lunes, 28 de febrero de 2011
FELICIDAD
PARANÁ, Rolando (Pituti)
fresca y marrón
que suelta hilachas
que lo ciñe y lo acompaña
que olvidó el horizonte.
Hundo mis pies en las orillas
y el Paraná
me deja entre los dedos pedacitos
de tierra, sol ardiente, lluvia
y brasas de viento norte
que me llama y me quema
desde adentro.
Piso el polvo de antiguas pisadas
que alguna vez fueron rastros
en otras geografías
y adivino mi piel
que se reencuentra
y reconoce
en la comunión del río.
Vuelven entonces las voces
las risas y las noches
de veranos y estrellas
al alcance de los sueños
que se encontraban con los pájaros
y se adormecían
en la vieja madera
de aquella canoa pescadora
de vientos imposibles.
Huele, late y suena
a guitarra
el Paraná
Abre las rejas
y libera el canto,
el grito primitivo
salvaje y animal
desatado al fin
en la urgente avidez
de mi garganta.
Rolando
LAS FOTOS Y EL ESPEJO, Graciela Tórtora
( Tres días antes…)
-“Bueno, ya estoy bañada y relajada. Esta noche será una gran noche sin lugar a dudas. Este color chocolate a lo Penélope Cruz que me hice en el pelo, me queda regio, sobre todo me quita como 10 años de encima y el esmalte que me puse en las uñas, queda espectacular con el vestido.
domingo, 27 de febrero de 2011
LA PIEDRA
El hombre está solo. Abatido arrastra la pesada piedra hasta el haz de luz que generoso se cuela por la entrada de la lúgubre y helada caverna.
El hombre toma el peso del hacha entre sus ajadas, lastimadas y perdidas manos y comienza a golpear la rústica mole. Golpea una y otra vez tratando de encontrar alguna forma, algún color, algún signo de vida.
El hombre está cansado. Muy cansado. Apoya sus piernas en la piedra y por un segundo el frío las sacude. Mira con piedad sus pies desnudos, toma el hacha entre sus manos, la apoya en ellos y con saña comienza… ¡A pegar… a pegar… a pegar!...
El hombre grita de dolor. Sonidos guturales ásperos y despiadados rompen el silencio y se mezclan con los huesos astillados, arterias machacadas sin forma ni existencia, y sangre caliente que brota sin detenerse para macerar la tierra seca en el espacio cerrado.
La piedra comienza a cobrar vida. El hombre ya no la ve.
DIVINOS OVNIS
-En el Tunduqueral se posan los platos voladores del comandante Isidris. Vienen de Alfa Centauro y van derechito al corazón de Uspallata en un viaje que es muy rápido y sin escalas: toman por la autopista del Sol rumbo al Norte y después de dos meses-luz aparecen en la Tierra. Entonces sólo tienen que frenar y descender. Es un viaje tan sencillo que hasta un niño podría hacerlo sin perderse. Hizo una pausa que aprovechó para observarnos con detenimiento y continuó.
-De las naves bajan los extraterrestres que poblarán la Tierra en el futuro –dijo, y mi expresión de asombro no lo tomó por sorpresa. Creo que esbozó una sonrisa.
-Sí, es verdad –dijo mirándome directo a los ojos- ellos poblarán la Tierra… pero lo harán en el futuro porque todavía no quieren mezclarse con nosotros. No señor. Esperan pacientemente nuestro fin. Son como los ocotes, aves carroñeras que se posan en los postes para esperar que la muerte les ahorre el trabajo de matar. Ellos fundaron una ciudad subterránea muy grande, con soles de plástico, casas de piedra y ríos de agua artificial, y allí viven mientras esperan, porque esta zona del Tunduqueral tiene mucha energía y eso es lo único que necesitan para vivir.
El hombre se puso serio. Con un impulso impensado se agarró la cabeza con sus dos manos, como si estuviera asustado, pero su cara permanecía impávida. Sentí ganas de consolarlo como a los niños, pero su aspecto de hombre rudo y malo me acobardó.
-Mi pueblo está asustado –continuó- pero yo no. Para mí son como los chilenos o como los bolivianos que vinieron porque en aquí no hay barreras migratorias. Y tampoco tengo dudas que cuando salgan de la tierra se sentirán muy cómodos entre nosotros, porque nosotros, los argentinos, los recibiremos con los brazos abiertos para que vengan a poblar la Patria, sin distinción de credo, raza o religión, como dice el Preámbulo de la Constitución.
