viernes, 29 de julio de 2011

APRENDIENDO A NADAR

Aquella mañana de otoño el río Negro estaba tan, pero tan quieto, que más que un río parecía un tranquilo lago de agua dulce.

Flotando mansamente una hoja de Sauce Llorón dormitaba cerca de la costa.

Un pequeño pez, tratando de aprender a nadar daba vueltas y más vueltas, ligerito, alrededor del casco de un bote hundido.

-¿Qué haces? –le preguntó la hoja de mal modo cuando al pasar a su lado el pez la salpicó.
-Perdóname, estoy aprendiendo a nadar -le contestó el pez al tiempo que se secaba la transpiración por tanto esfuerzo.

-No seas tonto, no vale la pena pensar tanto y trabajar y trabajar. Es más fácil flotar y flotar y dejarse llevar por la corriente -replicó la hoja, dándose vuelta para seguir durmiendo.

Al llegar el invierno comenzaron las lluvias. El río aumentó su caudal. La fuerte correntada empujaba todo hacia el mar.
La hoja de Sauce Llorón, sin saber nadar era fácilmente arrastrada a su destino fatal.
Mientras que el pececito con muchas ganas y empeño, nadando y nadando en contra de la corriente se acercó al casco del bote hundido y en un remanso del río esperó con tranquilidad que la tormenta pasara.
MORALEJA: Se tu mismo. No dejes que te lleve la corriente.

Posibilidades

–Tienes la tarea de escribir tu historia. Todo lo que recuerdes de ella y con el mayor detalle posible

Mientras hablaba, Irina sacó un pincel muy viejo de su bolso El mango de madera, amarronado y gastado tenía un brillo de tinta china y lo que parecía una pátina de años de grasa, de dedos y manos. Sin embargo, las cerdas estaban limpias y mostraban una forma perfecta

– ¿Dónde?

–En esa lámina de corcho. Y debes apresurarte. Mañana al mediodía debe estar listo

– ¿La tinta?

–Sin tinta

– ¡Es cómo escribir en el aire!

– Es una posibilidad. Sí

– ¿Cuál sería, otra posibilidad?

–Que esa lámina de corcho convierta tus más oscuros sentimientos en un lápiz de corcho…y te libere

miércoles, 27 de julio de 2011

ALGUNOS MICRORRELATOS

El Doble
Dicen que todos tenemos un doble oculto, el día que ves al tuyo, es el de tu muerte. Él dijo que no lo creía, que si lo llegaba a ver, se le reiría en la cara. Un día, al bajar del subte, se le cruzó el doble. Corrió para reírsele en la cara. Pero, cuando el subte arrancaba, resbaló y cayó bajo las ruedas.

El sofá
El juguete cayó bajo el sofá. El abuelo no se podía doblar. El niño lo buscó. ¿Habría cuevitas de ratones en ese zócalo? ¡Sí, claro, había una! Y de ella salió, orondo, un elefante azul.

Me gustaría que compartieran el microrrelato premiado en http://revistamicrorrelatos.blogspot.com

EL CONEJO


rincón del mundo
pasión de la mitad más uno
más uno más una más otra
situada entre mástiles rosados
rebelde y dócil
nos acerca a la muerte
a la muerte pequeña
es el conejo
dijo una gallega soez
oscura como una noche
sin estrellas
chocar con ella
es inevitable y
así
sin pecado
concebir
la vida
(o no)

La sombra del blanco ( Capítulo cuatro)

Ana no tiene la menor idea de quién era en realidad ese hombre, parado a su lado, que decía llamarse Alan Edgge. De pronto se percataba de que nadie preguntaría por ella. “La misantropía de siete años hace que hasta la realidad te olvide”, pensó. Un escalofrió la sacude. Estira las manga de su abrigo para cubrir las manos temblorosas.

–Ana, voy a ser absolutamente franco en esta conversación que mantendremos, usted y yo. Después, primará su decisión. Si desea irse, la acompañaré hasta la puerta de salida.

La luz se cuela por las rejas del ventanal de la oficina salpicando paredes y objetos con extraños matices dorados que hieren sus ojos. Los entrecierra y, ve el bolso sobre el escritorio. Su bolso

–Ana, la encontraron con un arma en la mano. Sí, está allí, dentro de su bolso. Un excelente amigo de la justicia no permitió que cometiera una locura. En estos momentos, si él no hubiera intervenido, usted estaría presa. ¡No!, no diga nada, permítame seguir–Esa nota de dureza en la pronunciación del no, chocó a Ana–. Soy miembro activo de un grupo de investigadores. Hemos seguido el caso del doble homicidio desde el inicio. No por usted, sino por el asesino: Un hombre inmensamente poderoso, capaz de corromper hasta el alma más inocente. Demasiados asesinatos, ninguna condena –Alan Edgge, dedicó una mirada al portarretrato sobre el escritorio y prosiguió–La pregunta insignia de este grupo de investigadores es: ¿Posibilidades? Para usted Ana, en estos momentos, existen dos posibilidades. Una, es tomar su bolso y marcharse, La otra, es atreverse a ser voluntaria del proyecto. ¿Se ha preguntado qué define la palabra venganza? ¿El significado… o el concepto? ¿Qué es para usted, justicia? ¿Qué es venganza?...porque justicia no es venganza y venganza no es justicia.

Ana lo miró desconcertada. Apenas logró contener un pestañeo

–Yo no…–consiguió murmurar

– Disculpe Ana, la estoy confundiendo. Lo que intento decirle es que sé por lo que está pasando. En estos momentos, usted, está en el submundo de las palabras, entre sus letras negras, negrísimas y, rabiosas. Mientras esté allí, no logrará su objetivo sino logra saber extraer el concepto x de la “palabra x”, que se repite en su mente. Puedo ayudarla

– ¡Ahora hablará de justicia divina y que la vida sigue, doctor!- silabeo con fuerza entre dientes–Ese cuentito lo escucho desde hace siete años.¡ Estoy muerta ¡ ¡ Entiende usted!

Los ojos celestes de Edgge se veían serenos, claros y serios cuando continuó.

–Le hablo de convicción y ciencia, Ana. Sé qué es difícil entender. Es como ofrecerle un vaso lleno de cuadraditos de papel y decirle que es agua y, que debe tomarla. Acompáñeme.

Los dos salieron del despacho casi al mismo tiempo. Caminaron doce metros por una galería que desembocaba a una puerta de hierro con llave. Edgge giró la llave, empujó la puerta. Un estrecho pasillo levemente iluminado con luces guías, se presentó a la vista de Ana. Caminaron por él en fila india hasta una nueva puerta con llave. Edgge sacó una llave del bolsillo de su pantalón, la acomodó en la cerradura y la hizo girar, pero antes de empujar la puerta, la miró. Ana devolvió la mirada indicando que no sentía miedo.” Bueno-se dijo para si-Así son las cosas. Tienes que ser fuerte un poco más”, siguiendo a Edgge. Ingresaron a un pequeño y frío recinto cuyas paredes estaban forradas de lockers. Un fuerte olor a químicos la hizo estornudar. Edgge , abrió uno y la proveyó de barbijo, guantes, gorro y un guardapolvo azul Con señas le indicó que se los colocara , al mismo tiempo él lo hacía.

