domingo, 27 de febrero de 2011

DIVINOS OVNIS



-En el Tunduqueral se posan los platos voladores del comandante Isidris. Vienen de Alfa Centauro y van derechito al corazón de Uspallata en un viaje que es muy rápido y sin escalas: toman por la autopista del Sol rumbo al Norte y después de dos meses-luz aparecen en la Tierra. Entonces sólo tienen que frenar y descender. Es un viaje tan sencillo que hasta un niño podría hacerlo sin perderse. Hizo una pausa que aprovechó para observarnos con detenimiento y continuó.
-De las naves bajan los extraterrestres que poblarán la Tierra en el futuro –dijo, y mi expresión de asombro no lo tomó por sorpresa. Creo que esbozó una sonrisa.
-Sí, es verdad –dijo mirándome directo a los ojos- ellos poblarán la Tierra… pero lo harán en el futuro porque todavía no quieren mezclarse con nosotros. No señor. Esperan pacientemente nuestro fin. Son como los ocotes, aves carroñeras que se posan en los postes para esperar que la muerte les ahorre el trabajo de matar. Ellos fundaron una ciudad subterránea muy grande, con soles de plástico, casas de piedra y ríos de agua artificial, y allí viven mientras esperan, porque esta zona del Tunduqueral tiene mucha energía y eso es lo único que necesitan para vivir.
El hombre se puso serio. Con un impulso impensado se agarró la cabeza con sus dos manos, como si estuviera asustado, pero su cara permanecía impávida. Sentí ganas de consolarlo como a los niños, pero su aspecto de hombre rudo y malo me acobardó.
-Mi pueblo está asustado –continuó- pero yo no. Para mí son como los chilenos o como los bolivianos que vinieron porque en aquí no hay barreras migratorias. Y tampoco tengo dudas que cuando salgan de la tierra se sentirán muy cómodos entre nosotros, porque nosotros, los argentinos, los recibiremos con los brazos abiertos para que vengan a poblar la Patria, sin distinción de credo, raza o religión, como dice el Preámbulo de la Constitución.
Entonces cuando exploté de risa. La situación era muy graciosa y no daba para más. Habíamos ido hasta allí para comer un asado y ya de tarde, cuando la carne estaba lista, apareció. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer astronauta en viaje a Venus, pensé, como dice el tango. Se presentó con un Güenas, don… permisito, soy Rigoberto. No tendría algo para calmar estas tripas? y se acomodó entre nosotros sin esperar a que le dijéramos que sí. En realidad su aspecto inspiraba recelo y estábamos más proclive a negarle que a aceptarlo, pero no nos quedó más remedio que hacerle un lugar. Pero cuando con unas copas se entonó y nos desnudó sus delirios, me di cuenta que era un loco lindo, un pobre y solitario puestero que repetía viejas historias sólo para comer y tomar. Y yo, que también había tomado, tenía la risa fácil del alcohol. Por eso exploté. Pero a él pareció no importarle.
-Yo supe de los extraterrestres desde el primer día en que llegaron. Fue en un enero agobiante de calor hace muchos, muchos años. Ese día estaba recorriendo el Tunduqueral persiguiendo unos guanacos cuando los vi aparecer. Me escondí entre unas piedras mientras ellos daban una vuelta grande en el aire como si hicieran un rodeo o como si revisaran el terreno antes de aterrizar. Se elevaron en el cielo muy alto y descendieron verticalmente como si manejaran un helicóptero, mientras unas luces amarillas destellaban y un furioso beep, beep, beep me aturdía hasta desmayar. Después, no supe nada más hasta que vi que unos hombres vestidos con enteritos azules y enormes cabezas como cascos de aviador me reanimaban en una camilla que bajaron de la nave – hizo una pausa para mirarnos a todos
-Cuando me recuperé supe que dentro de poquito saldrá de la ciudad subterránea el líder terrícola, reencarnación de la Virgen María, que preparará el camino para el descenso de Jesús. Porque ese día me confesaron bajo juramento (y prometí no contar nada) que Jesús es un extraterrestre que está orbitando el espacio en su nave Ashtar Sheran, mientras observa cómo nos destruimos.
Se produjo un silencio. Nos miramos entre nosotros tentados. Ese hombre prometía diversión de la buena. Entonces aproveché para servirle otro trago. El hombre era una verdadera esponja.
-Dicen que allá arriba grita “¡es el Apocalipsis, es el Apocalipsis!” mientras se agarra la cabeza y corre de aquí para allá dentro de la nave. Está muy nervioso porque sabe que pronto todo terminará... y qué quieren que les diga: yo a ellos les creo. Sí señor, yo les creo a los extraterrestres. Y no tengo miedo de lo que va a pasar porque me aseguraron que Jesús bajará a la Tierra para salvarnos.
Tomó su último trago. Apoyó la copa, se incorporó tambaleando, saludó con la cabeza y se marchó por donde vino. A lo lejos se le escuchó decir No tengo dudas que así será, mientras el cielo de la tarde se volvía naranja y, en lo alto, contra la montaña, aparecían unas luces intermitentes amarillas que daban vueltas por el cielo como si eligieran un lugar para descender…

