Un deseo solidario para este año: En septiembre comencé a colaborar con Médicos sin fronteras
Con $60 por mes se paga un kit de supervivencia para una persona. No es tanto para donar y es muchìsimo para ayudar.
Así que hoy comparto el saludo
que me mandaron con ustedes... y si ustedes quieren compartir $60 por
mes con ellos, sepan que estàn colaborando para salvar una vida. Abajo
están los datos.
¡FELICES FIESTAS PARA TODOS! ¡Ojalá a fines del 2014 ya no sean necesarios los kits de supervivencia en ningún lugar del mundo. Medicos sin fronteras en facebook
Medicos sin fronteras: Carlos Pellegrini 589, Piso 11 - C. Aut de Bs. As. - 1009 - Argentina Tel/Fax. 0810-222-6732 - info@msf.org.ar
Para estas fiestas, una antigua bendición irlandesa "all'uso nostro"
Que tu mesa esté llena de comida pero sin grasa ni colesterol, que la bebida llene tu copa y que no conduzcas si bebiste alcohol. Que no te agobie el calor del verano en estos días, que recuerdes ser tolerante y que no discutas con tu familia. Y en la espera del Niño que llegará en Navidad te deseo todo un año de amor y felicidad
(y si no eres cristiano, que tengas feliz Janucá, Día de Buda, Saturnalia, Yule, Pancha Ganapati, Festivus, Hogswatch o lo que sea que celebres)
Amigos y amigas, permítanme presentarles este libro cómodo,
ideal para regalar en estas fiestas
o para leer en vacaciones,
con un tamaño apropiado para la cartera de la dama
y el bolsillo del caballero.
La cita es en "Paluchino café", Corrientes 1902,
planta alta
(Ciudad de Buenos Aires) el miércoles 18 de diciembre a las 19.00
El programa es:
Presentación (Maximo Morales)
La Posada de las Huellas Perdidas (Norma Escudero)
Yo bailo al son de su música (Gustavo Fuentes)
Peregrino de la medianoche (Erica D'Alessandro)
Pueden invitar a quien quieran, la entrada es libre y gratuita. ¡Allí los espero! El señor del fondo, sí, ya le alcanzo 14 libros... ¿Algún otro interesado?
Amigos, a partir de la semana que viene mi libro de cuentos va a estar en los kioscos: en una primera etapa, en Capital y zona Norte del GBA, a partir del 2014, en todo el país.
El Combate de la Vuelta de Obligado fue el 20 de noviembre de 1845. Las flotas inglesas y francesas venían desde Uruguay por el Paraná, reclamándole a Rosas la libre navegación de los ríos argentinos. Con el puerto de Buenos Aires bloqueado. Una flota de un considerable número
de barcos mercantes norteamericanos, sardos, hamburgueses y dinamarqueses,
además de ingleses y franceses, protegidos por cañones, zarpa desde lo que hoy es Ibicuy (Uruguay). Rosas le encomienda a Mansilla que defienda el río y Mansilla los espera en la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, con 24 buques y cadenas que cruzan de una margen a otra las aguas. A
las 8.30 horas se inicia el avance, y Mansilla proclama a sus hombres:
“¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de
nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un
río que corre por el territorio de nuestro país. Pero no lo conseguirán
impunemente. ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco ydebemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!”. Cuando la munición de los defensores se terminó, al callarse las baterías,
recién entonces se atrevieron los enemigos a realizar la operación de
desembarco. Hotham, mediante señales, pide apoyo a Trehouart. A las 17.50
los 325 infantes de marina de Sullivan llegan a tierra cerca del
amarradero de la cadena. Los defensores los esperan con una carga al arma
blanca. Sin embargo, la metralla enemiga, unida a los cohetes a la
“Congreve” de los anglo-franceses, diezman a la infantería argentina. Pese
a ello, los ingleses son arrollados y corridos hasta sus botes. Mansilla
cae herido por un casco de metralla. Lo sustituye el coronel Francisco
Crespo, que sostiene el contraataque. Desembarcan franceses de la
“Expeditive” y la “Procide” en apoyo de los ingleses. A las 20.00 horas,
Crespo se repliega a las barrancas. Obligado ha caído. Los únicos
prisioneros son los heridos graves que recogen los ingleses y franceses
para llevarlos a bordo.
