“Dice una antigua leyenda: Cada tanto, de una misteriosa pupa, nace una polilla que se alimenta de los tejidos de la mente. Un azazel profano que no pertenece a ninguna fe. No es malo ni bueno. Es, y existe tal cual es” (L. A)
De la vieja estación solo queda en pie el andén de cemento y piedra, ahora altar de lagartos overos adoradores del sol.
El quetren del tren retumba fantasmagórico sobre las vías abandonadas. Collar de plata que recorrió-de una punta a otra- las tierras del mundo. Los verdes túneles de álamos y eucaliptos, salvo alguna que otra hierba mala, conservan el arquetipo de la imagen del camafeo de hierro madera y bronce, que guardó sin espanto, alguna vez, vida en su interior. Niños, jóvenes, adultos, ancianos. Risas, tristezas, anhelos, esperanza, amor. Humanidad.
Alejados los fantasmas, el silencio es abrumador. Parecería que la anaconda del tiempo hubiese triturado hasta los gorriones, horneros y picaflores que abundaban en lo que otrora fue… ¿Y qué fue? La duda excava entre escombros escondidos en la selva de alfalfa, ortigas y cardones.- ¿Qué fue?-Fueron las manos de Juan bajo mi blusa. El olor a jabón blanco de su ropa, el aroma a manzanilla en mi cabello. Fue la urgencia joven rompiendo la rutina de la siesta veraniega en la sacra oscuridad del confesionario de la iglesia. Ciegos recobrando la vista en el milagro del tacto. Fueron las zambullidas en el río y la margarita desojada hasta el “te quiero mucho”, tatuado a fuego en nuestras bocas unidas. Y Juan corriendo por el camino lateral a las vías, con sus manos en alto, despidiéndose hasta el próximo verano. Y yo, estampada a la ventanilla del tren jurándole amor eterno.
Quetren Quetren Quetren Quetren. No volví. Me tragó sin oxígeno ese mar de cemento astuto y vil del bienestar y el progreso. Permuté la fiebre de sus manos por el frío de las mías.
De regreso, tacho tren y escribo libertad- Tacho cemento y escribo Juan.
Cómo me movilizó tu sudoku, Lilian! Quizá porque desde hace un tiempito siento la pupa de un azazel germinando en mi memoria decididamente asfaltada. Y lo que movilizó es ese inevitable ir y venir a las fuentes, a los momentos labrados a fuego en esa fragilizada memoria que tanto nos hace ser lo que somos como lo que no queremos ser, que es lo mismo. Me quedé prendado de la simbólica onomatopeya "quetren", que habla preguntando y responde cuestionando. Volver, volver, quetren, quetren. Volver porque se vive partiendo, porque la vida es volver, quetren, quetren, para llegar al lugar en el que resolvemos el enigma, en el que las matemáticas y las geometrías se vuelven simples y diáfanas, quetren, quetren, y nos volvemos tan frágiles de humanidad como el primer suspiro.
ResponderEliminarDetalle al respecto de las rayas de diálogo o aclaración (que no deben confundirse con los "guiones" de separación de palabras compuestas o de listado): en el código ascii hay el guión mediano "–" y el largo "—" que son los que corresponden. Para el mediano –mi preferido– hay que teclear "alt+0150". Para el más largo —demasiado para mi gusto— hay que teclear "alt+0151". Parece complicado, pero se adopta en tres o cuatro intentos. A recordar que luego de la raya de apertura no se deja espacio –la raya se pega a la palabra que antecede–, como tampoco antes del cierre. ;-)
Me subyugó tu cuento Lilian, alguien a quien el cementeo también la ha absorvido. Me enc antaron esa palabra nueva "quetren" que es una pregunta y una respuesta al mismo tiempo. Excelente. Gracias
ResponderEliminarGraciela
En ese tachar tren y escribir libertad,Lili, en ese tachar cemento y escribir Juan, acaso el resumen del aprendizaje logrado, quizá sólo posible después de haber vagado por un camino que…—ni bueno ni malo— nos lleva a veces a un territorio en el que, a la luz de haberlo experimentado, nos damos cuenta que ahí, no queríamos estar. El aprendizaje creo, en la vida , que es continuo siempre, nunca definitivo, acaso radique en ese ir decidiendo con convicción y con la máxima libertad posible aunque millones de veces modifiquemos las decisiones y con ellas los caminos.
ResponderEliminar¡Simbólico Madame!
Creo que voy a colgar una etiqueta en el blog que diga vocabulario y voy a ir incorporando lo nuevo que al menos yo, voy aprendiendo. (Me encantó “un azazel profano”)
Abrazo
Adela
Maravillosamente escrito y estremecedor, sorteando sobradamente las dificultades de un relato corto. Me pregunto se esto es lo que más me ha gustado de lo mucho que te leí... Puede ser...Puede ser.
ResponderEliminarFelicitaciones.
Daniel
sin palabras. un magnifico relato corto plagado de imagenes y metaforas basadas en palabras nuevas que atrapan con su significado oculto- una bella historia- fekicitaciones Teresita
ResponderEliminarQuetren, quetren... Una palabra que es bella en sí misma, que expresa más de lo que dice. Un cuento hermoso que leo y releo viendo la historia, sintiéndola. Preciosooooo, Lilian, precioso!!!!
ResponderEliminarUn abrazote fuerte y besos. ¿Sabés que no puedo dejar de leer la última frase?