El laboratorio parecía una inmensa sala de hospital, sin camas. Blanco, blanquísimo. Sobre los laterales se hallaban divisores totalmente vidriados que a su vez formaban laboratorios individuales. Hacia allí se dirigieron

–Ana. Aquí trabajan químicos, físicos, genetistas, ingenieros y médicos especializados. Todo lo que aquí le muestre, parecerán piezas de un rompecabezas. Cuando le explique cuál es el proyecto, usted podrá, asociar cada pieza y armarlo. Pero venga, quiero mostrarle la joyita

Un aparato parecido a un tomógrafo aunque totalmente cerrado con un material transparente que no era vidrio, estaba conectado a varios ordenadores y a otra máquina que tenía el aspecto de una impresora.

– Esa impresora es una bioimpresora 3D, trabaja igual que cualquier impresora común, pero en vez de usar papel, utiliza células procesadas. Esa cápsula parecida a un tomógrafo escanea órganos y profundidad de la piel. La imagen escaneada se traduce en una imagen digital 3D para calcular la cantidad de capas de células que se necesitan imprimir

EL LÁPIZ


Todo comenzó cuando vi la posición en que había quedado el lápiz sobre la mesa. Mi lápiz es uno de esos bien pintados con los que dan ganas de escribir poemas. El extremo trasero es rojo y me mira como si quisiera decirme que trabaje, que deje de holgazanear, que la vida no va a durar para siempre. El resto del lápiz se aleja de mí con una perspectiva amarilla delimitada por líneas negras. Al final se ve la punta desafilada pero con la capacidad de escribir y dibujar el contorno de mis angustias y el perfil de mi futuro. Cuando era niño me preguntaba cómo hacían para meter una mina de grafito, tan fina y quebradiza, adentro de un orificio en la madera, tan apretado y angosto. Evidentemente se trata de un trabajo artesanal. Otras veces pienso que una máquina escupe diez mil lápices por minuto y no puedo menos que ponerme triste porque un objeto tan bello y que alguna vez ha dibujado la cara de mi mujer y ha escrito que la amo, pueda hacerse automáticamente. Luego pienso que eso no importa con tal de que me permita reflejar la tristeza y la alegría. El lápiz sigue acostado sobre la mesa y no me deja ver la leyenda con la marca, el tipo de mina y algún otro dato como número de serie o hasta algún monograma decorativo. Si lo tomo entre mis manos para apropiarme de su materia narrativa voy a perder la magia de la posición del lápiz que se aleja de mí con esa soltura, con esa gracia aumentada por mi vista defectuosa que puede hacer foco a treinta centímetros pero no a quince en los que está su extremo rojo con su aureola blanca. Yo creo que mi lápiz es un lápiz aristocrático, no es de esos de mala calidad en los que la punta está rematada con un corte neto que deja ver la mina en el centro y pueden ser afilados desde cualquier extremo. El mío venía con la punta bien afilada de fábrica. No sirve para ponerse en la boca para pensar tal o cual cosa ni para golpearse los dientes porque sería dañar la pintura. Ahora me invade la curiosidad, voy a interrumpir su quietud para darlo vuelta y leer la leyenda que debe ser como su partida de nacimiento. Al tomarlo entre las manos descubro que su cuerpito es delgado y tiene forma hexagonal. Una de sus caras dice Made in Germany luego viene un logotipo incomprensible y en letras mayúsculas sans serif grita su nombre: STAEDTLER. A continuación la palabra Noris, probablemente el modelo, y por fin las letras HB más el número dos. Cuando paso el dedo por las letras percibo un pequeño relieve. No hay dudas de que se trata de un lápiz de buena calidad. Voy a transcribir este relato con el propio lápiz del que estoy hablando. Pienso que si hiciera esto sería como diluir el alma del lápiz en una descripción de sí mismo. Sería como ese cuadro de Escher en el que una mano dibuja con un lápiz la mano y el lápiz con los que está dibujando. Voy a sacarle punta. Mi sacapuntas escolar de acero tiene una hoja de corte muy afilada. Meto la punta en su agujero cónico y comienzo a girar. El ruido de la madera desgajándose es delicioso. Dan ganas de seguir y seguir pero con una vuelta alcanza, es una madera noble. La punta de mi lápiz pincha como una aguja. Sería bueno que pudiera escribir alguna cosa aguda con él. De todos modos de nada sirve mi lápiz solo y quieto sobre la mesa, me necesita como yo necesito de él porque  ¿Qué es una espada sin la mano que la empuña?
José (Cuento añoso)

Consigna - 2011-07-27

Se me ocurrió recién, a ver si a alguien le despierta la musa

El lápiz de corcho

EL ASTRÁLAGO

-¿Te quedarás allá? Le sorprendió la pregunta de quien acababa de sentarse a su lado. Ella había observado el folleto que le entregó la azafata sobre la Patagonia y que él estaba leyendo.
Después soltó una de las patillas de sus anteojos que sostenía entre sus dientes y con una mano se los colocó, mientras que con la otra sostenía el mismo desplegable aunque un poco más arrugado. Moviendo su cabeza como para quitarse el cabello rubio de la frente, repitió la pregunta -¿Te quedarás en la Patagonia? Antes de responder y aún no había decidido hacerlo, recordó, por un instante, que en la tarde anterior había abordado el bus en el que ahora se encontraba y esperaba confiado, que a la mañana siguiente lo dejara en la terminal de Viedma. Alcanzó a ver, eso sí, los ojos azules de ella, tan profundos, como los lagos del sur -pensó.Como se reconocía bastante huraño, poco hablador y con muy pocos artilugios de seducción, asumió que le esperaba una larga y pesada noche. En ese momento ni se le ocurrió pensar lo equivocado que estaba. Sin razón aparente, respondió: -Mirá, la Patagonia es inmensa y tardaría meses en recorrerla, solo voy por unos días. Y no sólo respondió, sino que agregó temerariamente: - como no me gusta hablar con desconocidas, me voy a presentar, Nahuel Epulef, como se llamaba mi padre, abogado, 45 años, soltero, nacido en la Patagonia pero radicado en Buenos Aires. Ella soltó una risita coqueta. –Ok, está bien, está bien –dijo -me llamo Julia Sandoval, arquitecta, rubia natural, no digo mi edad y también nacida en la Patagonia y para festejar este encuentro casual de dos patagónicos, te propongo algo: contame de tu vida y yo te contaré de la mía y prométeme que lo harás sin mentir. Y agregó mirando por la ventanilla -recién salimos de la Capital. Antes te mostraré mi tatuaje ¿querés ver?- Hizo ademán de desprenderse la blusa.¡Sí, sí! -exclamó Nahuel entusiasmado, esperando ver algo más que el tatuaje de la arquitecta. Pero no. Solo se corrió un poquito la prenda y le mostró. -Que mal se ve –opinó él. Rió ella otra vez y dijo; -No, no, en realidad no es un tatuaje... “y el Señor puso una mancha en Caín” -añadió -es una mancha de nacimiento. Si mirás bien, verás que es un astrágalo pequeño, de cordero tal vez. Según me contó mi madre; estaba embarazada de mí, cuando mataron a mi padre en un juego de tabas, allá en el sur. Bueno –dijo – y ahora contame de vos. -Ahora si, lo veo claramente - se corrigió el abogado, es una pequeña taba ¡Qué increíble!. Te cuento, -optó definitivamente por el tuteo - mi madre me trajo a Buenos Aires, cuando tenía cinco años y nos quedamos para siempre. De mi padre poco me contaron... que estuvo involucrado en un hecho de sangre... que había muerto en la cárcel, etc, etc., pero en realidad nunca mas supimos de él y mi madre perdió todo interés. Trabajó como “doméstica” en una casa del barrio Belgrano, y yo mas grande, en una “parrilla” de Constitución. Así pude terminar la secundaria y después la universidad y me recibí de “otro abogado mas”. Recientemente, un colega de Viedma, me informó que había encontrado el expediente judicial relacionado con mi padre. Te lo explico mejor; al ser habida la persona objeto del delito, dice el código, el Juez de la causa tiene la obligación de describir detalladamente su estado y las circunstancias, que tuvieran relación con el hecho condenable. Por eso viajo hacia allá, a Viedma, que era la capital del territorio, para acceder al expediente y conocer toda la reseña del auto de procesamiento y posterior sentencia recaída contra mi padre. En ese momento de su relato, la arquitecta, bostezó, inclinó la cabeza, desparramó su pelo rubio sobre él y se quedó dormida. Nahuel la tomó suavemente por los hombros y ya no pudo cerrar sus ojos en toda la noche. Julia se despertó cuando el bus circulaba por el puente viejo, cruzando el río Negro.
Tengo que apurarme, si quiero invitarla a cenar -pensó el abogado diseñando mentalmente su estrategia.
Por la mañana, con su querido amigo y colega, se dirigieron al archivo de la primera circunscripción judicial de la provincia, para encontrar y leer el viejo sumario.
Antes de entrar buscó en su bolsillo y tocó suavemente la tarjeta que le había alcanzado Julia a último momento.

