Como te lo digo sin que duela esa herida que nunca cerró y aún destila gotas de amargos recuerdos cuando veo injusticias
Lacera el alma de una niña inocente el desamor e indiferencia por cargar con el karma de ser victima de la pobreza y la ignorancia.
Puertas que se abren para que los amiguitos jueguen en el patio, se cierran para ti, madres con bruscos modos dicen; “no hay lugar para tantos chicos”.
Bajar la cabeza avergonzada, como si tuvieras la culpa de quién sabe que cosa y esconder las quemantes lágrimas, no entiendes, te arrinconas a pensar y te preguntas ¿porqué a mi no me quieren?
En la esquina los varones juegan a las bolitas, voy a jugar con ellos, triste consuelo
Los años pasan, la vida reacomoda las piezas en el gigantesco damero y las fichas negras de golpe superan a las blancas.
Los pimpollos tronchados sin piedad, florecen en cálidas rosas de perdón
Hoy te lo cuento, para que comprendas a esos niños pobres y humillados que golpean a tu puerta, ellos no saben más que su desgracia, ignoran que hace mucho tiempo a tu madre por ser pobre e ignorante le cerraron las puertas.
Un reto. Puede que suceda por miedo, pero no creo que se pueda cerrar la puerta a un niño. Claro que en el presente, hoy, es diferente, más frío. Quedan en la puerta , no por miedo al robo, sino por miedo a denuncias por abuso
ResponderEliminarUn beso
Lo digas como lo digas Teresita, de algún modo siempre duele. Porque es de víctimas inocentes, que estás hablando. Que inmersas en la pobreza y la ignorancia, son discriminadas en muchísimos casos.
ResponderEliminarUn beso,
Adela
Un relato que nos pinta una dolorosa realidad Teresita, bien planteado, bien escrito. Me gustó mucho.
ResponderEliminarUn bf.
Iris.