José Luis.

7 comentarios:

  1. Te juro que yo voy a ser una de las primeras en pedirle disculpas a Don Rigoberto. Van a ver cuando empiecen a descender las luces amarillas intermitentes.
    Un relato espectacular. Me atrapó. Un abrazo

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  2. Creencias por aquí, creencias por allá, creencias ayer, hoy, y las habrá mañana, creo, mientras los seres humanos – o símiles- habitemos este mundo y sigamos intentando explicárnoslo todo, o algo. Buscamos y buscamos cómo calmar nuestra imposibilidad de saber. Que no aceptamos. Pareciera que nunca podremos aceptar el sinsentido.
    Este cuento tuyo —al igual que el de Rubia— me motivaron a la lectura y anduve por allá, por el cerro. Un paseo lindo.
    Un beso,
    Adela

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  3. Hermoso cuento, José Luis, recreando creencias ancestrales. Siempre que viajo de noche espero ver lucesitas, abducciones, naves...y no hay caso! Será que no hay que esperarlos con ansias?
    Me encantó, mucho.
    Cariños
    Lulú

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  4. Un cuento que tal vez algún día deje de serlo ¿porqué no?... Buenísima la idea y mejor el relato, me super gustó José Luis.


    Un bf.


    Iris.

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  5. Un enigma que viene inquietando a la humanidad
    desde siempre, Rigoberto no es el único. Tal vez no lo sabremos nunca, o mañana, quien sabe.

    Me encantó José Luis, muy bien contado!

    Un beso,

    Martha

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  6. ¡Ja, ja, ja,! Me rindo ante don Rigoberto y su historia. Un cuento fantástico en todos los sentidos... hasta el final.
    ¿Será el vino, será la sugestión o...?
    ¿Será el final lo que el final de este cuento deja entrever en el cielo? Ja, ja, ja,

    Un gran cuento, don Rigoberto,

    Celia,

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  7. ¡Holis Luis! Tenés una manera amena de narrar y con mucha chispa. Tus personajes están muy bien delineados y la trama mueve a un amplia sonrisa y porqué no, a la reflexión también.
    Tu escrito me encantó.
    ¡Te felicito!

    P.D: En cuanto a tu comentario sobre mi relato acerca del lobisón, no me enoja para nada. Me causó gracia ¡Acertaste! Sos perspicaz. La idea, fue desempolvar ciertas leyendas y a la vez mostrar con algún sarcasmo que en el disfrute sexual, la imaginación humana en muchos casos es ilimitada, pudiendo resultar ante los ojos de terceros bastante hilarante. ¿Te reíste? ¡Misión cumplida!

    Besos,
    Alicia – Nuria.

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