Entonces cuando exploté de risa. La situación era muy graciosa y no daba para más. Habíamos ido hasta allí para comer un asado y ya de tarde, cuando la carne estaba lista, apareció. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer astronauta en viaje a Venus, pensé, como dice el tango. Se presentó con un Güenas, don… permisito, soy Rigoberto. No tendría algo para calmar estas tripas? y se acomodó entre nosotros sin esperar a que le dijéramos que sí. En realidad su aspecto inspiraba recelo y estábamos más proclive a negarle que a aceptarlo, pero no nos quedó más remedio que hacerle un lugar. Pero cuando con unas copas se entonó y nos desnudó sus delirios, me di cuenta que era un loco lindo, un pobre y solitario puestero que repetía viejas historias sólo para comer y tomar. Y yo, que también había tomado, tenía la risa fácil del alcohol. Por eso exploté. Pero a él pareció no importarle.
-Yo supe de los extraterrestres desde el primer día en que llegaron. Fue en un enero agobiante de calor hace muchos, muchos años. Ese día estaba recorriendo el Tunduqueral persiguiendo unos guanacos cuando los vi aparecer. Me escondí entre unas piedras mientras ellos daban una vuelta grande en el aire como si hicieran un rodeo o como si revisaran el terreno antes de aterrizar. Se elevaron en el cielo muy alto y descendieron verticalmente como si manejaran un helicóptero, mientras unas luces amarillas destellaban y un furioso beep, beep, beep me aturdía hasta desmayar. Después, no supe nada más hasta que vi que unos hombres vestidos con enteritos azules y enormes cabezas como cascos de aviador me reanimaban en una camilla que bajaron de la nave – hizo una pausa para mirarnos a todos
-Cuando me recuperé supe que dentro de poquito saldrá de la ciudad subterránea el líder terrícola, reencarnación de la Virgen María, que preparará el camino para el descenso de Jesús. Porque ese día me confesaron bajo juramento (y prometí no contar nada) que Jesús es un extraterrestre que está orbitando el espacio en su nave Ashtar Sheran, mientras observa cómo nos destruimos.
Se produjo un silencio. Nos miramos entre nosotros tentados. Ese hombre prometía diversión de la buena. Entonces aproveché para servirle otro trago. El hombre era una verdadera esponja.
-Dicen que allá arriba grita “¡es el Apocalipsis, es el Apocalipsis!” mientras se agarra la cabeza y corre de aquí para allá dentro de la nave. Está muy nervioso porque sabe que pronto todo terminará... y qué quieren que les diga: yo a ellos les creo. Sí señor, yo les creo a los extraterrestres. Y no tengo miedo de lo que va a pasar porque me aseguraron que Jesús bajará a la Tierra para salvarnos.
Tomó su último trago. Apoyó la copa, se incorporó tambaleando, saludó con la cabeza y se marchó por donde vino. A lo lejos se le escuchó decir No tengo dudas que así será, mientras el cielo de la tarde se volvía naranja y, en lo alto, contra la montaña, aparecían unas luces intermitentes amarillas que daban vueltas por el cielo como si eligieran un lugar para descender…
José Luis.
sábado, 26 de febrero de 2011
¡Qué emoción!
LA PALOMA DEL LLANTO. (C/ de José Luis) Alejandra Glauber.
Se había encadenado a la valla que circunda el edificio del Congreso Nacional, cuando se le agotaron las ganas de seguir reclamando que le devolvieran su casa, ocupada por clandestinos; y sus ahorros, depositados en el banco de la vieja Caja Nacional de Ahorro y Seguro. Atrapó el interés de algunos medios durante el noticiero del mediodía y de la noche de aquel día. Se asustó cuando se le hizo evidente que su huelga la mataría, sin transeúntes que lo advirtieran ni deudos que la lloraran, y se desencadenó. Disimulada y digna esperó y, cansada por la intemperie acumulada de su alma, se durmió agachadita contra la reja.
Protegida por un nylon, dormía sobre un colchón de goma espuma sin funda, que iba perdiendo pedacitos de esponja con cada aparición de las palomas que picoteaban las migas que ella compartía. La plaza y las ventanas del edificio oficiaban de palomar y, en bandada, la rodeaban con sus aleteos infernales mientras se disputaban el alimento que desaparecía con la voracidad del hambre compartido. Algunas parecían domesticadas porque sobre las pertenencias callejeras bamboleaban sus cuerpos en caminatas confianzudas y hasta llegaban a acurrucarse dentro de sus cuellos, quietas y alineadas como estatuas. A veces arrullaban acompañando el discurso monocorde y ya no se sabía si las incongruencias dichas por ella se escuchaban entrecortadas por su llanto senil o por el grito de las aves alocadas.
