos y, tras el aplauso que siempre recibía, se despedía con la misma frase: “Ahora me retiro a mis aposentos”. Inclinaba la cabeza sacándose el gracioso sombrero y desandaba el camino.
Esos aposentos eran en realidad obra de una familia bondadosa que le había equipado su propio garage como vivienda, donde comía de la caridad de los vecinos.
Aunque le regalaran ropa adecuada, el loco Leoni la rechazaba en términos muy amables y persistía en usar ese atuendo que lo hizo famoso.
Dicen algunos que, haciéndole una broma, hubo quien lo propuso como funcionario del gobierno de turno. Otros porfían que él mismo originó su candidatura a diputado provincial.
Lo cierto es que, en sus mitines del mediodía exponía sus estrafalarios proyectos: alambrar las orillas del río Salado, que atraviesa la provincia, para que los borrachos no se cayeran al agua; colocar un toldo a lo largo de la ruta que une las ciudades de Santa Fe y Esperanza así los linyeras caminarían a la sombra y la donación de su sueldo a los efectos de comprar un ojo de vidrio gigante para la ciudad de Venado Tuerto.
Nuevamente las opiniones se bifurcan.
Por un lado, estaban sus constantes seguidores intelectuales, quienes no encontraban mucha diferencia entre lo imaginado por el Dr. Leoni y las promesas, siempre exageradas y por lo general incumplidas, de sus potenciales rivales en las elecciones.
El grupo opuesto cree que sólo fueron habladurías y que el tema de la candidatura nunca sucedió, aunque, teniendo en cuenta sus discursos del mediodía, aceptan que tales proyectos pueden haber existido.
Consultando la hemeroteca del diario local se encontrará, sin dudas, alguna referencia a su muerte. La desaparición de un personaje público tan notorio y estrafalario no puede haber pasado desapercibida.
Años más tarde, un intendente de la ciudad fue capaz de prometer que “embalsamaría” la laguna Setúbal. De esa manera, explicó por televisión, los santafesinos no se quedarían sin playas durante las crecidas del río ni sufrirían, en pleno verano, la escasez de agua en épocas de sequía.
El Dr. Leoni había dejado su huella.


27/02/2011







7 comentarios:

  1. ¿Y quién sería capaz de dudar de la existencia de tu Doctor Leoni? Tras leer este cuento quedo convencida de que un hombre así tuvo que existir y dejar huella. Ojalá se cumpla su idea del gran ojo de vidrio para la ciudad de Venado Tuerto y ojalá proliferaran los personajes como el Doctor Leoni al que has tratado con la delicadeza y el enorme respeto con el que tratas siempre a tus fantásticos personajes.

    Te felicito, Lulú,

    Celia,

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  2. ¿Por qué será que estos personajes tienen ciertos puntos en común? La flor en el ojal, la galantería...
    ¿Será que en nuestro civilizado mundo hay que tener algo de locura para ser amable y considerado con los demás? ¡Cuántas cosas deberíamos aprender de ellos!
    Por lo visto, algunos políticos ya lo hicieron con sus alocados "proyectos" (el cohete del riojano, el tren bala y tantos otros, ja ja ja). Pero los del Dr. Leoni eran absolutamente geniales.
    Lograste un relato tierno y excelente, Lulú.

    Rolando

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  3. Lulú, tu cuento me ha encantado. El Dr. Leoni un personaje entrañable y la figura emblemática del intendente, por representar a unos cuantos más de su casta está tratado con un impecable sarcasmo.

    Beso,
    Ali- Nuri

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  4. Un cuento hermosísimo Lulú. Quién sabe exactamente cómo se vestía, lo que sí se sabe, por los escritos
    — he tenido que leer— que el Doctor efectivamente vivió y anduvo por esos lares. Sí,filosofando con ánimo de dejar mejores vientos para los habitantes. Bellísimamente tratada esta leyenda.

    Un beso,
    Adela

    PD (Con estos cuentos de las leyendas urbanas, he leído un montón que desconocía)

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  5. ¡Qué personaje increíble has traído querida Lulú! Me tocó el corazón lo de la huella que dejó en el otro que quería embalsamar la Laguna Setúbal, lugares que junto a la Iglesia de Guadalupe llevo en mi corazón, ya sabés por qué. Un gran beso y felicitaciones por este relato

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  6. Lulú, hermosísimo tu relato y descripción del Dr. Leoni, con quien, seguramente, mi Paloma del Llanto hubiera tenido otro destino.
    Me encantó por las asociaciones que inevitablemente aparecen al leer tu "leyenda" tan amorosa y querible.
    ¡Gracias!
    Ale

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  7. Hermoso relato Lulú, un doctor Leoni absolutamente querible y que no pasó por la vida en vano. Me gustó mucho, pero mucho.


    Un bf.


    Iris.

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