jueves, 28 de junio de 2012

La respuesta (consigna "la muerte de la muerte")




¿Puede morir la muerte? Cuatro palabras de trazos opacos y temblorosos sobre un muro descascarado desafiaron mi comprensión y se instalaron desde entonces en algún rincón olvidado de mi cerebro. Recuerdo haber mirado el graffiti con el desinterés propio de un niño regresando a toda prisa del tedio de la escuela. Ni siquiera me pregunté por qué nunca lo había visto en ese corto y rutinario trayecto hasta mi casa. El barrio en ese entonces lucía sus fachadas bajas y modestas salpicadas con terrenos baldíos que los niños convertíamos en los escenarios de nuestra fantasía.
¿Puede morir la muerte? La frase insistió al día siguiente logrando que me detuviera a observarla. Obedeciendo un impulso, deslicé mis dedos sobre la pintura retirándolos de inmediato con la sensación de haberlos posado sobre la puerta de un horno, un horno extrañamente pulsante. El susto y la impresión no fueron suficientes para vencer a mi curiosidad; con cautela fui aproximando nuevamente la mano hasta tocar la superficie. Volví a experimentar el calor, que ya no parecía quemar, sino transmitir una inexplicable sensación de bienestar. Fui recorriendo una a una cada letra tratando de comprobar si todas me producían la misma tibieza y esa especie de latido que se sentía como el arrullo de una canción de cuna. Cuando terminé, observé mi mano. Una nítida “m” se había dibujado en su palma, a pesar de que la pintura parecía antigua. Recuerdo haberme frotado enérgicamente sin conseguir siquiera deformar el dibujo. Apenas llegado a casa le conté a mi madre la experiencia, a lo cual me respondió con una sonrisa complaciente. Cuando intenté ofrecerle la prueba de la marca en la mano derecha noté sorprendido que ésta había desaparecido sin dejar el menor rastro. Lo mismo ocurrió con el graffiti, al que jamás volví a ver. Algunas décadas después, esa anécdota se había borrado totalmente de mi memoria, desplazada por otras innumerables y más cercanas en el tiempo.
Mi vida se deslizó por carriles comunes hasta depositarme una mañana cualquiera en Los Corales, un pequeño pueblo de pescadores recostado en una bahía apenas perceptible en la inmensidad del Atlántico. Un vuelo cancelado, una espera de dos días, un mapa y las ganas de escaparme del bullicio de las ciudades —nada especial, simples circunstancias— me llevaron a ese rincón del que nunca había oído hablar.
—No servimos desayuno, pero si va al puerto, acá nomás, a doscientos metros, preparan un café que es la envidia de la comarca. Los pasteles son únicos. “El Ancla”,  se llama el bar —me dijo el dueño del único hotel—. Lo va a encontrar enseguida, no hay otro —agregó sonriendo.
El sol resplandecía a media altura en un cielo completamente libre de nubes, era una mañana deliciosa. Caminé sin prisa, disfrutando de la brisa levemente salobre y la perspectiva de un descanso inesperado y oportuno. El azul del mar era muy intenso; a lo lejos, como gaviotas posadas en el agua, se distinguían algunos veleros. Me detuve un momento dejando que mis pensamientos se desplazaran en absoluta libertad en medio de un paisaje que llenaba mi espíritu de sosiego.
—Un pigargo; águila marina. Es muy raro verlos —la voz de contralto me sorprendió. No la había visto llegar. Me señalaba un ave de gran envergadura volando muy alto—. Es una especie casi extinguida —continuó sin dejar de observar al ave que se alejaba.