Las
bajas argentinas son numerosas por el heroísmo demostrado en la defensa de
la posición: 250 muertos y 400 heridos. El agresor, por su parte, tiene 26
muertos y 86 heridos, y las averías causadas a sus buques obligan a la
escuadra a permanecer cuarenta días en Obligado, a fin de realizar las
reparaciones de mayor urgencia.
Crespo, con los sobrevivientes, acampa a dos leguas al norte, sobre el
camino a San Nicolás. Los invasores vuelven a sus buques, dejando
centinelas en las ruinas de las baterías, sembradas de cadáveres. A la
mañana siguiente, los vencedores examinan los 21 cañones de las baterías
caídos en su poder. Ninguno es aprovechable: algunos son clavados, otros
arrojados al agua, y los más viejos, los de bronce, llevados como trofeos
curiosos.
Luego de apoderarse de algunas banderas mercantes, ordenan prender fuego a
todos los buques que conformaban la línea de atajo. Estas banderas no
pueden considerarse como trofeos de guerra.
“No eran sino unas insignificantes telas -dirá
Baldomero García en la Sala de Representantes de Buenos Aires, en 1848-
pues la única bandera de guerra que flameaba en las costa de Obligado, la
bandera de la explanada, la bandera de mi patria, nunca fue rendida sino
hecha pedazos”.
No obstante, de poco serviría la victoria: No pudieron vender sus mercancìas, no recibieron refuerzos y se tuvieron que volver. Como dice la canciòn... "Venirse al cuete":
Se
arrebujó en el viejo impermeable gris intentando una escapatoria de la llovizna
otoñal y de la noche que buscaba un pobre contraste en los faroles que más se
parecían a faros fantasmales cuyas frías luces mortecinas sólo conseguían acentuar
las sombras de los muelles desiertos de calles adoquinadas que ya nadie
gastaba. Lejos, muy lejos, sonó la profunda voz de una sirena.
Una sola
vez. Un lamento que se extravió en las turbias aguas del río.
—Quisiera
que este tango no acabara nunca, Edmundo –la caricia de su acento francés y un
perfume delicado completaban la magia que envolvía la delgada figura de la
bailarina. La abrazó con la fuerza sensual de la danza.
—Quedate conmigo, Ivonne.
Buenos Aires es nuestro. ¡Carlitos canta el sábado que viene en el Armenonville!
Quedémonos para siempre. Los dos.
Hurgó en sus bolsillos procurando un
cigarrillo que no encontró. Más allá, sombras en las sombras, estaban los
barcos. Algunos aún se mantenían a flote, sin resignarse a una suerte que ya
estaba echada. La niebla se levantaba desdibujando los contornos de las naves huérfanas
de horizontes.
—Au revoir, Edmundo. Fue
maravilloso. Siempre, siempre te voy a recordar. Siempre.
Una gaviota perdida, su
pañuelo en el adiós del barco.
Caminó lentamente, sumergido en las
tinieblas de esa atmósfera irreal que olía a óxido, petróleo y podredumbre.
—¡Vamos,
Edmundo! Recibamos el treinta como se merece ¡Esas polacas están ansiosas por
festejar y divertirse!
—Bajen ustedes, muchachos.
Después voy.
Los fuegos artificiales iluminan la medianoche festiva de una joven y
pujante Comodoro Rivadavia que se recuesta en las colinas terrosas que dan al
oeste.
Amagó un saludo a un guardia apostado a
pocos metros, pero éste parecía no ver más allá de sus propios y recónditos pensamientos.
Sintió la tentación de pedirle un cigarro pero se contuvo (uno nunca sabe como
va a reaccionar un uniformado).
—No va más. Edmundo. La Compañía quebró, nuestro
buque no volverá a zarpar. Dicen que las reparaciones son muy costosas, así que
lo van a dejar anclado en el Riachuelo. Los jóvenes seguramente encontrarán
otro trabajo, pero nosotros…
Ivonne…Ivonne…
La
niebla es una mortaja. Chirridos de hierros movidos por un viento impiadoso.