Después del primer invierno alguien le acercó una planta dentro de una cacerola enlozada y ella la incorporó a su cajón de manzanas, a su colchón y a su soga para colgar ropa que nadie sabía dónde lavaba. Las palomas esperaban mientras ella terminaba de trenzar sus canas y, en cuclillas, hundía la mano en la bolsa de pan para desgranar con sus uñas los trozos que su puño contenía hasta que decidía abrirlo y arrojaba el señuelo, ávida de compañía.
Era parte del folclore, quizás por eso no se notaban sus elementales necesidades insatisfechas ni la función interrumpida de su condición humana. Ni su olor ni su extremada delgadez molestaban porque estudios sobre las sociedades y sus comportamientos explicaban su existencia. Todos se acostumbraron y fue sólo después de una gran tormenta de verano que inundó y estropeó mercaderías de negocios aledaños, que lo advirtieron. Ella faltaba. Entonces, hubo que nombrarla. Todos la llamaron la Paloma del Llanto.
VERANO
RUTINA INTERRUMPIDA
viernes, 25 de febrero de 2011
José Carrasco
A las 22:41 del viernes hice pollo al champignón entre dos capas de harina de maíz (polenta) con un Syrah 2006 con mucho roble.
Confieso que no iba a entrar en este sitio (no soy bloguero) pero la alegría del Syrah y haber podido ingresar luego de una tarde de frustraciones me dieron fuerzas que no sabía que tenía. Solo espero que las musas se hayan contagiado de mi alegría.
José
jueves, 24 de febrero de 2011
¿Consignas?
De ser así, habremos de organizarnos.
¿Qué les parece?
Adela
miércoles, 23 de febrero de 2011
ONCE DÍAS PARA NAVIDAD. Alejandra Glauber.
*Carruaje ligero de cuatro ruedas
Documentos Históricos:
martes, 22 de febrero de 2011
LAS ZAPATILLAS
LA MARIPOSA TRASLÚCIDA (mini-cuento)
con un brillo inusual.
La brisa de la mañana hamacaba las flores que agonizaban
en sus ramas.
El canario repitió el ritual de siempre y despertó con sus
trinos a la mariposa transparente.
Aún somnolienta movió sus alas y se dirigió a la orilla
del lago, pero no se vio.
Martha
SEÚL
El chofer bajó el vidrio de su ventanilla y le habló a su conciudadano en forma calmada y cortés. El hombre de quien hablamos no escuchaba y mucho menos podía controlar la ira que lo dominaba: presionaba para que el automóvil que transportaba a Franco hiciera una maniobra temeraria y él así, a su manera, salir a un camino alternativo.
La gente que asistía al triste espectáculo que daba el hombre seguía impasible dentro de sus automóviles esperando el arribo de las autoridades. El malestar se profundizó cuando el gamberro ciudadano descendió de su vehículo y fue a encarar al chofer que no dudó en imitarlo bajándose del vehículo. Franco conocía a los argentinos pero no podía creer que esto sucediera en una carretera de Seúl.
Los dos hombres se apartaron un poco de los vehículos y el chofer del auto que transportaba a Franco extrajo de su porta-documentos algo que exhibió a su oponente. Esto hizo que se fuera aflojando y depusiera su actitud agresiva y escandalosa. Cuando volvió al auto, Franco le preguntó con cierta timidez: “¿Qué es lo que le mostró que se fue más tranquilo? -a lo que respondió: “Simplemente le mostré mi graduación en Tae Kwnon Do, soy cinturón negro, y él me confesó que es dos grados menos. Me disculpé y le hice entender que no podía obligarme a transgredir las leyes de tránsito ya que eso contradecía mi espíritu, y, además, no estaba en condiciones de pagar multas. Aceptó mis ‘disculpas’ y volvió a su automóvil”.
“Continuamos detenidos un rato más” -contó Franco- hasta que los autos comenzaron a moverse.