El expediente había sido caratulado ; “Cabo Gervasio Gastamiza S/ un hecho de sangre; Riña seguida de muerte.”
Solo en una habitación del archivo, colocó el escrito sobre una antigua mesa de madera. Cómo le gustaba intentar suerte en el juego, reparó en el número de inventario del mueble, pobremente pintado en una pata,- 22 el loco- aspiró profundamente el olor a humedad de los papeles como si fuera un gas venenoso capaz de borrar todos los sufrimientos de su padre de un solo golpe y entonces leyó:


Viedma, Territorio Nacional del Río Negro, l5 de Septiembre de l945. Señor Comisario: Sobre un hecho de sangre.
A media mañana me apersoné al establecimiento “Sauce Blanco,” ubicado como a dos leguas de este destacamento.
Para la señalada de lanares el dueño había invitado a dos vecinos linderos para oficiar de testigos, como marca la Ley. Ya estaban ensartados cuatro corderos de la raza merino, según me relató el asador Nahuel Epulef (a) el indio, quien desde hace años estaba de agregado al establecimiento.
Como para el medio día los peones habían terminado con la señalada y de colocar las gomas de capar en los corderos. Debajo de unos matorrales y plantas de piquillín, los sufridos, no dejaran de balar durante toda la noche.. Abocado a la consigna revisé, por las dudas, la cancha de tabas, que había sido refrescada, utilizando agua del molino y una regadera de cinc de 10 litros con una flor de color verde. Primero sirvieron empanadas, calientes, jugosas y picantes, vino “patero” y limonada para las damas. Después chorizos, cordero y galleta de campo. Y de postre pastelitos y postre vigilante. Las mujeres se fueron para las casas y los hombres a jugar a la taba. Comenzado el juego por plata, algunos ganaban y otros perdían. Los veteranos apretaban entre sus dedos los billetes doblados, listos para copar apuestas.
Che Sandoval -gritó el paisano Sosa; –en el horcón te dejo la huesuda...Entonces vino de tirador Julian Sandoval, (a) “el yerba,” quien dijo bien fuerte como para que lo oigan todos;
-Gracias don Sosa, pero yo sólo tiro con la mía - y aportó a la pista un astrágalo de buen tamaño, calzado en plata por un artesano de San Telmo.
Con esa metió tres suertes seguidas. –Y agregó; hay más de un cien a buena, a ver si copan paisanos y a usted doña Quintina le fío hasta que esquile –le gritó a la señora que se había arrimado “solo a mirar”.
Esta si que no es una taba culera. ¡Venus! -gritó después de clavarla en suerte. -Está cargada –murmuró por lo bajo “el indio”Epulef. Los jugadores lo escucharon claramente y el “yerba” también lo escuchó.
Por un momento, pareció que todo se detuvo. -Indio piojoso –lo paró Sandoval en seco y se le fue al humo. Masticando un palito, Epulef lo esperó tranquilo, como ignorándolo pero sorpresivamente, extrajo de su cintura un cuchillo de regular tamaño, con el que hirió mortalmente al “yerba,” que cayó en la cancha, bañado en sangre.
El acero de treinta centímetros le había penetrado por debajo del esternón con el filo hacia adentro, directo al corazón.Tras el hecho el “indio” Epulef huyó rápidamente hacia unos matorrales cercanos. Al atardecer se entregó voluntariamente y está detenido e incomunicado, a la espera de lo que disponga la autoridad competente. Secuestramos el astrágalo y el arma homicida. Autoricé a que llevaran al finado al pueblo, para el velorio. Sin más, firmo el presente con dos testigos hábiles de éste vecindario, que encontraron este informe (bien) muy bien redactado. Cabo Gervasio Gastamiza , servidor.

Nahuel no siguió leyendo. Total ¿para qué?

-Señora, quiere ordenar? –preguntó cordialmente el mozo. Sentada en una mesa para dos, junto a la ventana mirando al río, Julia Sandoval respondió mirando la silla vacía;
-Estoy esperando a otra persona, después lo haremos, gracias.
A poca distancia de allí, y casi al mismo tiempo, al cruzar el ómnibus el puente viejo, con destino Buenos Aires, Nahuel Epulef sentado casi al final del pasillo miró por última vez las oscuras aguas del río Negro.
Se sentía cansado, muy cansado. Si pudiera elegir una palabra, disgustado, sería la adecuada.
Pasó su mano por sus gruesos cabellos, bigotes y barba rala, que habían sido negros, rasgos propios de su raza y con un largo suspiro, - en fin -se dijo -estoy envejeciendo... otro fracaso mas y van....qué se yo...

Luego se entretuvo rompiendo en pedazos cada vez más pequeños el folleto sobre la Patagonia que al subir, le había entregado la azafata.

martes, 26 de julio de 2011

Encuentro.

