sábado, 23 de noviembre de 2013

20 de noviembre - Dia de la Soberanìa Argentina


El Combate de la Vuelta de Obligado fue el 20 de noviembre de 1845. Las flotas inglesas y francesas venían desde Uruguay por el Paraná, reclamándole a Rosas la libre navegación de los ríos argentinos. Con el puerto de Buenos Aires bloqueado.
Una flota de un considerable número de barcos mercantes norteamericanos, sardos, hamburgueses y dinamarqueses, además de ingleses y franceses, protegidos por cañones, zarpa desde lo que hoy es Ibicuy (Uruguay). 
Rosas le encomienda a Mansilla que defienda el río y Mansilla los espera en la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, con 24 buques y cadenas que cruzan de una margen a otra las aguas. 

A las 8.30 horas se inicia el avance, y Mansilla proclama a sus hombres: “¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. Pero no lo conseguirán impunemente. ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!”.


Cuando la munición de los defensores se terminó, al callarse las baterías, recién entonces se atrevieron los enemigos a realizar la operación de desembarco. Hotham, mediante señales, pide apoyo a Trehouart. A las 17.50 los 325 infantes de marina de Sullivan llegan a tierra cerca del amarradero de la cadena. Los defensores los esperan con una carga al arma blanca. Sin embargo, la metralla enemiga, unida a los cohetes a la “Congreve” de los anglo-franceses, diezman a la infantería argentina. Pese a ello, los ingleses son arrollados y corridos hasta sus botes. Mansilla cae herido por un casco de metralla. Lo sustituye el coronel Francisco Crespo, que sostiene el contraataque. Desembarcan franceses de la “Expeditive” y la “Procide” en apoyo de los ingleses. A las 20.00 horas, Crespo se repliega a las barrancas. Obligado ha caído. Los únicos prisioneros son los heridos graves que recogen los ingleses y franceses para llevarlos a bordo. 

            Las bajas argentinas son numerosas por el heroísmo demostrado en la defensa de la posición: 250 muertos y 400 heridos. El agresor, por su parte, tiene 26 muertos y 86 heridos, y las averías causadas a sus buques obligan a la escuadra a permanecer cuarenta días en Obligado, a fin de realizar las reparaciones de mayor urgencia. 

             Crespo, con los sobrevivientes, acampa a dos leguas al norte, sobre el camino a San Nicolás. Los invasores vuelven a sus buques, dejando centinelas en las ruinas de las baterías, sembradas de cadáveres. A la mañana siguiente, los vencedores examinan los 21 cañones de las baterías caídos en su poder. Ninguno es aprovechable: algunos son clavados, otros arrojados al agua, y los más viejos, los de bronce, llevados como trofeos curiosos.  

            Luego de apoderarse de algunas banderas mercantes, ordenan prender fuego a todos los buques que conformaban la línea de atajo. Estas banderas no pueden considerarse como trofeos de guerra. “No eran sino unas insignificantes telas -dirá Baldomero García en la Sala de Representantes de Buenos Aires, en 1848- pues la única bandera de guerra que flameaba en las costa de Obligado, la bandera de la explanada, la bandera de mi patria, nunca fue rendida sino hecha pedazos”.

No obstante, de poco serviría la victoria: No pudieron vender sus mercancìas, no recibieron refuerzos y se tuvieron que volver. Como dice la canciòn... "Venirse al cuete":

(Más informaciòn en Combate de la Vuelta de Obligado )


sábado, 16 de noviembre de 2013

Hombre niebla


Se arrebujó en el viejo impermeable gris intentando una escapatoria de la llovizna otoñal y de la noche que buscaba un pobre contraste en los faroles que más se parecían a faros fantasmales cuyas frías luces mortecinas sólo conseguían acentuar las sombras de los muelles desiertos de calles adoquinadas que ya nadie gastaba. Lejos, muy lejos, sonó la profunda voz de una sirena.
Una sola vez. Un lamento que se extravió en las turbias aguas del río.

   Quisiera que este tango no acabara nunca, Edmundo –la caricia de su acento francés y un perfume delicado completaban la magia que envolvía la delgada figura de la bailarina. La abrazó con la fuerza sensual de la danza.
   —Quedate conmigo, Ivonne. Buenos Aires es nuestro. ¡Carlitos canta el sábado que viene en el Armenonville! Quedémonos para siempre. Los dos.

  Hurgó en sus bolsillos procurando un cigarrillo que no encontró. Más allá, sombras en las sombras, estaban los barcos. Algunos aún se mantenían a flote, sin resignarse a una suerte que ya estaba echada. La niebla se levantaba desdibujando los contornos de las naves huérfanas de horizontes.

   —Au revoir, Edmundo. Fue maravilloso. Siempre, siempre te voy a recordar. Siempre.
    Una gaviota perdida, su pañuelo en el adiós del barco.

    Caminó lentamente, sumergido en las tinieblas de esa atmósfera irreal que olía a óxido, petróleo y podredumbre.

    —¡Vamos, Edmundo! Recibamos el treinta como se merece ¡Esas polacas están ansiosas por festejar y divertirse!
     —Bajen ustedes, muchachos. Después voy.
Los fuegos artificiales iluminan la medianoche festiva de una joven y pujante Comodoro Rivadavia que se recuesta en las colinas terrosas que dan al oeste.

      Amagó un saludo a un guardia apostado a pocos metros, pero éste parecía no ver más allá de sus propios y recónditos pensamientos. Sintió la tentación de pedirle un cigarro pero se contuvo (uno nunca sabe como va a reaccionar un uniformado).

    —No va más. Edmundo. La Compañía quebró, nuestro buque no volverá a zarpar. Dicen que las reparaciones son muy costosas, así que lo van a dejar anclado en el Riachuelo. Los jóvenes seguramente encontrarán otro trabajo, pero nosotros…

      Ivonne…Ivonne…
      La niebla es una mortaja. Chirridos de hierros movidos por un viento impiadoso.
     La silueta de un carguero sujetado por una gruesa y carcomida cadena se dibuja como un muro oscuro. Letras incompletas recuerdan el nombre que alguna vez fue.      Ecos del pasado recorren los pasillos derruidos. Murmullos apagados que se arrastran y golpean las paredes herrumbradas.
       Un hombre cubierto con un impermeable gris observa desde la cubierta.
       Ivonne…Ivonne…
       Un hombre niebla fundiéndose en la niebla.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Más legible?

A pedido de Rolando
y del público lector
hemos cambiado el color
de lo que vamos contando.

Un poco de claridad,
un aporte a la cordura
y un favor a la lectura
que ya no aguantaba más.