Durante el viaje al hotel la cuestión le seguía dando vueltas en la cabeza. Se apuró en hacer las preguntas pues ya faltaba poco para llegar: “Una última pregunta” -le dijo: “¿Qué hubiera pasado de haber tenido los dos la misma graduación en artes marciales? Este le respondió en forma simple para que fuera entendible a un occidental que posee otra cultura y se rige por otras leyes: “Medirnos en una lucha o desistir…” Trascartón surgió otra pregunta: “¿Y que pasa con el ganador si la lucha se lleva a cabo?: ”Siempre que el perdedor esté en condiciones de poder hablar felicita al ganador, y este a su vez se disculpa y le ofrece llevarlo a su casa, o donde le indique. Si se encuentra muy mal facilitarle las cosas para ser atendido en un hospital. La mayoría de las veces cada uno se va por su lado, las cosas no pasan a mayores. Si la controversia se desarrolla en un lugar público donde hay policía afectada, el agente del orden deja que resuelvan el problema por si solos; luego ofrece asistencia a quien la necesite, por ejemplo: “¿Quiere que lo haga trasladar a un hospital?.
Ya estaban llegando al hotel. Franco despidió al chofer hasta el otro día. Casi seguro que durante los días que le quedaban en Seúl le haría más preguntas.
Antes de entrar pasó por el puesto de diarios y revistas y compró una sobre Artes Marciales Mixtas.
lunes, 21 de febrero de 2011
¿POR QUÉ? Graciela Tórtora
INGENIERO CHANOURDIE Por Lulú
Así fue mi recibimiento en ese pequeño caserío del desértico norte santafesino, que si uno lo busca en un mapa no sé si lo encuentra, pero allí nació mi padre. Habiendo pueblitos con nombres preciosos como Los Amores, Los Laureles o aquellos que se llaman como la mujer, la amante o la hija de su fundador, él tuvo que nacer en ése.
Preguntar quién fue el Ingeniero es, en el mejor de los casos, encontrarse con un par de hombros levantados, la boca casi con “pucherito” y un arqueo de cejas que aseguran más asombro que respuesta. Hasta es posible que, luego de un rato de ojos bien abiertos y cabecear en el aire, se escuche un “nnnsép”.
Pues bien, Chanourdie no fue un prócer de la Independencia, muy lejos de eso, apenas uno de los tantos Directores del ex Ferrocarril Santa Fe.
Insisto, más lindo hubiera sido nacer en Florencia o Margarita.
Llegué corrido por las circunstancias, que fueron dos: el cierre de la fábrica de perchas y que el patrón me pescara con mi actual mujer, que en ese momento era suya.
Todavía vivían allí mis tíos Fermín y Emilia, verdaderos ejemplos de tesón y candidez.
Convengamos que lo más importante que le ha pasado a Chanourdie fue el ferrocarril, que en paz descanse. Sin embargo, este hermano de mi padre sigue esperando que el tren vuelva y guarda en esa pequeña estación, entre otras cosas oxidadas, el farol para hacer señales, un arado, una imprenta (¿de dónde y para qué?) y una máquina de coser Singer, con su pedal y correa.
A pesar de que si suma los años que tienen sus reliquias pasan los tres siglos, mi tío piensa que todo puede ser útil. Y lo guarda.
El despoblado Chanourdie nos ofreció la vieja casa paterna que con Carola fuimos arreglando de a poco, así que durante los primeros meses vivimos con Fermín y Emilia.
La felicidad de estar juntos era tan grande que no nos importó trabajar en el campo, actividad que ninguno de los dos conocía más que por lo que enseñaban en la escuela.
El primer día, cuando apenas despuntaba el sol, fuimos con Fermín hasta la pequeña huerta, a recoger las pocas verduras y hortalizas que crecían prácticamente sin agua, mientras planeábamos si poner o no en marcha la imprenta.
De repente, escucho: “Andá que allá debajo de esos árboles hay plantitas de tomates culeros, traete algunos para la ensalada”
Me pareció que dijo lo que dijo pero cuando quise asegurarme ya se estaba yendo al gallinero a recoger huevos.
Después de acomodar en la chata los productos de su quinta, arregló el cuero de oveja, se sentó, me pidió a los gritos “¡Hacé el fuego que ya vengo!” y partió para Las Garzas a venderlos.
Con timidez, casi con vergüenza, le pregunté a tía Emilia, mientras le entregaba los tomates si era cierto que se llamaban culeros. ¿O yo había escuchado mal?
Su carcajada me dejó perplejo pero su mano en mi hombro, cariñosa, hizo que me diera cuenta de que se reía más de mi cara que de la pregunta.