Cruzaron sus miradas en el ascensor y ella se impregnó con el placer de respirarlo cerca. Vio su mano cuando abrió la puerta para dejarla bajar y, una vez más, la imaginó sobre su hombro. Parpadeó. La mano bajó por su espalda y se apoyó en su cadera derecha. Parpadeó y dijo “gracias”. Las manos de ese hombre le encantaban. Sus manos y sus zapatos; sus manos, sus zapatos y sus rodillas marcadas a través del pantalón cuando se agachaba en cuclillas y se apoyaba contra la pared del hall de entrada durante las reuniones de consorcio.
Él no estaba enterado, pero formaba parte de la vida de Liz espiarlo cuando lo encontraba en las góndolas del supermercado. También estaba atenta a la ventana de su departamento y fantaseaba si veía la luz encendida. La noche en que Liz buscaba inútilmente las llaves en el fondo de su bolso, se asustó cuando alguien se paró detrás de ella pero enseguida sonrió sin poder prestar atención al comentario amable que él le hizo. Atravesaron la entrada y los pasos de ambos avanzaron por el pasillo que, a Liz, le pareció eterno. Ruborizada miraba el piso, parpadeó y vio sus zapatos número treinta y seis junto a los de él, y sus pies rozándose en un masaje suave y lento. Parpadeó, dijo “gracias” y bajó del ascensor. Vació el contenido de su cartera en el piso del palier y, cuando al fin las encontró, abrió, se sacó el abrigo primero y, con fastidio, el resto de la ropa después. Fue hasta la cocina descalza y se sirvió una copa de vino. Sin prender la luz, apoyada en el marco de la ventana, bebió de a sorbos lentos las manos, los zapatos, las rodillas, los pies y el hombro y la espalda. Respiró profundo.
El treinta y uno de diciembre festejaron con sus amigas, brindó y pidió tres deseos. No encontró taxi libre, caminó su regreso saturada de calor y respondió con la mano a quienes reían y le deseaban felicidades desde los balcones. A metros de llegar comenzó a buscar las llaves y el corazón se le encendió cuando, en ese mismo instante, lo vio llegar. Apuró el paso, se sentía liviana como si hubiera abandonado el peso de su equipaje. Cuando él abrió, la saludó y comentó algo pero ella respondió atropellada, sólo podía pensar en concentrarse para que ese ascensor no llegara nunca.
—Vos ya te vas a dormir? —soltó él con tono tímido.
—Sí —Liz apretó la respiración.
—Tengo el aire programado, para esta hora mi casa debe estar muy fresca. ¿Querés subir a brindar conmigo?
Las paredes, de tul. El espacio rectangular es una gran pecera sin vidrios y llena de aire porque el agua se ha evaporado. Con cada suspiro de Liz las telas se agitan y se aquietan. Él regresa con las copas en la mano, crujen imperceptibles cuando las apoya sobre la mesa. Sirve burbujas que se desparraman, cada esfera estalla y libera humedad y rocío sobre la piel templada de ambos. Pueden escuchar sus respiraciones. El primer roce tiene la temperatura justa para iniciar la levitación. La cabeza de Liz deja de pensar y un juego de contactos tenues comienza a transformar las superficies de sus bocas que se apoyan y recorren sin discreción. Él escucha el jadeo de Liz en un susurro y el calor de su aliento lo tapiza del gusto más rico que hubiera podido imaginar. Despacio. Los ojos cerrados y un encastre justo de labios que muerden labios y mezclan sus humedades. Liz lo acaricia, él le acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja y le sujeta la cara con las dos manos. Ella lo rodea con sus brazos y se cuelga de su cuello. Se detienen latentes. Sus bocas tiemblan, inspiran y se quedan juntas, ahora quietas y anhelantes; casi sin tocarse las comisuras se rozan y se mojan.
Escuchan alejarse un zumbido que estalla en fuegos de artificio. El mundo, afuera. Ahí, con ellos, el universo.

Con dos cuentos diferentes que colgué para el viejo, viejísimo foro de La Nación, escribí este con varios cambios. Lo comparto con ustedes.

Un video conmovedor

No es un cuento, simplemente algo que encontré revolviendo viejos mailes. Les presento a esta artista increíble que hace cuadros con arena.
Si quieren buscar más videos, se llama Kseniya Simonova

sábado, 23 de julio de 2011

BARCO EN UNA BOTELLA (VIEJO SONETO)


No te atacan furiosos vendavales,
Ni el remo con las olas se destroza.
Cuerpo de libélula, velas de mariposa,
No es esta tu virtud, es uno de tus males.


Tu cuerpo de cristal no es otra cosa
Que una dura copia en el espejo.
Mírase en el mundo y su reflejo
La rosa que no sabe que es la rosa.


Tu destino son los viajes ensoñados
Del varón que te mira junto al fuego.
Arquetipo de los barcos, es tu ego


Cristalino como el ego de los hados.
Navegarás el Leteo y la memoria
Te borrará de la fama y de la gloria.

José


DIOS, EL ANGEL DE LA GUARDA Y LOS DONES

Era el séptimo día de la creación universal, Dios decidió descansar para disfrutar y tratar de detectar algún problemita.
Todo estaba perfecto, el sol tímidamente asomaba en el horizonte con mucha cautela, probando el calor de sus nuevos rayos e iluminando el mundo recién estrenado,
El Creador paseaba controlando cada rincón, de pronto descubrió unas cuantas cajas casi vacías y con distintas inscripciones,.
Ahí se dio cuenta que un humano no había ido a recoger sus dones
Esperó y esperó, junto al ángel de la guarda que correspondía a ese humano, este ya casi perdía las esperanzas de que apareciera su protegido.
El sol agotado de vagar por todo el cielo ya se retiraba para dar paso a la Nueva Luna, que coqueta no veía la hora de hacer su deslumbrante aparición vestida de plateado y con oscuro manto de terciopelo cubierto de brillantes lentejuelas.
Los penetrantes ojos de Dios detectaron que por el serpenteante camino venía alguien, empezaron a lo gritos-¡apúrate que se acaba el día y te quedas sin tus dones!-
Cuando me di cuenta que era a mi que llamaban apuré el paso.
Dios en su bondad me habló con infinita paciencia, mi Ángel de la Guarda me miraba como pensando, -Justo a mi me tenía que tocar esta.-
Que te pasó que llegas tan tarde?-
Divino Padre, salí temprano para venir a recoger lo mío, pero me distraje admirando las bellezas que creaste, oliendo las flores, oyendo el trino de los pájaros y me entretuve escuchando historias que me contaba la gente- todo es tan perfecto que mi alma rebosa de felicidad y no tuve en cuenta que el tiempo se escurría.
Afligidos me miraban, no sabían como explicarme lo poco que quedaba para ofrecerme.
Mirá dijo– lo primero que pidieron fue belleza, que es efímera, con los años se marchita-
la ambición y la soberbia, el egoísmo que engendra casi siempre destrucción, también se acabó, todos pidieron triunfar social y financieramente en la vida..
La dignidad y la piedad no la quiso prácticamente nadie.
Ya que demostraste tu sensibilidad por las cosas simples, tu amor a la naturaleza y tu predisposición para llevarte bien con tus semejantes, vamos a mezclar los restitos que quedan y te ofrecemos el don del amor y disfrutar todo lo que te rodea y de acuerdo a como cumplas con las tareas- cosecharas tu siembra.
Agradecí humildemente los dones y acá estoy, feliz y pobre como una laucha, disfrutando de las cosas bellas que encuentro en mi camino y cosechando a lo largo de mi vida de muchos y buenos amigos.
No perdí la costumbre de enredarme en cosas incongruentes, algunos días especiales esa pizquita de orgullo y soberbia que había quedado en la caja hacen eclosión y mi pobre ángel de la Guarda se lleva cada sorpresa, que bueno en fin… esa es otra historia.

soñadora
-
.