La silueta de un carguero sujetado por
una gruesa y carcomida cadena se dibuja como un muro oscuro. Letras incompletas
recuerdan el nombre que alguna vez fue. Ecos
del pasado recorren los pasillos derruidos. Murmullos apagados que se arrastran
y golpean las paredes herrumbradas.
Un hombre cubierto con un impermeable gris
observa desde la cubierta.
Yo que con añiles ojos recuso el tiempo; y remato con ardor la señal de los dioses. Espanto la nostalgia con rigurosa rama y persigo por la vera el ancho cielo ¡ ese ! que al final del trayecto, ha de darme, lo que yo más quiero. Mientras ...respiro anhelos.
Decidió entonces aplicarle un severo castigo por su iniquidad: encerró un tesoro en un cofre sin cerradura, a la vista de todos, pero resolvió que Ellos (gobernantes, funcionarios, gremialistas, dirigentes y algunos otros, salvo unos pocos, muy pocos escogidos) perdieran absolutamente todo interés en abrirlo y recuperar así el tesoro, cuyo valor no se puede medir.
Desde entonces —y hace tanto tiempo que nadie lo recuerda— periódicamente el Pueblo peregrina y deposita en un sobre su ruego por el perdón divino.
Pero aún no llega el momento.
Ellos (gobernantes, funcionarios, gremialistas, dirigentes y algunos otros, salvo unos pocos, muy pocos escogidos) no han recuperado el interés perdido. El Pueblo sufrido peregrina una y otra vez.
Pero La Honestidad y Otras Virtudes Necesarias siguen allí: en el cofre sin cerradura.
Bueno amigos, hemos cambiado el blog acorde a la estación que estrenamos, hemos comentado los textos de los dos últimos meses y para terminar las tareas pendientes, les dejo un cuentito que no es primaveral pero naciò en los últimos días de este invierno, espero que lo disfruten... Karma
Una
cree que ya ha pagado las deudas contraídas en vidas anteriores. Que ha
llegado a un punto en el que se acabaron las carreras nocturnas, los
floreros destrozados, los adornos escondidos en lugares insólitos, los
insectos en la cama, los muebles destruidos, los pisos nevados de papel
de cocina, los despertares a la madrugada. Una, ingenuamente,
considera que ya no quedan cuentas pendientes, que llegó el momento de
la paz y la tranquilidad y que el resto del camino será fácil y sin
sobresaltos. Y entonces una decide incorporar otra gata a la familia. Greis - 17-09-2013
Hace como dos meses que no entro al blog, nos limitaron el acceso en horario de oficina y a la noche apenas tengo tiempo de leer los mailes. Este fin de semana, si puedo, me pongo al dia con todos los textos nuevos. Gracias por escribir! Greis
Cuando vio por televisión al Sr. Juez (cuyo apellido comenzaba con Z) formulando esas declaraciones supo que el destino le proporcionaba el punto de inflexión a partir del cual todos sus problemas irían encontrando adecuada solución.
“Se puede tener una macetita en la casa”, dijo el Sr. Juez. A partir de allí comenzaría el cambio para Z. Toda la vida –gran parte de sus veintidós años- tuvo que arrastrar la mochila de tener que explicar el porqué de su nombre. Que mi viejo era admirador de Kafka y que mamá se oponía pero entonces papá le recordaba que ella había bautizado a mi hermana mayor sin ningún cuestionamiento y que como su apellido era Zorat por analogía mi nombre no sería K.como el personaje del libro sino Z.y que tuvo que recurrir a contactos en el Registro Civil para que le permitieran ponerme ese nombre y no tengo un segundo nombre entonces solamente soy Z. Zorat y ya me tienen podrido con sus preguntas.
Su ira surgía de no poder entender por qué lo detuvieron cinco veces por fumar hierba en la calle sin molestar a nadie. Cinco causas judiciales. Cinco horribles experiencias compartidas tras las rejas con verdaderos delincuentes. Esa bronca se aplacaba un poco al pensar en ese chico de dieciocho años detenido por una razón similar y que fuera violado en la comisaría por un reo encerrado en la misma celda sin que nadie interviniera. Al menos él no tuvo que pasar por algo tan repulsivo. Después lo repensaba y la ira se multiplicaba. Maldita sociedad enferma y anárquica.
