“Sucede que en los momentos en que se espera un golpe muy fuerte pero desconocido, la mente se prepara instintivamente y abandona de manera momentánea la facultad de sorprenderse”… (Carson Mc Cullers. “Reflejos en un Ojo Dorado”).-
El teléfono suena una, dos, tres veces. Joaquina no atiende. Corre las cortinas del ventanal de la sala y aplasta la nariz contra el vidrio. La calle está vacía. Puede escuchar el ronroneo del tránsito de la autopista cercana, y sentir en sus manos la ínfima vibración que produce el viento cuando choca contra el vidrio. Tedio y más tedio invade su existencia. Atrofia sus sentidos hasta deshabitarla de sensaciones. La deja amorfa. Como si ese tedio, hubiese desplegado la antigua profundidad- germinante y evolutiva por su misterio- hasta convertirla en una insoportable anchura que -aunque vasta- aplana las gradientes hacia la vida irrechazable. Se siente perdida en ese fluido tibio de la nada que no quema, ni hiela, ni duele, ni causa placer. Hoy, para Joaquina, la muerte está dejando de ser invisible en esa soledad nueva y extraña.
Observa sobre la mesa la invitación que dejó Inés, para asistir a una exposición de pinturas: Humanidad muerta por Ariel Miranda. Galería Challen. No lo conoce, pero le gustaría asistir. Algo poderoso ha llamado su atención. No ha logrado distinguir si fue el nombre de la muestra, o porque el artista no pone a la venta su trabajo.
Repasa en su mente las críticas mientras elige un vestido negro para ponerse: < “Su arte es como la materia oscura del universo: sin matera oscura no hay luz” (Gabriela Z. de TI)>. < “La muestra parece un zumbido silencioso, como un reactor nuclear “(Gordillo H. de INP). <” Luego de cinco años de invisibilidad, el enigmático escultor y pintor Ariel Mirada expone en la galería Challen una nueva y apasionante muestra a la que ha denominado “Humanidad Muerta”. Lamentablemente, ninguna de sus obras de arte está a la venta” (La comarca)>.
Frente al espejo, imagina cómo plasmaría en lienzo una humanidad muerta: Una ciudad de casas bajas a la altura de las nubes, poblada de ancianos llorando. Bajo la misma, al viento, una guirnalda de figuras humanas con un celular- cada uno- cómo corazón, y ojos paneles solares. Incapaces de comprender que esa lluvia de llanto, los incomunicará y los deshará en los charcos.
Se coloca el collar de perlas que ha heredado de su madre. Ya no recuerda su rostro. Ya no recuerda rostros, ni lugares ni momentos felices o infelices. No ha sido el tiempo el que le ha robado todo eso. Han sido los instantes, obligados por ella a ser presentes. Se declara culpable bajo una tenue nube de Opium- perfume preferido- que impregna con delicadeza su atuendo. “Culpable por no saber ser culpable”- se dice - recogiendo el cabello con una cinta de terciopelo negro.
El teléfono vuelve a sonar, una, dos tres veces. Lo ignora. Se ha quitado el corazón
¡¡¡Bienvenida al pueblo, Liliana!!
ResponderEliminarCuentísimo durísimo, impregnado todo de sensaciones de tristezas que calan hondo. Muy. Por la sensación de vacío que transfiere, por lo que siente Joaquina, y, en base a lo que siente, lo que ve, en lo que fija su atención.
Simbólico al mango este cuento. Por un lado lo que transcurre a pesar suyo y con lo que convive, sin intentar modificar, por el otro, lo que también percibe, y claro que la sorprende, la resistencia de alguien que, desde su ser se planta, bien vivo, y expresa no vendo lo que creo, no vendo lo que soy, no me vendo. Hay también en este cuento, esa maravilla que es el arte, como resistencia y rebelión.
¡¡Hermosisímo Lilian!!
¡Un beso enorme!
Adela
¡Hola, Lilian, bienvenida a tu pueblo! ¿Sabes? Es curioso el reto imaginativo que nos lanza tu cuento. Porque es imposible abstraerse de la propuesta implícita: ¿Cómo plasmaríamos en un lienzo cada uno de los lectores la "Humanidad muerta"? Nada más pensarlo me ha venido a la mente un lienzo pleno de vegetación lujuriosa, selvático, un mundo sin domesticar que, no por ello, tendría que ser forzosamente un mundo mejor.
ResponderEliminarPero tu protagonista piensa otra cosa mucho más interesante. Piensa en un mundo en proceso de descomposición; piensa en soledad y aislamiento; piensa en incomunicación y, aún así, no contesta al teléfono...
Este detalle, tras todo el desarrollo, hace de tu cuento un gran cuento,
¡Me alegra muchísimo leerte, Lilian!
Besos,
Celia,
No se si ese vacio emocional es egoismo o frustración, me hace pensar muchisimo en varios conceptos que uno ya tiene como preconcebidos- me gustó y me moviliza el planteo- un abrazo Teresita
ResponderEliminarHola Liliana, qué bueno tenerte por acá. Se te extrañaba.
ResponderEliminarUn relato excelente en el que aparece el desapego por la vida en la protagonista que despierta por un momento llamada por el arte, pero no es suficiente para sacarla del odio por no saber como salir y entregarse sin pelea.
Vi todo eso y mucho más pero la hago corta. Me super gustó.
Un bf.
Iris.