La joven mujer parecía embelesada. Sus rasgos me resultaban vagamente familiares, algo incongruente en esa geografía tan lejana a mis rutinas. Cuando nos miramos casi pego un brinco. También noté en ella un gesto apenas reprimido de estupor. Tal vez fue en el transcurso de un segundo, no lo sé. Le extendí la mano para saludarla sin dejar de mirarla a los ojos. Entonces ocurrió.
La misma sensación, la misma tibieza, el mismo latido.
¿Puede morir la muerte?
El recuerdo fue instantáneo. Pero sólo fue el comienzo. Un vértigo de imágenes y sensaciones que abarcaban todos los sentidos me inundó por completo desde el fondo de sus ojos. Cuevas oscuras impregnadas con olores salvajes y humo espeso. Sonidos guturales, frío de rocas, ríos congelados, hambre y peste, yermos sedientos, huesos blancos reverberando soles en la soledad más absoluta. Sentí el mareo del náufrago, la euforia de la sangre del enemigo goteando en la punta de una espada. Vi los fuegos de San Telmo y los ríos incandescentes bajando veloces desde la furia de los volcanes. Pude percibir mi sangre derramándose una y mil veces. Y vi campos sembrados, selvas huérfanas, nieve y lluvias interminables, eclipses e incontables lunas elevándose en el horizonte. Venenos de serpientes y escorpiones quemaron mis venas con dolores indescriptibles. Caricias de madres, avidez de leche, canciones, pasiones en hierbas y alcobas, paz y guerra, llamas, cuerpos enlazados, alegría y llanto.
¿Puede morir la muerte? ¿Puede morir la muerte? ¿Puede morir la muerte?
Ella. Su rostro girando en el centro del vórtice. Ella. Auroras y ocasos como chispazos infinitos.
¿Puede morir la muerte? ¿Puede morir la muerte? ¿Puede morir la muerte?
Pulsaciones en nuestras manos, acompasadas en un frenesí magnético inagotable. Desfile de astros y mundos desconocidos, formas inimaginables, dimensiones imposibles, luces, colores, irrealidades...
—Yo… —de repente su voz quebró el ensueño—, te vi…  yo… tú… mira —dijo repentinamente mostrándome la palma de la mano—: la “m” parecía un tatuaje. Miré la mía y ya no me asombró ver el mismo y exacto trazo.
—Esto es… —no pude hilvanar la idea que se insinuaba en mi mente.
“¡Mami!”, una niña le hacía gestos desde la otra vereda.
—Debo… debo irme ahora —dijo turbada.
—Espera —le dije—. Toma mi tarjeta, por si no vuelvo a verte por aquí Debemos hablar…
—Ariadna —respondió—. que volveremos a encontrarnos —agregó acentuando la frase. Luego cruzó la calle corriendo. Se detuvo junto a la niña y me dijo a viva voz—: Ramiro, ¿puede morir la muerte? —Me miró significativamente y luego se alejó tomando a la pequeña de la mano.
Quedé profundamente conmovido sin atinar a nada durante un lapso impreciso. Muy cerca se veía el cartel con un ancla dibujada.
Mi ilusión de descansar se hizo añicos en los vanos intentos por encontrarla nuevamente. No recuerdo, ni intento recordar, cómo transcurrieron esos dos días. De regreso a Rosario, el trabajo volvió a absorberme casi por completo.
Pero ahora, ya nada es igual. Creo haber encontrado la respuesta demorada desde la niñez. Una energía invisible me envuelve, como si fuera el campo de gravedad de un poderoso cuerpo astral.
¿Puede morir la muerte?
Espero un llamado.
Sé que llegará.