Por suerte estaba el rock y el frenesí de los decibeles que ponían a prueba las mamposterías, y los dedos del violero desmintiendo su estructura ósea, y el batero escondido movilizado por fuerzas instintivas arrancando a los parches los sonidos de lejanas ascendencias africanas, y el fantástico bajo poniendo las cosas en su lugar respaldado por la autoridad que le confería su voz grave.
Y por supuesto, la hierba. Un amigo le pasó el dato. Compró una maceta y la plantó. La colocó en el balcón. Octavo piso, vista a la calle. Vivía solo y sus ocasionales invitados no pondrían reparos, todo lo contrario.
La regaba todos los días. Seguía al pie de la letra las instrucciones. La aireación de la maceta, la luz recibida, los fertilizantes adecuados…
Y la planta creció. Y siguió creciendo. Más y más. Se alimentaba del aire, del sol, del smog… Z. lo ignoraba por completo. La planta comenzó un desplazamiento hacia abajo, como si fuera una trepadora en busca de un basamento más sólido para comenzar con mayores bríos el movimiento ascendente. A los dos días había atravesado el sexto piso y su volumen era varias veces el inicial. Los vecinos vinieron a preguntarle. Z. les respondió que se trataba de una planta ornamental proveniente de Asia. Al quinto día llegaba a la vereda. La gente del edificio estaba contenta porque decía que vivía en la versión local de los Jardines de Babilonia y ahora era la envidia del barrio.
Cuando la planta devenida en enredadera comenzó a cubrir la vereda se encendió la alarma. Mientras tanto, Z. disfrutaba de la abundancia que tenía al alcance de la mano y la compartía con total generosidad.
El asunto derivó en un problema cuando la hierba cubrió las calles y las aceras en diez cuadras a la redonda. Su velocidad de crecimiento parecía acelerarse exponencialmente. Hubo denuncias, pero la policía argumentó que no podía intervenir sin orden judicial. Hecha la presentación, la justicia ordenó el procedimiento, pero éste arrojó la conclusión de que se trataba de un cultivo hecho para consumo personal, por lo tanto no se había producido ninguna transgresión a la legislación vigente.
La hierba no detuvo su avance. Alcanzó las plazas, las escuelas, los parques, jardines…todo lo que encontró a su paso. Cuando la ciudad entera amaneció cubierta con una alfombra verde de cinco centímetros de espesor se conformó una comisión vecinal con el propósito de ir a reclamar ante el Dr. Bigotes, Jefe de Ministros. El funcionario recibió al grupo y dio por espacio de veinte minutos una florida cátedra sobre los motivos de orden legal, político, físico, metafísico y esotérico por los cuales todo estaba bien, que era un invento de los medios y que no había nada que discutir ni ninguna razón para preocuparse.
Entonces —mientras la hierba continuaba su crecimiento descontrolado— los vecinos decidieron recurrir a la Cámara de Diputados. Tratamiento sobre tablas, encendidos discursos televisados hasta la madrugada en que, tras la votación, se aprobó la ponencia oficialista en un todo coincidente con las verdades expresadas anteriormente por el Dr. Bigotes. Resignada, la gente apagó los televisores y comenzó a prepararse para el éxodo.
Así fue que, buscando una escapatoria, llegué hasta aquí. Estoy en el faro del Palacio Barolo. No estoy solo. Z. me acompaña. Él me contó el comienzo de la historia. Envueltos en nubes de humo vemos como el verde avanza devorando Infierno, Purgatorio y Paraíso. Buenos Aires parece una inmensa llanura en la que los pisos superiores de algunos edificios asoman como barcos atrapados en el Mar de los Sargazos. Por suerte a los dos nos gusta cantar. Podremos incorporarnos a alguno de los nueve coros celestiales.
Notas
Las declaraciones del Sr. Juez son reales.
Palacio Barolo: emblemático edificio de la ciudad de Buenos aires. Pego aquí un fragmento de Wikipedia:
"El edificio está lleno de analogías y referencias a la Divina Comedia, motivadas por la admiración que su creador profesaba por Alighieri. La división general del Palacio sigue la estructura de la Divina Comedia, es así que el Palacio tiene tres partes, al igual que la obra de Dante: Infierno, Purgatorio yCielo (el faro representa al Empíreo). Además, la división estructural sigue en todo una correspondencia exacta y el Faro representa a los "Nueve Coros Angelicales". Uno de los planes de Barolo y Palanti era trasladar los restos de Dante al edificio, que funcionaría como mausoleo del gran poeta".