Villa Cimera: QUIERO COMPARTIR CON TODOS UDS. ESTE PREMIO QUE LOGRÈ#links

Villa Cimera: QUIERO COMPARTIR CON TODOS UDS. ESTE PREMIO QUE LOGRÈ#links

viernes, 22 de julio de 2011

QUIERO COMPARTIR CON TODOS UDS. ESTE PREMIO QUE LOGRÈ

Como Teresita no pudo poner este cuento como entrada y lo agregó como comentario, lo edité para que no se pierda en la nebulosa.
¡FELICITACIONES POR EL PREMIO, TERE!
Greis
_______________________________________________________________________________

TERESITA dijo...


HOLA AMIGOS- QUIERO COMPARTIR CON TODOS UDS. ESTE PREMIO QUE LOGRÈ- MUCHAS GRACIAS

Encuentro

La feria del libro fue el escenario perfecto para conocerse.
Él, un apasionado de historia antigua.
Ella, una encantadora y tímida muchacha, atraída por la gastronomía.
En los solitarios estands, él devoraba los gordos tomos.
Ella se engolosinaba con las ilustraciones de tortas y postres.
Tácitamente, a las doce de la noche, se encontraban en el estand de literatura erótica.
Apasionados hacían el amor sobre los libros de kamasutra.
El sereno descubrió y apresó a los culpables del destrozo.
Dos pequeñas ratas, cultas y enamoradas.

Teresita Bovio Dussin
EN EL CONCURSO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS,
SI QUIERESN VER EL BLOGS ES-HTTP:REVISTAMICRORRELATOS.BLOGSPOT.COM/

¡FELICITACIONES TERESITA Y OSVALDO!

Tere, acabo de entrar en el blog de los microrrelatos y vi que, además de ganar vos el primer premio, Osvaldo sacó el tercero.
¡FELICITACIONES CHICOS!

Están todos invitados

¡Holas cimereños!

Les quería comentar que a pedido de un grupete de perranegreños –más foreros que blogueros, según parece– el foro de cuentos Perras Negras ha vuelto a ver la luz hoy. Pueden asomarse y pispear libremente lo que ahí se está armando a través del enlace que pego más abajo, y obviamente registrarse y participar si así lo desean. Mi colaboración en VC no debiera verse demasiado afectada, ya que una cosa no quita la otra, aunque los tiempos reinen con sus tiranas estrecheces. ;)

Buen finde y saludones,
Alejandro


Matices ( según consignas)

Solo hay que sentarse a observar. Fijar la vista en el punto más lejano. Dejar que la penumbra se esparza, se adueñe del lugar más cercano después del más lejano. Cuando los ojos se habitúan a la misma, aparecen pequeños paisajes plenos de matices. Así la descubrí. En una lágrima del limonero de mi vecino que busca en mi jardín las flores de azahar que un día le robé. Desnuda, bella, bellísima, brillaba como nácar.

Me acerqué y la tomé en mis manos con sumo cuidado, pero la lágrima se rompió. Cayó sentada sobre el pequeño mar de agua en el hueco de mi mano

– ¡ Quién eres?– pregunté curiosa y compungida por lo sucedido

– La muerte de la muerte– dijo, sacudiendo su cabello iridiscente. Y desapareció

jueves, 21 de julio de 2011

Museo del Ingenio y la Producción Cimereña







































En nuestra villa se han instalado imprentas desde las más lejanas épocas. Nos cuentan testigos o parientes de aquellos, que el desarrollo floreciente tomó impulso a partir de los llamados a principios del siglo XX “semiimpresos”.

Empresas editoras importantes facilitaban a las menores, casi siempre pequeños talleres, páginas, diez o más, impresas de un solo lado con publicidad mas fotos y otras filigranas imposibles para sus modestos medios. Tenían el otro lado para volcar la información local y la difusión comercial de su clientela. El resultado era atractivo, deseable para el lector, con la ventaja de abaratar el papel hasta en un 50% por la misma disponibilidad que el otro en blanco (caro de por sí).

De ese incentivo a la pequeña industria, derivó el desarrollo de algunos que lo aprovecharon bien, pertrecharon sus talleres con lo último en maquinaria y hasta lograron de manera directa encargos importantes de firmas hoy de renombre.

De 1925 es el ejemplo, se trata de una compañía de chocolates que eligió Cimera para la impresión de miles de librillos que acompañarían en un mismo plano de importancia las cajas de sus delicias. Una idea excelente.

Chocolates y lectura, conjunción placentera de todo tiempo y lugar.

Pasen y vean.

¡Felicidades en su día a todos nuestros numerosos amigos!

La comisión de fomento.


miércoles, 20 de julio de 2011

¡Gracias!

Un beso grande para todos ustedes, queridos compañeros de blog.
Ale.

Vida real y Vida virtual.

Hola amigos, en mi vida real soy de tener pocos amigos. Se pueden contar con los dedos de mi mano izquierda. 
En la virtual no sé. Pero a todos los que se consideren mis amigos, a pesar de mi frontalidad, los amo y le deseo un ¡MUY EXCELENTE DÍA DEL AMIGO! Aquí no se festeja este día, pero soy testaruda; con una copa de Malbec brindo por ustedes!
Los quiero
Gra

martes, 19 de julio de 2011

La sombra del blanco ( Capítulo tres)

Ana Art supo que no podría bajar la escalinata de los tribunales. Las piernas le temblaban, incontrolables. Se apoyó en la columna cercana intentando sostenerse. Palabras sueltas se agolpaban en su mente como menhires funerarios: “¡Apelaremos! ¡Inocente! ¡No hay pruebas suficientes! ¡Su testimonio no es contundente! ¡Asesino!! ¡Asesino! ...”. Tecnicismos declararon inocente al asesino de sus dos hijos. La justicia no la había vengado. Ella si lo haría. Acarició el arma dentro de su cartera. Imaginó empuñarla. Apretar el gatillo. Se juró que él no bajaría esas escaleras

El suelo se desnivelaba bajo sus pies, se alejaba. Se arquearon hacia atrás el cuello y los hombros en un desmesurado tirón interno. Intentó tomar aire de una sola bocanada. Recordó lo que alguna vez, alguien dijo, “la mayoría de los días del año son intrascendentes”. Escupió la idea con una maldición. Siete años llevaba su lucha. Dos mil quinientos cincuenta y cinco días de odio y dolor. Dos mil quinientos cincuenta y cinco días planeando venganza, matándolo de mil formas. Ese asesino había deshecho su futuro y el de su descendencia. En los pulmones tenía más aire del que pudo exhalar.

–Señora, Señora ¿Se siente mal? –dijo el hombre

Abrió los ojos como platos y tosió, tosió, tosió. Entre espasmos de tos intentó incorporarse.

–Tranquila Ana, Todo está bien.

– ¿Dónde estoy?

– En la clínica Futuro. Está en buenas manos ¿Cómo se siente?

No contestó. No sabía, El mundo comenzaba a reaparecer lento, muy lento, lentísimamente, en blancos brillantes y luces cegadoras y, después de tal vez un minuto, se estabilizó en una especie de equilibrio tembloroso.

