miércoles, 2 de marzo de 2011

HISTORIAS CONTADAS (c. J. Luis)

¿Qué tienen de común el cementerio de Ezpeleta, Quilmes, y uno de Bournemouth, Inglaterra? Se diría que nada, ni siquiera los muertos en uno y otro hablarían el mismo idioma - suponemos. Sin embargo, tal vez pueda haber una relación.
Ciertas historias nos llegan dichas por gente que no ha conocido directamente a los protagonistas, sino que las oyó de otros. Se repiten por años, quedando así flotando en el tiempo, sostenidas por su misterio pero también por un sentimiento interior que nos impulsa a creerlas. Es el caso de lo que relato aquí, donde me limitaré a narrar simplemente lo que escuché.

La historia que tiene que ver con el cementerio de Ezpeleta es bien conocida, por lo menos en la zona sur. Una noche de invierno de hace unos cuantos años, un muchacho fue a bailar a Elsieland, por entonces la discoteca más concurrida de la zona. A Facundo, un veinteañero alegre y feliz, le encantaba ir a bailar, por lo que no había sábado que dejara de ir a la discoteca. Había conocido allí a varias chicas, pero ninguna tan linda como la de esa noche. Apenas la vio, quedó impactado como nunca lo había estado. Y cuando ella, Lucy, aceptó bailar con él, no lo podía creer. Podemos imaginar que a Facu entonces le pareció que la multitud y el ruido que los rodeaba habían desaparecido. Sólo estaban ella y él en el mundo, y la música. Y así pasaron horas bailando, mirándose, sonriendo uno al otro, como suspendidos en el tiempo. Pero el tiempo seguía corriendo y llegó el momento en que ella le dijo que basta, que era hora de irse. Cuando salieron a la noche y al frío cortante de la madrugada, él insistió en acompañarla a su casa. Fueron caminando dado que ella no vivía muy lejos de la discoteca. Caía una llovizna helada, por lo que Facundo le cubrió los hombros con su campera. Recién cuando, después de despedirla en la puerta, el muchacho había dado unos pasos, Facu se dio cuenta que Lucy se había quedado con su abrigo.

Quizá unos cuantos años antes y muy lejos de allí, el Sr. y la Sra. Weeks volvían a su casa en Bournemouth. Había empezado a llover desde la tarde, era ya noche cerrada y el limpiaparabrisas del viejo Vauxhall no daba abasto. No había nadie en las calles, pero al acercarse a un cruce, la Sra. Weeks vio a alguien que les hacía señas como pidiendo ser llevado. Era una muchacha apenas protegida de la lluvia por un paraguas quien, cuando subió al asiento trasero del Vauxhall, los Weeks pudieron ver que estaba empapada y que además era muy hermosa. La casa de la chica estaba en la dirección en que iban, por lo que el matrimonio gustosamente la dejó, tiempo después, frente a la puerta de una mansión que les pareció enorme. Cuando al fin llegaron a su casa, el matrimonio reparó que la joven - que se había presentado como Sally - había olvidado el paraguas en el auto.

Al día siguiente del baile, Facundo no podía pensar en otra cosa que en Lucy. En su mente se le presentaba aquella figura adorable de tez muy blanca, el pelo renegrido, ojos color caramelo y un minúsculo lunar en el pómulo izquierdo que al contrario de afearla la volvía aún más hermosa. Facundo decidió ir a la casa de la muchacha, con la excusa de reclamar su campera. Le abrió la madre de Lucy y mientras él explicaba el motivo de su presencia, notó que los ojos de la mujer se nublaban. Lo invitó a pasar y allí en el cuarto de Lucy (que olía a viejo y encerrado) le mostró el vestido celeste y los zapatos blancos que él reconoció. -- Todo está igual que cuando ella murió hace diez años -- le dijo. -- Está enterrada aquí, en Ezpeleta. Facundo fue, apenas pudo, al cementerio. Buscó y al fin encontró la tumba de Lucy. Atrás de la cruz descolorida con una fecha remota, estaba su campera.

La Sra. Weeks se quedó con la curiosidad de conocer la mansión donde dejaron a Sally y unos días más tarde, después de presionar a su marido para volver con la excusa de devolver el paraguas, estaba golpeando el llamador de la residencia. Les abrió una anciana que dijo ser la abuela de Sally. Aunque reconoció el paraguas, les dijo que debía haber un error. Sally había muerto hacía varios años. -- Está en el cementerio de St. John, aquí cerca -- dijo. Cerca de la entrada, ustedes podrán ver la tumba fácilmente. La madre había muerto también y ella, la abuela, había mantenido el cuarto de Sally tal cual había quedado. Los invitó a pasar a verlo. La Sra Weeks se emocionó al ver colgado allí un retrato de la muchacha. Sally parecía sonreírle desde la pared, con su tez muy blanca, el pelo renegrido, ojos color caramelo y un minúsculo lunar en el pómulo izquierdo que al contrario de afearla la volvía aún más hermosa.
FIN
Osvaldo 2/3/11

8 comentarios:

  1. Osvaldo, escribiste una gran historia entrelazada con dos hechos que hacen erizar la piel. Facundo y Lucy por un lado, y Sally y el matrimonio Weeks, por el otro, arribando al final común del mismo retrato. Excelente. Un abrazo

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  2. Muchas veces pienso en situaciones idénticas a las que describís. Llevás tan bien el paralelo entre ambos relatos que casi pude caminar acompañando a Facundo y Lucy y estuve sentada en el asiento trasero junto a Sally. Me gustó mucho leer tu leyenda urbana, Osvaldo.
    Un beso grande,
    Ale.

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  3. ¿En cuántos lugares habrán sucedido hechos semejantes, Osvaldo? Lo que más me gusta de tu cuento, además de la historia en sí, es algo que subyace en toda la narración: la sensación de que por muy alejados que estemos, por muy diferentes que parezcamos, las historias de los hombres, sus leyendas, sus miedos y sus misterios, se parecen como gotas de agua...
    Un cuento excelente,

    Celia,

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  4. Este relato hace que uno pueda imaginar la historia como algo posible. Tal vez el espacio sólo sea un concepto -como tantos otros- meramente terrenal. En cualquier caso, has logrado un cuento que despierta de inmediato el interés del lector y lo mantiene hasta el final. Felicitaciones.

    Rolando

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  5. ¡Ah, las leyendas de los cementerios! En todo el mundo podemos encontrar estas historias, pero, eso sí, contarla como la has contado, difícil, Osvaldo. Resulta tan fácil de leer porque has enlazado muy bien las historias. Me encantó.
    Cariños
    Lulú

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  6. Los cementerios y las historias que alrededor se tejen. Y en este caso se tejen con días de lluvia. Es otro misterio—como la vida— la lluvia, aunque hayamos estudiado el ciclo del agua, o acaso por eso. Queremos comprender con las limitaciones del coco, y… no siempre es posible, nacemos crecemos, morimos… ¿y? según las creencias, diferentes respuestas...
    Has encontrado una muy buena manera de decir Osvaldo, sin despertar temor alguno, que lo que no comprendemos, igualmente sucede,o puede suceder y lo hace totalmente independiente de nuestra "razón", aquí, allá, y más allá, también.
    Un beso,
    Adela

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  7. Osvaldo, una historia que atrapa.
    Muy bien narrada.
    ¡Me gustó!

    Beso,
    Alicia, Nuria

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  8. Una historia maravillosa Osvaldo en la que prima el amor y ofrece similitudes que conmueven. Te felicito. Me super gustó.


    Un bf.


    Iris.

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