—…no se ve nada bien, Anselmo. Mire, ¿ve estas manchas? La placa no
miente. Esta es la historia de toda una vida de desarreglos, mi amigo, ¿cuántos
eran? ¿setenta y cuatro?, no, setenta y cinco. ¿Cuántos de fumador? —hace una
pausa escudriñándolo con un suspiro—. Está bien, ahora tratemos de mirar para
adelante.
—Parece que no hay mucho por delante,
doctor —responde el viejo bajando la cabeza con un gesto resignado.
—Depende de usted, ya se lo dije. El
tabaco, el alcohol, la noche... son su pasaporte al otro lado, viejo. Mírese un
poco: está quedando piel huesos. Y
encima, solo… en esa pensión que se cae a pedazos, comiendo quién sabe qué.
—Tiene razón, doctor —queda un momento
pensativo—. Voy a hacer algunos cambios.
—Eso mismo me dijo la otra vez. Pero
voy a tratar de creer en usted. Acá le escribí todas las indicaciones. Lo veo
en un mes.
—Si, doctor. Gracias.
La llovizna de
la fría tarde de junio lo recibe en la vereda. “¡Como se pianta la vida, cómo rezongan los años!”, susurra. “Yo siempre
pienso en tango, pibe”, suele decir, y no miente; cada situación, cada lugar,
cada persona, invariablemente despiertan en él una inmediata asociación con alguna
letra de tango, milonga o vals conocido. Así, por ejemplo, el paisaje de Sarandí,
a esa hora y con ese clima le sugiere: “Garúa,
solo y triste por la acera…”, y también: “…llueve lentamente sobre tu desolación…”. Las letras se retuercen,
anudan y confunden en su mente como los anhelos secretos de bailarines en una
milonga. Toma San Juan, luego dobla en Entre Ríos silbando “Cafetín de Buenos
Aires” y unos metros más allá empuja sin
vacilar la puerta del Napolitano. Una espesa cortina de humo y el bullicio que
llega desde las mesas de billar le dan la bienvenida acostumbrada.
—¡Eh, Anselmo!, ¡Vení, arrimate! —una mano levantada
le indica la mesa donde están “los muchachos” jugando al dominó mientras
mezclan en sus charlas fórmulas infalibles para arreglar los desquicios del
gobierno de turno con los goles magistrales de Labruna y los detalles anatómicos
de la rubia que abandonó el conventillo para venirse al centro “a triunfar y
olvidar el percal”.
—¿Qué tal, che? Acá se está bien. Afuera hace un frío
de miércoles, y eso que hoy es viernes —dice mientras se quita el abrigo y le
hace un gesto al mozo para pedirle un café. Enciende un cigarrillo, mientras
intenta disimular sin éxito un repentino
acceso de tos.
—Parece que la cosa va empeorando —dice “Longaniza”,
su amigo de la juventud, con un dejo de amargura.
—Dejate de macanas, si estoy hecho un pendejo. Esta
noche tocamos en el salón de Varela, ¿venís?
“El duende
de tu son, che bandoneón, se apiada del dolor de los demás…”. Anselmo cierra los ojos y acaricia los botones del
fueye que se estira, que se empapa con la atmósfera densa de tabaco y alcohol,
que suelta el aire, y vuelve a respirar mientras libera el vuelo de su voz
quejumbrosa y profunda. Anselmo sueña y se deja llevar mientras Jacinto, el
cantor que luce una cicatriz en su mejilla izquierda, un traje oscuro y un
pañuelo al cuello, le regala sonido y expresión a los versos de Homero Manzi: “Bandoneón, hoy es noche de fandango…”.
Los bailarines entrelazan sus cuerpos y hablan con la muda seducción que teje
sus telarañas envolventes. Los tacos se deslizan y lanzan destellos de efímera
vida en la penumbra del salón que encierra al mundo en sus cuatro paredes sin ornamentos.
Sueña Anselmo mientras sus dedos
buscan los caminos tantas veces recorridos. Y el bandoneón se le hace carne,
una prolongación del alma que anuda el grito estrangulado.