-Son plantas salvajes. Crecen a la buena de Dios y la gente cuenta que hace muchos años, cuando esta tierra era fértil porque no habían talado los quebrachos, la gente trabajaba de sol a sol, sin volver a las casas. Comían asaditos en pleno campo y hacían sus necesidades debajo de los árboles. Esos son los tomates culeros, los que crecen de las semillas que los hombres siembran sin querer y forzosamente, por no tener un baño cerca.
No pude comer la ensalada.
A los pocos días le mostré la imprenta a Carola, que atribulada y sonriente se quejó de que era de la época de Matusalén.
-De Gutenberg será, le respondí condescendiente porque, claro, yo fui hasta tercer año en el Comercial y ella apenas terminó la primaria y aunque no parezca, tres años son tres años.
-Bueno, de quien sea, quise decir que es muy vieja, no te va a servir ni para imprimir los panfletos de la Comuna…
Ahora el sorprendido era yo.
-¡Así que este pueblín tiene Comuna! ¿Y vos cómo sabés?
-Porque mientras vos juntabas tomates culeros yo me fui a pasear para conocer gente. Es lo primero que uno debe hacer si quiere buscar trabajo.
Tuve que reconocer que será ignorante pero es inteligente mi Carola y encima, aguantar que me cargara con los tomates.
-¿C-c-c-cómo sabés lo de los tomates?
- ¡Jajaja! ¡Tu tío se lo contó a Emilia! ¡Por eso no comiste! Ya te vas a costumbrar. ¿Nunca te pusiste a pensar de dónde salen los huevos? O creíste que los fabrican en los supermercados…
Volví inmediatamente a la conversación sobre la imprenta, no podía soportar tanta burla.
A pesar de mi hombría y orgullo heridos reconozco, no públicamente, que la astucia de mi mujer, carne y uña con el cura y el Presidente Comunal, hizo que nuestra imprenta “La Única”, rudimentaria pero eficaz, funcionara a pleno.
En Chanourdié, Las Garzas y sus alrededores.
17/11/2008
INTRUSIÓN
Lara...
Intrusión
Alejandro Luque
VIAJE INÚTIL por Lulú
DIOS DE LAS AGUAS, por Agustina Aleman
De carácter parco, la larga cabellera y la profundidad de sus ojos negros le otorgaban misterio.
Había recorrido todo el mundo, encontró paisajes inimaginables.
La naturaleza a veces se mostraba exultante, otras enseñaba los faltantes en otros puntos del orbe.
Esa noche haría una reunión en su casa, el lugar elegido sería el sótano.
Los asistentes debían asistir con vestimentas blancas, sobre un pequeño escenario había posado una pantalla, en ella mostraría distintas diapositivas de los viajes realizados, al costado una calavera de ojos como rubíes igual que la boca que alguna vez había sonreído.
Acomodó una fila de pupitres para los que quisieran tomar nota de la charla, en los candelabros las velas derramaban pequeñas lágrimas de cera, en un estante había colocado flores y sahumerios.
Antes de comenzar la disertación, cortó una flor de rosa china colocándola sobre la calavera que muda asistiría al evento, el color rojo de aquella combinaba con los ojos inertes de ese testigo que presentaría a sus amigos al final de la exposición.
Pausadamente se dirigió a ellos, brevemente los introdujo en la historia, les habló de la importancia del agua para conservar las especies.
Les contó de una tierra árida, las diapositivas dejaban ver el suelo quebrado, estaba tan lastimado que podían observarse las entrañas de la tierra, allí en el medio de la nada sobrevivía una tribu, el más anciano de los habitantes le hizo saber ,que hace muchos años ese lugar había sido un paraíso, las vertientes de las mesetas eran el sitio elegido por las aguas para caer en pequeñas cascadas, los árboles crecían, entre las ramas descansaban los nidos de las aves que lo despertaban al amanecer, de a poco la mano del hombre convirtió ese espacio en un páramo.
Federico le preguntó por qué se quedaba, el anciano le respondió que allí había nacido y ahí moriría.
Antes que el ambientalista emprendiera el regreso, le regaló la calavera, en el camino le comentó que en el fondo del océano reposaba un objeto de forma indefinida, cubierto de piedras preciosas, quien lo encontrara debería subirlo a la superficie y venerarlo, de esa forma volvería el líquido elemento que permitiría la sobrevivencia de la humanidad, el nombre era Bulane, dios de las aguas.
