domingo, 30 de marzo de 2014

Renuncio a la poesía





Renuncio a la poesía
si debo revestirla
de banderas falsas
para transformarla
en el arma falaz
del mercenario.
Renuncio a la poesía
si las palabras derramadas
no nacen del dolor,
del miedo,
de la duda o la sonrisa…,
es decir
si no nacen desde adentro,
bien adentro de la vida.
Renuncio a la poesía
si para decir amor
preciso el plástico
de las flores coloridas de un bazar,
o las empalagosas mieles
de abejas de metal.
Renuncio a la poesía
si debo aceptar,
¡niño obediente!,
que dos más dos son cuatro,
y que el barro
no se hizo para mis pies inmaculados.
Renuncio a la poesía
si debo cerrar los ojos,
y la mente
y la lengua
y otras cosas
al desamparo del hombre,
a la podredumbre,
a la opresión del miserable
con bastón de mando
y obesas, malolientes cuentas
que vomitan sangre ajena
en relucientes y blindadas cajas
de acero inoxidable.
Renuncio a la poesía
si solo debo buscar tu aceptación,
o los botones desprendidos
de la blusa y la falda
de una muchacha que sueña.
Renuncio a la poesía
si con ella
pretendo encaramarme a un pedestal
con sólidos fundamentos de humo,
y si solo debo transitar
por los senderos
que me indican los carteles.
Renuncio a la poesía de pulidos bordes
“sedosos, amorosos”,
como los cabellos de Susana
(o tal vez otra modelo igual de hermosa)
en un viejo anuncio de champú.
Renuncio a la poesía.
¿Y qué?
Después de todo…
¿A quién le importa que otro idiota
renuncie finalmente a la poesía?

sábado, 29 de marzo de 2014

¡Otoño!

Parece mentira, cómo pasa el tiempo doña... ya estamos en otoño, quién lo hubiera dicho.
Si parece que fue ayer nomás que nos derretíamos a la luz de las velas en Navidad, tomando agua tibia porque ni un cubito tenìamos.
Se pasaron las vacaciones y ni cuenta nos dimos, corriendo atrás de vaya una a saber qué...
Y de repente empieza el fresquito y las alergias, tenemos esas lluvias locas que duran medio día y el otro medio un solazo que parte el asfalto pero eso sí, con una brisita otoñal que levanta remolinos de hojas en un susurro que invita a soñar.
Qué quiere que le diga, doña... ¡A mì me encanta el otoño!



(Video: Otoño Porteño, de Astor Piazola, por Daniel Barenboin y Rodolfo Mederos)