– Soy el Doctor Alan Edgge, director de esta clínica de reposo–Señalando dos personas que estaban a su lado – Y, este es mi equipo: La Doctora Pasman y el Doctor Rías. Quienes hicieron una pequeña reverencia

– ¿Qué sucedió? ¿Quién me trajo aquí? –Preguntó incómoda mientras intentaba recordar algo de lo sucedido

–La persona que la trajo aquí, dijo que en su cartera encontró mi tarjeta con la dirección de la clínica

–Pero, yo no lo conozco ¡No estoy loca! –expresó confundida

– Tranquila Ana. Aquí la ayudaremos. Sabemos lo que le sucede y, si usted está de acuerdo con nuestros métodos, lograremos aliviarla. Ahora descanse. Mañana hablaremos

–Pero…

–Pero nada, mañana hablaremos–. Afirmó el médico, retirándose con su equipo.

Cerca de la habitación de Ana, en el austero despacho del doctor Alan Edgge, un hombre sirve dos vasos de whisky. Entrega uno a Edgge, y se deja caer en el sillón frente al escritorio

– Alan, ¿crees que aceptará?–indagó el desconocido después de sorber un trago de la bebida

–Estoy seguro. En quince o veinte días sabremos la respuesta. Tú sabes que mi métodos no son para nada ortodoxos, pero si efectivos en casi un 90%.

–Lo sé. Solo que a veces…

– ¿A veces qué?, Ramiro… ¿Tenía un arma, verdad?–preguntó Edgge tomando el portarretrato de su escritorio y, acarició con el dedo índice el vidrio que separaba la foto familiar de su mano

–No, nada. No hagas caso…si no hubiese estado allí…Me preocupa lo otro. El caso ha tomado estado público. El abogado anda denunciando por canales de teve su desaparición, Ana no ha firmado el pedido de apelación

–Ese estúpido. Corre la voz de que Ana está en una casa de reposo por lo sucedido, sin dar nombre. El ineficaz se va a guardar, no le conviene exponerse demasiado. Corre el riesgo de quedar como mentiroso si sigue abriendo la boca

lunes, 18 de julio de 2011

ERA ELLA (C/ UN AMOR PUEDE OCULTAR OTRO)

Al principio le costó reconocerla, pero era ella. No cabía la menor duda. Engañaba, quizás, la disposición del cabello, el color, el dibujo añoso de las caderas, aunque él podía percibir detalles más complejos que seguían allí, patentes, idénticos a aquella época en que se grabaron en su mente, cuando los tres se saludaban cada mañana con ese ritual mecánico de lo cotidiano, sin la amenaza de una futura distancia.

Ana y Sofía eran las únicas que permanecían junto al féretro, en silencio, gobernando con la mirada el tenso desfile de los deudos mientras besaban devotas las manos huesudas del occiso. En un rincón resguardado de la luz de las velas, Manuel bebía una copa de ginebra –acaso una grapa- con el rostro circunspecto. Su presencia delatada apenas por una tos nerviosa que de vez en cuando se filtraba entre los sollozos de sus hermanas.

Ninguno de los tres reparó en su presencia. No tenían por qué. Para ellos era solo uno más de los tantos vínculos pasados y extintos que se habían acercado alertados por la aguda memoria de alguna de las tías, o simplemente por el aviso publicado en el periódico la mañana anterior. Solo Francisca se arrimó y le ofreció un bocadillo que ella rechazó con ese elegante ademán, uno más de aquellos detalles complejos que nadie salvo él estaba en condiciones de detectar.

Cuarenta años desde la última vez. Cuarenta años desde aquella mañana en que les anunció su partida, de pie junto a la puerta de la casita de Almagro, con su bolso de cuero negro y ese libro de Joyce que jamás acababa de leer. Y nunca más una carta. Una llamada. O siquiera un indicio que habilitara el sueño de una búsqueda.

Salió de la casa y encendió un cigarrillo seguro de que no iba a llegar a la mitad antes de que ella buscara también el fresco del aire. Por experiencia sabía que no era larga en las despedidas, y en esta en particular la imaginaba traída más por una voluntad de confirmación que por la posible hondura de su tristeza.

¬¬–Nunca nos explicaste por qué –le susurró justo antes de que lograra escabullirse hacia la calle.

–Por amor –respondió ella sin volverse.

–¿A quién? –retrucó él consciente del peligro de que fuera aquella su única aclaración–. ¿A vos?

–A mi libertad –agregó por fin–. Un amor puede ocultar otro, pero no eternamente.

La frase encerraba una declaración, pero también una sentencia. Ese decir sin decir, persistente, tenaz. Un detalle final antes de reanudar la marcha. Sin volverse. Siempre sin volverse.

–¿Te acordás de lo último que te dije esa mañana? –preguntó él mientras pisoteaba la colilla del cigarrillo, buscando, tal vez, ensuciarle la despedida.

–Vagamente.

Y ya ninguno de los dos dijo más.

Baúl de consignas

Acá van siete posibles disparadores para la bolsa de consignas:

-        La muerte de la muerte
-        Un amor puede ocultar otro
-        Autorretrato de un tímido
-        Inevitable declinación
-        Se acabaron los porotos
-        El día que desapareció el obelisco
-        Cuando el duraznero (limonero, manzano, etc.) llora

Saludones, 
Alejandro

domingo, 17 de julio de 2011

¡ESE SOL, ESE MALDITO SOL!



Se modificó, con el tiempo, el significado de las celebraciones patrias y si las religiosas se diluyeron, al menos las congregaciones persisten de mantenerlas.

No sé en otros países pero aquí empezamos mal. Ya el hecho de “festejar” las muertes de los próceres es indicativo del grado de patriotismo de nuestros gobernantes y habrá que aceptar que es lo único inamovible. El Día de la Bandera es y será el 20 de junio y no el 27 de febrero.

Con el aparente motivo de incrementar el consumo y el turismo al constituir el feriado cualquier otro día que permita un fin de semana largo lo que se logra en realidad, es que el sentido de las fechas patrias se convierta en algo anodino. Todos hemos visto, escuchado y leído las respuestas de niños y adolescentes acerca de qué se conmemora el 25 de Mayo o quiénes fueron sus protagonistas.

Son de una ignorancia que espanta y no hay discursos oficiales ni fiestas imperiales que reviertan la situación.

Imagínense, si no tienen idea de que el 25 de Mayo no es el Día de la Independencia, qué podemos esperar si les preguntamos cuándo es el Día del Himno.

Un alto porcentaje, responderá que no hay. En el más optimista de los casos, dudarán y obtendremos un tímido no sé. ¡Grandes aplausos para el que acertó!

Porque sepan, niños, que hubo un tiempo en que el 11 de mayo se realizaba, en todas las escuelas, el acto correspondiente al Día del Himno Nacional.

Esto me recuerda que mi paso por la secundaria fue terrible, aunque ahora me resulte meramente graciosa y cuente, entre divertida y nostálgica, las anécdotas.