La conferencia había concluido, el amanecer pintaba de rosados y grises el cielo, Federico decidió sumergirse quería encontrar la escultura cubierta de piedras, era necesario que todos tuvieran algo tan elemental como el agua.
Los periódicos de la mañana, daban la noticia en primera plana, el conocido ambientalista Federico Insúa estaba desaparecido.
Aún no se sabe si logró su objetivo, todos sin importar la religión que profesan, oran por su regreso.
http://www.youtube.com/watch?v=YEDSWurtngk
Agustina Aleman
LA MUÑECA CHAMUSCADA, por jmorelli
Hace muchos, muchos años, cuando el tiempo aún no era ese mocito apurado que es hoy sino apenas un gurí de pañales que gateaba, cuando los días eran eternos y las noches aún más, los hombres levantaron un refugio. En los faldeos de la Pampa del Tabolango, justo en el cruce de las huellas que van a Chile y al Norte, construyeron corrales de piedra y un reparo chiquito de madera gruesa, sin ventanas y puerta estrecha, que carreteros y gente de arria usarían para capear temporales.
La noche de su inauguración, cuando el sol se escondió detrás del Ande, un jolgorio se enseñoreó en el refugio: tablón largo, cajones de madera, asado cocinándose en el hogar, vino nuevo áspero y picante, agüita fresca de manantial, guitarras punteando cuecas y tonadas y doña Luna mostrándose entera y brillante en el cielo. ¡Una divinura! Aquella noche, al reparo, dos mocositas jugaban entre sí. Una de ellas, vivaracha y despierta, codiciaba la muñeca de la otra, que era más mansita y sumisa, pero no boba. “No vayas a resfriarte, le decía la muy pícara, ponte un abrigo. Yo te tengo la nenita...”, pero la otra, encendida de colores por el calor, se aferraba a su muñeca de trapo y no la soltaba. “No gracias”, contestaba educada. Ella amaba a su pupé y no permitiría que nada le pasara. Las mocosas jugaban y al rato, otra vez. “¿Querís que hagamos que tu niñita se duerme dendeveras y le cantamos la ronda, y le hacemos la cunita? “No, gracias”, respondía la mocita de buenos modales, mientras la vivaracha se mordía los labios por no mostrar sus intenciones. Así siguieron jugando mientras las guitarras de los padres sonaban alegres y todos se entonaban con el vino. Llegó el sueño, que se coló como un ladrón, y decidieron que era hora de dormir. Trabaron la puerta y, a oscuras, se acostaron como pudieron. Las dos niñas cerca del hogar que todavía soltaba calor, y los hombres y mujeres más allá, cerquita de la salida.
La niña vivaracha esperó que la mocita se durmiera. Cuando pasó, se levantó con modales de gatito sigiloso y le quitó la muñeca que llevó a un rincón para esconderla. A la mañana siguiente diría que esa noche entró un ladrón y que se la robó, “total, que llore cuanto quiera, la niñita será mía....” pensaba y sus ojitos brillaban de emoción. Pero quiso Mandinga, relamiéndose con maldad, que tropezara con un bulto y cayera encima de un hombre que con el golpe se quejó. Su grito despertó a la mocita buena que vio a la otra niña con la muñeca en sus manos, entonces se abalanzó y ambas pelearon por el juguete. El Negro Finitud, con su cola metereta, quiso que la niña malita se quedara con el juguete. Ella, mientras la otra lloraba su desconsuelo, le dijo “mirá qui hago con tu muñeca” y la tiró al rescoldo. El trapo avivó el fuego con rapidez y todo el refugio ardió. La niñita buena salvó a la muñeca, que estaba toda chamuscada, y sus padres trataron de salvarla a ella, mientras los demás buscaban destrabar la puerta para salir, pero sólo logró escapar la familia de la niña mondaraz. La mocita buena y sus padres murieron a manos el fuego. De ellos sólo se salvó la muñeca chamuscada que la tierra se tragó, seguro, por un designio mágico de la tierna Pachamama.
Desde entonces, cuando en un refugio de montaña suenan guitarras y el sueño se cuela como un ladrón, tengan la certeza que se apersona la muñeca chamuscada, cual espíritu viviente, para alertar que no se debe trabar la puerta del refugio.
jmorelli
viernes, 18 de febrero de 2011
Donde las historias vuelan...
¡Todos los cuenteros son bienvenidos!