lunes, 25 de junio de 2012

UNA NOCHE EN LA FERIA DEL LIBRO

UNA NOCHE EN LA FERIA DEL LIBRO (inspirado en “Una noche en el Museo”) Jorge Umberto Malpeli
A Mayordomo lo conocí en la Feria del Libro. Recuerdo patente, patente, aquella noche cuando las luces de la muestra, se fueron apagando. Solo algunos stands permanecían iluminados El sol aparecerá sobre Buenos Aires a las 7.35. Este relato finaliza a esa misma hora.
 -¡Hola! -Soy yo, aquí arriba, el Mayordomo de “Crimen colectivo”. -¡Ah!- dije- Soy el Chofer de “Conduciendo a... -Ya sé. -¿Qué te parece si damos una vuelta?
-¿No será peligroso? -Dale, dale, no tenemos mucho tiempo.
-¡Guay! ¡Cuidado! ¿Quien es? Pregunte.
-El Che Guevara. Sale todas las noches con su moto.
-¿Y Fidel?
-Aparece mucho más tarde y se reúne con un grupo de guerrilleros. Todos fuman habanos.
-Ahí está Karlos Arguiñano con el Gato Dumas.
-Seguro que están hablando de comidas -afirmó Mayordomo.
 ¡Oh! En ese stand está Scherlock, con Watson..
-Pasemos de largo...me tiene loco con sus preguntas.
-Allá vienen como todas las noches, Don Quijote a caballo y Sancho Panza en burro. Dejan todo sucio. Tiene que venir Cenicienta a limpiar. ¡Pobre!
-¡Dios mío! Mirá quienes andan por allá arriba.¿No son los siete enanos?
-Si, cantan todas las noches creen que marchan al socavón.
-¡Guay! Otra vez te salve la vida. ¿No viste el helicóptero?-pregunté.
-No hace nada. Es el que voló de la azotea de la Rosada.
-Paremos...allí hay una manifestación Mirá las banderas rojas...
-Es Lenin y sus camaradas. Recorren todo el salón, sin molestar a nadie.
 Eran las 7.35 cuando....