Tiré por la borda los altos promedios anteriores. No fui más una buena alumna, ni obediente, ni callada, ni quieta y las única experiencias que me faltaron fueron fumar en el baño y hacerme la “rabona”, como se decía. Lo primero porque empecé más tarde y lo segundo porque mi padre era profesor en esa escuela, ¡cómo justificaría no estar en clase!

Partícipe primaria o secundaria de varias tropelías grupales, siempre terminaba en la Dirección y cumpliendo penitencias. No sé si éramos rebeldes con o sin causa. Tal vez fuéramos, simplemente, adolescentes que respondíamos (mal) a una época de conflictos propios, sociales y del país.

Éste es el contexto en el cual hace su aparición una figura indispensable: la profesora de Música que, ya desde el nombre Edmea, se constituyó en el blanco perfecto para nuestras burlas.

Fea sin contemplaciones, de gesto adusto, flaca en extremo, labios y uñas pintadas de rojo oscuro, tal vez largas para quien se ganaba la vida dando clases de piano, estaba casada por tercera vez. Casada, lo que significa que a los dos anteriores los había enterrado, simplemente.

No sé quién le puso el sobrenombre de “Tutankamón” pero cuando se tienen catorce años, todos los mayores de treinta son viejos. Al superar con creces ese límite, Edmea daba para momia.

La recuerdo siempre de mal humor y nosotros colaborábamos bastante, es cierto. Para el 17 de agosto ya se sabía que no iba a encontrar la partitura de la Marcha de San Lorenzo, por ejemplo.

Si quería ensayar el Himno a Sarmiento, arrancábamos con un grito: “¡Feboasoooma!”

Ese año nos enteramos de que era alérgica a la ruda. ¡Para qué! Cada uno llevó un ramito que pisoteamos y restregamos en cuanto lugar encontramos libre en el aula. Huyó estornudando del salón no sin antes hacer señas: “Usted, usted, usted y usted a la Dirección”.

Fueron las primeras cinco amonestaciones con su correspondiente “sin salidas por equis tiempo”, cosa que soporté a menudo. No siento que me haya afectado mucho.

Al año siguiente, más cauta, no participé activamente en ninguna de esas bromas pesadas aunque disfrutaba de los preparativos y sus resultados.

Una de ellas fue un 11 de mayo, fecha en la que a última hora se realizaría el acto conmemorando el Día del Himno.

Edmea se sentó al piano y ejecutó la marcha que indicaba que entraría el grupito selecto: la abanderada con sus escoltas.

–A continuación, entonaremos las estrofas del Himno Nacional Argentino –anunció la Directora con mucha pompa y ceremonia.

Profesores y celadoras vigilaban con ojo atento que todos estuviéramos en fila, derechitos y con las manos atrás.

–¡Quiero ver una sola cabeza partir de aquí!

Y creían, seguramente, que así se honraban los símbolos patrios y se respetaba a los próceres.

Edmea colocó la partitura, hubo miradas y gestos de complicidad en silencio cuando tocó el primer acorde.

Al llegar al quinto compás, el sol no sonó. Tampoco el fa ni los dos mi…¡Pero el sol es tan importate, tan doloroso y tan dulce! Edmea se asombró aunque hizo lo correcto, siguió tocando.

Unos compases más allá, otro sol…nada. Entonces sí se inquietó. Se levantó un poco del taburete, giró la cabeza para mirar a “los” alumnos y, sobre todo, a la Directora, que le hizo señas de que continuara.

Pero ella estaba muy enojada. ¡No era cualquier acto, era el Día del Himno!

Pidió disculpas, explicó que no entendía qué pasaba y volvió a empezar, desconfiando.

Primeros compases, todo normal. En el cuarto disminuyó un poco la velocidad para asegurarse de que el quinto dedo, en ese quinto compás tocara el sol con toda su magnificencia. En vano. Ya todos los alumnos trataban de disimular una carcajada que no tardó en estallar con los aplausos cuando logró superar los nervios y terminar el Himno.

El resto del acto estuvo correcto.

Sólo que Edmea tenía los ojos entrecerrados porque una idea le daba vueltas en la cabeza: abriría la tapa del piano para ver lo que, seguramente “esos” alumnos, habían hecho.

Lástima que equivocó el momento, debió haber esperado a que el patio estuviera vacío. Del error se dio cuenta cuando, aparatosamente, levantó la tapa pensando en darles una lección y, al mismo tiempo, hacerles saber que no era tonta.

Su grito sobresaltó a los distraídos: sobre los martillos había un gorrión muerto, que levantó de un ala para sorpresa de casi todos.

Más carcajadas, humillación y rabia contenida de Edmea.

El grupo maldito fue citado en forma inmediata a la Dirección, donde nos esperaba la directora con la cara que ya conocíamos de memoria.

–Me dicen quién de ustedes fue o les pongo amonestaciones parejas, diez a cada uno.

Tras varios minutos de vacilación, el Negro B… confesó haber sido él, aclarando que los demás no habíamos tenido nada que ver.

–¿Vos sabías?

–Sí, señora, pero no participé en nada.

Uno a uno, los tres contestamos lo mismo porque, sinceramente, era la verdad.

–Cinco amonestaciones a cada uno por cómplices.

El culpable, sumada la pena a otras que había recibido antes, quedó fuera del año escolar y no volvió más.

Me esperaban tres meses saliendo de casa sólo para cumplir con mis obligaciones y sin saber que lejos estaba de ser la última penitencia.

15/07/2011

EL SINDROME DEL ALTILLO C/ BANDADA DE RECUERDOS

Mariana, doctora en psiquiatría subió las escaleras sin encender las luces. Además cerró sus ojos. Quería descubrir, para su tesis, qué siente una persona subiendo escaleras a oscuras. Preparaba una tesis sobre el Síndrome de Pánico que puede ser disparado por el temor a quedar ciega.
¡Tía Irina! ¡Soy Mariana! -gritó bien fuerte para vencer la sordera de su tía.
Cuando abrió la puerta del altillo la vio sentada en su hamaca de doble rulo, mirando por la ventana hacia la calle Perú.
La anciana algo debe haber escuchado porque preguntó ¿Quien es?
-Soy Mariana -repìtió la joven y agregó -¿Qué hace sola en el altillo?.¿No tiene frío?
-Mi querida sobrina la soledad solo existe en la mente de cada uno -contestó Es muy abrigada esta mañanita que me tejí, che. Acá lo paso muy bien, mirando y recordando cosas de antaño.
¿Sabés que no recuerdo cuando retiraron el buzón rojo de la esquina?
-¡Ay Tía! La gente ya no escribe como antes -dijo Mariana -ahora todo es e-mail, chatear o celular.
-Mirá esta foto.
El papel brillante mostraba una joven apoyada en un auto Ford negro modelo 46 con la puerta abierta, que con su mano alzada ponía sombras a sus ojos.
-Es de tu madre cuando tenía 16 años.
-Parece mayor -dijo Mariana y preguntó -¿porqué tan blanca?
-Querida, a los 15 años ya éramos mayores y la moda era vernos blancas, blancas, como enfermas...
¿Bajamos? -preguntó la anciana -otro día volveremos, y te mostraré mas cosas ¿Quieres?
-Si, me encantaría.
Debo terminar mi tesis sobre el Síndrome del Altillo. Este es nuevo -pensó Mariana.

sábado, 16 de julio de 2011

El Arcón ( C/ bandada de recuerdos)

Érase una vez, hace poco tiempo…

En el pequeño país de los trastos viejos “El Arcón”, se acomodó un nuevo vecino, Manuel, el ratón.