“…y
puedo confesarte la verdad
copa
a copa, pena a pena, tango a tango,
embalado
en la locura del alcohol y la amargura.”
Sueña Anselmo y siente que el poeta escribió su
propia historia. Las volutas del humo de los cigarrillos dibujan aquel nombre.
Celia. Y es un nombre, y un recuerdo que
también es un pañuelo y la sirena de un barco que se aleja, y el viento del río
marrón que se lleva su perfume y su gracia española.
Celia.
“Bandoneón,
¿para qué nombrarla tanto?
¿No
ves que está de olvido el corazón?”
Anselmo abre los ojos. De pronto la ve. Largo vestido
rojo con un tajo y la insinuada maravilla de sus piernas que el aire acaricia
con rumor de tango. El humo es ahora un telón que se cierra, y su imagen se
desvanece.
Cierra los ojos Anselmo y sueña
aferrado al instrumento. El cantor de la cicatriz está entonando:
“…y ella vuelve noche a noche como un canto
en
las gotas de tu llanto, che,
bandoneón.”
El frío de la pieza es una presencia
que llena todos los vacíos. La luz amarillenta de una única lamparita apenas
deja ver algunas fotos borrosas adornando la pared donde se apoya la cama de
una plaza. Mira el reloj de la mesita de luz que le dice que son casi las cuatro.
Con suavidad deja el instrumento sobre
una silla y luego abre un pequeño armario. Desde el techo de chapas llega la
serenata monocorde de la interminable lluvia invernal. La botella de ginebra
tiembla en sus manos mientras llena el vaso. Bebe un largo trago y luego, como
si cumpliera con un rito religioso descorre el cierre de la funda y toma el
bandoneón. Sus dedos, aún ágiles, comienzan a dibujar un entramado de acordes,
escalas y recuerdos.
“…
Hay un fantasma en la noche interminable…” —su voz es un murmullo, una
nostalgia, una herida sin cicatrizar. La naturaleza destinó a sus manos los
dones que hubiese deseado para su
garganta, pero ya no le importa. Canta. Es una función dedicada a sí mismo.
Canta y canta.
“…
y el bandoneón dice su nombre en su gemido…”
El cielo no cesa de vaciar las nubes
y Anselmo bebe y canta. El bandoneón vibra y se desgarra como su alma.
¡Otra!
—grita—. ¡La última curda! —pide.
Do menor —indica a sus dedos y comienza la
introducción. "
"Lastima,
bandoneón, mi corazón…” —dice su voz
cansada pidiéndole auxilio a los pulmones que se niegan.
“… la vida
es una herida absurda…” —susurra
apenas y se detiene para beber otro trago. Luego continúa:
“… pero es
el viejo amor que tiembla bandoneón y busca en el licor que aturde…”.
La lluvia que golpea el techo parece completar la
frase:
“… la curda
que al final termine la función poniéndole un telón al corazón.”
Quizá tal vez, un día durante la lluvia de la tarde, mi sonrisa apacible y transparente te siga acompañando. Seguro te daré palabras, repletas de amor. Quizás también recibas el calor de mi mirada, mientras que de mis brazos surgirán los versos guardados. Quizá nada se oponga, y el mundo continúe siendo el mismo. Sería un buen momento, para ir a columpiar juntos por aquellos árboles furibundos, llenos de pasado.
En algún momento de nuestras vidas probablemente tengamos la impresión de que algo extraordinario nos está sucediendo, de que algo inédito se nos está dando, en modo inusual. Entrados en una suerte de conjuro, nos vamos sintiendo atraídos ...hacia una forma de devoción por alguien. Es así que tendremos una íntima necesidad de indagar en lo mágico y en lo divino de su origen. Sea como sea, siempre nos viene de perilla estar bajo hechizo, percibir que una corola o mácula se cierne sobre nuestro presente. Permanecer en estado de encantamiento, más allá de mantenernos altamente animados, nos genera una especial y particular sensación de enaltecimiento. Una suerte de sentimiento incuestionable. Ilusión no es falta de verdad, es simple y poderosa ilusión. Impulso vivificante, fuente de alegría y creatividad. El amor genera buena rola. Por eso: TAÑE TU PROPIA NOTA. FUERTE Y CLARA.