sábado, 23 de junio de 2012

Supresor del pasado



INSTRUMENTO ELECTRÓNICO PARA BORRAR RECUERDOS

            Juan Lazarte leyó el manual de instrucciones y siguió el procedimiento indicado.
            Entonces olvidó, en orden sucesivo: los malos recuerdos; los buenos; su esposa; su trabajo; su nombre; su mundo.
Finalmente olvidó su olvido.
            Juan Lazarte leyó el manual de instrucciones y siguió el procedimiento indicado.

martes, 19 de junio de 2012

DOÑA ROSALIA Y EL PLOMERO

DOÑA ROSALÍA Y EL PLOMERO
Jorge U. Malpeli
Como casi todas las tardes de verano la muchacha de la casa colocó en la vereda dos sillas apoyadas a la pared , bajo la sombra de los aromos. Doña Rosalía, viuda del ingeniero Nicolai Nóvikov desde hace dos años, se sienta en una de ellas y lentamente quita la envoltura de un caramelo dulce y lo pone en su boca. Al momento, llega la muchacha con un mate amargo, recién cebado y mientras espera que Doña Rosalía lo tome, se sienta en la otra silla.
De su San Luis natal, en la lejana Argentina, Rosalía había traído, además de otras, la costumbre provinciana de tomar mate en la vereda con un caramelo en la boca tal como lo hacían los rusos en la colonia de Jacinto Araus donde vivió un tiempo con su marido Nicolai.
El sol ha bajado y el calor ha cedido bastante, cuando a su derecha, por la calle de tierra, se aproxima, montado en su bicicleta el señor Witold. Al no saber su origen ni su apellido muchos en el pueblo creen que su nombre completo es Witold Elplomero y así lo llaman. Es el nuevo vecino que se mudó a tres casas más allá. El señor Witold había llegado de Polonia, con una mano atrás y otra adelante y trabajó como soldador-plomero en la mina..
Antes de alcanzar la casa de doña Rosalía baja de su bicicleta, quita el broche de tender ropa de la pierna de su pantalón, asegura su caja de herramientas en el portaequipaje y con la gorra visera en una mano y la bicicleta en la otra, sube a la vereda y avanza con paso cansado. -Boastardes doña Rosalía -saluda y solamente, cuando está la muchacha agrega: Laura ... -como si la conociera de antes.
Sin esperar respuesta a su saludo se abrocha el pantalón, se pone la gorra, sube a su bicicleta y pedaleando lento, sin apuro, desciende a la calle en la próxima bajada.
-Creo que este te anda haciendo la pasadita -dice doña Rosalía, mientras devuelve el mate vacío. Laura no le responde. ¿Cuántos años tendrá?,calculo no más de cincuenta. Estos rusos siempre aparentan tener más -concluyó la viuda.
-No es ruso, es polaco -afirmó Laura.
-Da lo mismo.
-Además la pasadita se la hace a usted -completó la muchacha moviendo su dedo índice de arriba a bajo.
-¿Y vos cómo sabés? -preguntó doña Rosalía, pero la chica ya había entrado a la casa en busca de otra cebadura. -¿Y vos cómo sabés? -repitió la viuda al recibir el mate lleno.
-A veces lo veo en la carnicería -respondió Laura.
-¿Y qué carne compra, che?.
-El sigue con la kuchnia polska. Así que compra cerdo, falda de vaca, salchichas, tocino y en la verdulería hongos y repollos. Una vez me invitó a cenar. ¿Se acuerda el sábado que le pedí libre? Bue, fui. Preparó bigos -concluyó.
-¿Bigos? -preguntó Rosalía.
-Bigos, si -contestó Laura -es un tipo de guiso polaco que tiene de todo y además repollo cortadito. Está bueno...para aquellos a los que no les cae mal el repollo.
-¿No se habrá propasado, no? -insinuó la viuda -¿y que toma?
-En la comida vino y después unas copitas de vodka.
-Me gusta el vodka, es fuerte pero rico. En todos estos años -continuó Rosalía -al único que visité es al médico y no me fue tan, tan mal; algunas pocas alegrías y muchas tristezas. Son los únicos autorizados para tocarte ¿Verdad?
-Para que sepa no me propuso nada indecente, aunque ahora hacer el amor en la primera cita no es considerado indecente sino como un ... ¡Éxito Señora, éxito! -contestó Laura con retraso. Además se la pasó preguntándome por usted.
-Un santo, sin duda -dijo Rosalía intrigada -lo único que nos faltaba en el pueblo; ¡un plomero santo! ¿Y se puede saber qué te preguntó de mi?
-De todo señora...de todo, ¡hasta si tenía dinero, me preguntó!
-Y vos ¿ qué le dijiste?
-¿Yo? ¿Qué le voy a decir?-respondió Laura -la verdad, señora, la verdad. Que lo único que tiene es su jubilación y la pensión de su marido, que trabajaba en la mina.
-Muy bien hecho Laura, muy bien hecho, nadie tiene que saber cuanto dinero de la indemnización tengo en el banco... de cuando explotó la mina -afirmó Rosalía devolviendo el mate. -está haciendo frío che ...nos vamos para adentro... entrá las sillas. Si Dios quiere el próximo será nuestro último invierno en Yubiléinaya -agregó.
Días después...
-Mire doña – dijo Laura espiando por la ventana- ahí está de nuevo.¡Pobre! con el tremendo frío que hace, mirando para adentro.
-¿Quién? –preguntó Rosalía –no me digas que está Witold otra vez.; ¡dos grados bajo cero! Decile que espere, me pongo el ushanka y el gamulán y voy a saludarlo.
-Hace unos días lo vi de nuevo en la carnicería -afirmó Laura. -no estaba comprando; arreglaba un caño de agua en el techo que se rompió por congelamiento.
-Dobry wieczór -saludó la viuda. -Dobranoc contestoWitoldelplomero.
..............................................................................................................
-Vos subí tranquila - dijo Doña Rosalía -que yo sostengo la escalera
-¿Le parece señora? ¿y qué tengo que hacer allá arriba?
-¿Ves el caño de agua del tanque domiciliario? Bueno, quiero que le quites todos los trapos que lo recubren. Tomá... llevá el alicate para cortar las alambres.
-La trampa está armada –pensó Rosalía -mañana llamaré Witold por la pérdida de agua. Prepararé Bigos para la cena.... lo acompañaré con algunas copitas de Vodka.
Tal vez podremos bailar una mazurka de Chopin.