El vecindario se componía de “Romántica”, el vestido de novia que creyó en el amor. “Fracasado”, un frasco de vidrio vacío,
quién suponía contener suspiros. “Brutus” un libro semiderruido que había perdido la tapa. “Gitana”, un disfraz de hada que en su mejor momento arrancó sonrisas a niños, y “Familiero” un desvencijado portarretrato familiar despojado de almuerzos y cenas.


Todos ellos, observaban admirados y asustados como Manuel espiaba por el ojito de la cerradura, paraba su colita - ¡no hay moros en la costa! - y, zig, zag, zig, velozmente se perdía volviendo con un rico pedazo de queso, mientras el gato peinado ronroneaba cerca haciendo su ronda.

Los trastos viejos, sucios y amarillentos, vivían quietecitos, en silencio por miedo a que los arrojen a la basura. Ni entre ellos hablaban.

Despacito, de a poquito, fueron acercándose a Manuel. Primero grandes partidas de truco. Luego, largas tertulias conmocionaban el pequeño país. Parecía que el silencio y la quietud habían quedados dormidos.

Manuel, que era amable y bondadoso compartía con ellos gran parte de su tiempo, pero la demanda de sus nuevos amigos era tanta que con el transcurso de los días, se dio cuenta que su zig, zag, zig ya no era tan veloz. El gato peinado se relamía gozoso tras su cola.

Decidió tomar distancia y entrenarse con tesón, hasta que su zig, zag, zig volviera. Además, en una de las salidas había conocido una ratona que quizás, quizás, hiciera cueva con ella. Dijo no a las invitaciones de sus amigos y trató de pasar el mayor tiempo posible sin hablarles, con la excusa amable de su entrenamiento.

Las tristes y pálidas caras de sus amigos que volvieron al silencio silencioso de la vida que alguna vez fue gloriosa y ahora no, lo hizo reflexionar.
– Ésta no es la solución. ¿Cómo ayudarlos? – pensó. Problema, que quizás para ellos no lo era pero, para él sí. En definitiva él era un simple ratón escurridizo, fisgón.

Manuel pensó y pensó y pensó.

En la mañana, espió por el ojillo de la cerradura, paró su colita y zig, zag, zig corrió en busca de queso. Se sentía tan liviano que hasta burla le hizo al gato peinado, robando pedacitos de torta en sus narices.

Al mediodía invitó a todos sus amigos a comer queso y torta, quería hablarles.

–Queridos amigos, pronto me iré de aquí, hay una ratoncita que me tiene del coco, pero antes de irme me gustaría que ustedes pierdan el miedo de ser arrojados. En definitiva todos tenemos algo en común, la búsqueda de felicidad. Al miedo hay que atravesarlo.

– ¿Cómo hacerlo? Ya no nos quieren – dijeron al unísono.

– ¿Que recuerdan de su pasado ?

– Bla, bla, ble, ble, bli, bli, ta, te, ti, cric, crac.

– ¡Por favor! ¡De a unoooo! ¡No los entiendo! Exclamó Manuel tapándose los oídos. Definan con una palabra.

– Amor y cuidado de nuestros dueños–- dijo Familiero.

– Si, si, siiiiiiiiii.–- gritaron todos.

– Bien, y ¿qué es lo último que recuerdan cuando fueron colocados aquí?

– Ahora es una estrella, o está en una estrella.- dijo Romántica.

– Si, si, siiiiiiiiii - dijeron los demás–-¡La culpa es de las estrellas!¡Odiamos a las estrellas! – volvieron a gritar.

Manuel no podía salir de su asombro, ¿culpar a las estrellas que eran tan hermosas...? Él recordaba que una vez había escuchado decir un padre a su hijo…” - Ahora tu abuela está en el cielo. ¿Ves esa esa estrella? Siempre estará contigo…. Pero lo hacía como un gran regalo indescriptible de amor a su hijo.
Mmmmmmmmm, estrellas, recuerdos...

– Amigos, tengo la razón del porqué. Escuchen. La explicación está en Brutus. Ustedes saben que los ratones tenemos cerebro simple, pero muy buen instinto. Cuando estamos frente a Brutus, es imposible no leer su frase remarcada. “La culpa, querido Brutus, no es de nuestras estrellas, sino nuestra”. Significa que la mano que lo colocó aquí, lo hizo para resguardarlo, y le pide disculpas por no haberlo cuidado lo suficiente. De la misma manera, a todos ustedes. Además, en una de mis tantas salidas, leí grabado en el techo del Arcón la palabra "Recuerdos" .Significa que ustedes tienen un título que deben respetar. Y hacer honor. Aquí no hay desamor, hay muchísimo amor de quienes los guardaron.

Manuel ya no está con ellos, cada tanto los va a visitar con su prole. La vida en el Arcón ha cambiado, hay días de recuerdos, de compartir experiencias. Gitana canta cuentos. Romántica aprende a bordar. Brutus enseña teatro. Familiero cuenta anécdotas y el frasco Fracasado, se ocupa de recoger sonrisas.

Ahhhhh, olvidaba, cada uno de ellos ha hecho un lugarcito para nuevos recuerdos.

viernes, 15 de julio de 2011

Páginas para escritores

Gentes, les paso dos páginas interesantes:

Ciudad Seva: http://www.ciudadseva.com/: recursos, textos, información

Escritores.org: http://www.escritores.org/: recursos, concursos, noticias interesantes.
Espero que les gusten!
Greis

Consignas - Propuesta

Gentes, Alejandro propuso  sacar ese calendario y cuando alguien se sienta inspirado, mandar una consigna, sin limitarnos a usarlas solo esa quincena sino cuando queramos, como si fuera un "Baul de consignas" (pueden leer su propuesta en mi entrada anterior sobre este tema)

Me parece una excelente idea, posteemos nuestras consignas con título "Consigna (y agregar la fecha)" y la etiqueta "consignas" y el nombre del autor.

Probemos, si vemos que no aparecen consignas siempre podemos volver al calendario.

Voy a hacer este cambio el domingo 17 de julio, si alguien se opone, por favor que me avise antes.
Gracias!
Greis
José, tus palabras resuenan y resuenan en medio de mi pecho. Lo vuelvo a leer. Me conmuevo. Qué discreta y rotunda manera de decir. ¡Muchas gracias!
Ale.


Mi computadora está en el "service" por unos días y desde aquí -en el trabajo- no puedo comentar, veo si me lo permite por "nueva entrada".

jueves, 14 de julio de 2011

ARRINCONADO


arrinconado
en una tristeza
pegajosa
deslumbrante de inquietudes
como la vida
cuando te dice
que no
sin palabras
sin aviso ni señales

un oscurecimiento
repentino y
cargoso
casi lúdico
impacta en uno
¿qué es uno?
uno es
yo
en este caso
triste
y no me quiero salir
aunque me gustaría
no me puedo desdoblar
porque soy uno
y múltiple
soy dios y hombre
y si dios ha muerto
qué se espera de un hombre de apenas
carne