Cuando Marina terminó la residencia en Pediatría supo que tenía que estar allí. Se unió al grupo de “médicos sin frontera”, organización médico humanitaria que asiste a poblaciones en situación precaria, víctimas inocentes de conflictos armados en algunos casos y en otros debido a catástrofes naturales. Allí no existe discriminación, todos son iguales a los ojos de la medicina.
Marina parte con un sueño a cumplir y la idea de querer hacer algo por aquellos que aún queriendo no pueden. En plena selva se encuentra con cuarenta y dos grados de calor, otros idiomas, gente nómada y otras costumbres, en fin con otra vida. Aún así se dispone a dejar parte de la suya en ese lugar apartado de África. Otro mundo piensa, y en el acto se rectifica, no, el mismo mundo en un lugar dejado de la mano del hombre. Allí mueren niños desnutridos por falta de alimentos, por falta de agua, por falta de todo lo necesario para vivir.
Una segunda misión la lleva a Níger, no muy diferente de la anterior pero allí hay una crisis alimentaria crónica, con períodos de hambruna que afecta en primer lugar a los menores de cinco años. Las madres los llevan a la consulta caminando quince o veinte kilómetros al rayo del sol. Al ver a Marina, la carita de asombro ante el cabello rubio y la piel blanca hace que alguno de los más pequeños quiera raspar su piel para ver si aparece el negro debajo.
Marina y su grupo atienden a más de cuatrocientos niños por día, en un centro de recuperación con pacientes menores internados. Los visita a diario, ya han dejado de ser un número para ella, el amor ha tocado su alma. Allí se les administra un alimento de rápido uso que ha revolucionado el tema de la desnutrición y que además no necesita ser conservado en frío. Un adelanto que hace maravillas.
En esos días Marina conoce a Curera, un negrito que lucha por vivir, lleno de cables por todo el cuerpo, desnutrido y con una neumonía persistente. Al acercarse a verlo, es la primera vez que siente la muerte tan de cerca unida esta a la angustia de saber que poco puede hacer por él. Sin embargo tiene que intentarlo, por la madre que confía en ella y por el mismo niño que la recibe con el esfuerzo de una sonrisa.
Son muchas las veces que Marina se va del hospital no sabiendo si volverá a ver a Curera, hasta a pensado en abandonarlo todo. Miles de niños mueren a diario sin poder ser atendidos. La selva guarda el secreto. Su impotencia toca el límite de todo razonamiento. De pronto recuerda un cuento que la ayuda a recapacitar.
“En una oportunidad caminaba por la playa luego de una feroz tormenta un ser solitario juntando estrellas de mar de la orilla, para luego arrojarlas nuevamente a él. Miles y miles de ellas yacen diseminadas esperando la muerte. Alguien que pasa por allí se acerca a este hombre y le dice que no tiene sentido que tire al mar a una las estrellas ya que en pocas horas estarán todas muertas. El hombre toma una entre sus dedos la arroja al mar y dice: sí pero esta vivirá, y esta y esta…”
Cuando Marina vuelve a su casa luego de la misión, no se atreve a llamar al hospital de Nigeria para preguntar por Curera temiendo que le informen lo peor, hasta que un día, una de las médicas que ha quedado allí y que visita al niño, le escribe y con la carta le envía una foto de Curera. El niño luce sano y fuerte. Esta vez María llora pero de alegría. Nada fue en vano.
A partir de ese momento su ayuda será una metáfora. "Curera será la estrella de mar".
(Relato basado en un hecho real, con algunas licencias por parte del autor).
Iris Faba.
Hermoso relato sobre una historia feliz en un mundo al que no le deben sobrar, Iris. Justo en estos días estoy leyendo una novela (también basada en experiencias reales) que se desarrolla en ese ámbito. Lo has hecho de una manera sobresaliente.
ResponderEliminarUn beso.
Rolan
¡Qué fortaleza tienen los médicos sin frontera! Debe ser terrible querer y no poder, a veces, salvar esas vidas. Un hermoso relato, Iris, que duele y conmueve, como la vida de Marina y sus compañeros.
ResponderEliminarBesos
Lulú
Justamente en estos dias he leido y visto videos sobre la experiencia de la joven medica argentina en esos sitios dejados de la mano del hombre y de Dios- maravillosa tarea humanitaria y una tierna historia la que contaste- me gusto mucho- abrazos teresita
ResponderEliminarLo has contado de una forma preciosa, y mucho más con la inclusión del cuento de la estrella de mar y toda su carga simbólica.
ResponderEliminarEs cierto todo lo que cuentas. Conozco a varias personas que forman parte de "Médicos sin fronteras" y todas relatan sus experiencias a la manera de Marina. Y aunque vuelvan, ninguna de ellas regresa del todo.
Un beso,
Celia,
Gran homenaje Iris, a los médicos sin frontera, ¿qué sería de la vida de los "Cureras", sin ellos?
ResponderEliminarSi cada uno y todos, pensáramos en el cuento de la estrella de mar... qué diferente sería todo.
Un beso,
Adela