domingo, 10 de junio de 2012

BANDEJAS DE ACERO INOXIDABLE


BANDEJAS DE ACERO INOXIDABLE.
Jorge Umberto Malpeli

¿Los diálogos salvarán el mundo?
....................................................................................................

-Aquí tiene..; cinco piedras pómez. ¿puedo preguntarle algo?
-¡Como no!
-¿En que las usa?
-Le contaré mi secreto; dos son para limpiar los bordes de  mis  bandejas de acero inoxidable, una es  para mis talones, y  estas dos son para enviarlas a mi hermana, Jerutí, que vive en Asunción y allá no se consiguen.
-¡Esta muy  bien! . Entonces me debe treinta pesos. Si tiene cambio le agradezco. Y una pregunta; ¿Qué significa Jerutí?
-Jerutí, con acento en la i, en Guaraní,  significa “paloma” es el nombre de mi hermana..-
..............................................................................................
-¿Se puede saber para que mierda  cambiaste los puntos de la tarjeta de crédito  por esas bandejas de acero inoxidable?
-Siempre quise tener una para servir los fideos con pesto a la genovesa-
-Si ya sé; catorce hojas de albahaca fresca, tres dientes de ajos, tres nueces, dos cucharadas de queso rallado, y aceite suficiente. Todo pisado en el mortero de mármol. ¿Verdad? ¿Y las otras dos bandejas  más chicas, para que mierda son?-
-Te olvidaste los piñones.
-Como nunca se consiguen...
-En el súper chino a veces hay...
-No me contestaste para que son las bandejas mas chicas 
-Si querés se las podés regalar a la “loquita” que tenés desde hace años ¿Te crees que no lo se.?...   ¿Y  ahora te vas?... andate nomás....¿No es temprano para ese bar de Flores? ¡Quiero el divorcio, quiero el divorcio! ¡Ya,  quiero el divorciooo!
...........................................................................................
-¿Le sirvo más, oficial Romera?
-Por favor, digame Horacio. Si, por favor, un poquito más. Y gracias nuevamente por la invitación a quedarme a almorzar. Pero usted sabe que no vine solo de visita...        
-Me imagino; recuerdo la vez anterior cuando vino con sus ayudantes, me revolvieron todo...hasta mis cuchillos se llevaron y a propósito todavía no me los han devuelto.
-¿Cómo...si yo mismo ordené que se los devolvieran? Pero bueno, ya lo harán;  quería comunicarle  oficialmente que la causa abierta por el asesinato de su marido ocurrido  hace mas de un mes,   a la salida de un bar de Flores,  fue cerrada. Por el secreto del sumario no vine antes. No se encontró el arma homicida que le produjo semejante corte en la carótida. ¿Se acuerda?-
-¡Como no acordarme!
- Intento de robo no hubo, así que se desconocen las causas del asesinato.¿ustedes dos se llevaban bien?
-¡De maravillas! Le cuento; últimamente estaba recontento con la compra de esta fuente de acero inoxidable porque los fideos al pesto, que le encantaban,  se mantienen más calentitos. ¿Verdad?
-Muy cierto, muy cierto  ¿Me puedo servir más?.-


sábado, 9 de junio de 2012

“Un para siempre”






Las fotografías y el tic tac del reloj, me hacen volver a este tiempo incesante, que lo único que logra es hacerme estallar de rabia y de impotencia, con una profunda tristeza, más allá de la melancolía. Si tan solo estuvieras aquí, si tan solo...












Un leve pestañeo me hizo recordar que lo único que realmente me hace feliz es amarte, a pesar de este terrible aguacero que causan tus lágrimas. Aunque pasen mil tormentas a destrozar nuestro nido y a recoger lo poco que nos queda, jamás se llevarán lo que hemos vivido juntos. Han pasado los años suficientes, todo un sinfín de posibilidades para que los antagonistas de esta historia lo arruinen todo. Pero nosotros no seremos historia, somos infinitamente “un para siempre”.
Cada una de las cosas que te vuelven a revivir son pasajeras, escuchas el leve sonido de un respiro tras tu puerta, ya no sientes frío ni calor, ni hambre ni fatiga. Te vuelves a sentir como en un principio de tu vida, en el que todos están pendientes de ti, cuando en realidad solo lo harán por un poco tiempo más. Al nacer eres el centro de atención, y cuando dejas de ser niño toman en cuenta solo tus faltas y errores. La muerte es a veces una solución, pero una constante tortura para los que se quedan recordándote.
Nunca quise que pasaras por esto, no pretendía que te quedaras esperándome en aquél cuarto, yo sabía que la tortura para mí se estaba terminando, pero también estaba consciente de que la tuya comenzaba desde allí, en esa hora y ese tiempo. Ya te lo he dicho, lo de nosotros es “un para siempre”, con toda esta distancia que hay entre nosotros, tú siempre serás parte de esta eternidad que vivo, aquí bajo los anhelos del hombre, bajo las pisadas de todos, bajo el olvido y bajo el recuerdo.
Aquél pestañeo decidió verte por última vez, repasar nuestra historia dentro de unos pocos segundos, mirarte borrosamente y sonreír a la vida antes de terminar sonriéndole a la muerte. Sin embargo hoy, deseo que te olvides de ese momento, que dejes de mirar las fotografías, que dejes la culpa enterrada junto a mi tumba, o por último bota todo ese estorbo a la basura, porque si en algo puedo contribuir a tu extensa melancolía, es diciéndote aquí en silencio o en sueños, que me dejes marchar, para que vaya a cotizar los precios de nuestra nueva casa, aquí en este lugar tan bonito. El único destino del hombre es la muerte, y llegará ella algún día a regalarte un pasaje de boleto igual que el mío, nos volveremos a reencontrar, porque nuestra historia de amor es “un para siempre”.