Al que ama y comprende se le abren todos los caminos.
Yo fui también antaño un columpiador de árboles, y muy a menudo sueño que volveré a serlo. Cuando me encuentro cansado, en medio de mis meditaciones, empiezo a ver el bosque sin caminos seguros. Mis ojos lagrimean, por causa de la brizna. Eso me obliga a alejarme un tiempo [para luego volver]. Que nunca quiera el destino comprendiéndome mal, otorgarme la mitad de lo que anhelo. Que nunca la vida me niegue el regreso a la tierra. Nada hay para el amor, como la tierra y el hogar que uno añora. Ignoro si existe algún sitio mejor, algún otro suelo. Más quisiera encaramarme sobre las ramas de un robusto abedul, y alcanzar el blanquecino tronco, lograr de este modo un poco el cielo. Volver sería un logro, regresar sería hermoso. Hay cosas peores en la vida que ser un columpiador de árboles. […Un objeto suspendido, inerte en el destino].
A la memoria de Robert Frost (1874-1963).
Querida Greis, Rolando, amigos, sepan disculpar la ausencia involuntaria, había perdido la clave de ingreso, y aún no recuerdo como se etiqueta. Por favor Greis, podes hacerlo? Le dejo un abrazo, y mi gratitud por seguir permaneciendo aquí. Feliz día, claro que si.
A vos... a vos, sí, no mires para otro lado. A vos te hablo. A
vos que estuviste en las buenas y en las malas, a vos que te acordás de
mi cumpleaños (no necesariamente el dìa de mi cumpleaños, pero vale
igual), a vos que compartis conmigo momentos memorables y olvidables. A
vos que a veces sabés lo que me pasa y a veces no, pero siempre estas
con la oreja dispuesta y los brazos listos para el abrazo. A vos, che... ¡FELIZ DIA DEL AMIGO!
Belgrano fue un gran héroe.
Sin superpoderes como Superman, sin superfortuna como Batman o Ironman, sin siquiera tener estudios militares como San Martin, se subiò al caballo y se puso al frente de un ejército para liberar a su Patria.
Se cargó al hombro la tarea de combatir a un ejército profesional como el español, una de las grandes potencias de su época. Pasó frío y hambre. Sufrió derrotas y vio morir a su gente.
Y sin embargo, siguió adelante y nos dio el regalo más maravilloso que una Nación recién nacida puede recibir: una bandera que la envuelva y abrigue bajo los mismos colores a todos los que la habitan.
¡SALVE BELGRANO! ¡SALVE ARGENTINA!
domingo, 16 de junio de 2013
Hace años que el mío cruzó el charco, pero aún siento su presencia
cuando necesito apoyo, cuando estoy triste, cuando me siento sola.
Es
difícil decir algo original sobre "el padre", a esta altura de la
historia de la humanidad demasiada agua ha corrido como para ser
novedosa.
Y sin embargo, sigue siendo màs difícil encontrar
palabras para describir el cariño, el ejemplo, los valores... cada
ladrillo de mi personalidad lleva el sello de mi padre.
Por eso, para los están de este lado y para los que estàn del otro...
Lo amo con todo mi corazón, a pesar de que está lleno de
cosas que no me agradan o que no apruebo.
Lo amo porque las cenizas de mis antepasados alimentan los
árboles que me dan sombra, porque en cada hoja veo el rostro de mi padre y en cada
flor, la sonrisa de mi madre.
Lo amo porque aquí están mis afectos, los que alimentan mi
corazón cada día.
Aquí está la música que me acunó cuando era bebé y la que me
acompañó en mi paso de la niñez a la adolescencia. Aquí está mi casa, mi
familia, mis amigos.
Aquí.
Por eso me duele cuando alguien habla mal de "este
país"... no es "este" país, es nuestro país, el de todos. El que tenemos que
seguir construyendo cada día, el que tenemos que ayudar a salir del pozo, el que podemos sacar adelante si nos ponemos de acuerdo.
Y el que no podremos levantar si no lo amamos.
En las fechas patrias, usá escarapela. Cantá el himno,
aunque sea en tu casa. Poné una bandera en tu ventana.