Franco se encontraba en Seúl por cuestiones laborales. Una mañana estando a bordo de un coche de alquiler se suscitó un problema de tránsito que dejó al vehículo atascado en una carretera. La paciencia de la mayoría contribuyó a que la situación se mantuviera controlada hasta que se hicieran presentes las autoridades pertinentes. Pero siempre hay alguien que se desubica, y ese alguien estaba pegado al automóvil en el que viajaba. .
El chofer bajó el vidrio de su ventanilla y le habló a su conciudadano en forma calmada y cortés. El hombre de quien hablamos no escuchaba y mucho menos podía controlar la ira que lo dominaba: presionaba para que el automóvil que transportaba a Franco hiciera una maniobra temeraria y él así, a su manera, salir a un camino alternativo.
La gente que asistía al triste espectáculo que daba el hombre seguía impasible dentro de sus automóviles esperando el arribo de las autoridades. El malestar se profundizó cuando el gamberro ciudadano descendió de su vehículo y fue a encarar al chofer que no dudó en imitarlo bajándose del vehículo. Franco conocía a los argentinos pero no podía creer que esto sucediera en una carretera de Seúl.
Los dos hombres se apartaron un poco de los vehículos y el chofer del auto que transportaba a Franco extrajo de su porta-documentos algo que exhibió a su oponente. Esto hizo que se fuera aflojando y depusiera su actitud agresiva y escandalosa. Cuando volvió al auto, Franco le preguntó con cierta timidez: “¿Qué es lo que le mostró que se fue más tranquilo? -a lo que respondió: “Simplemente le mostré mi graduación en Tae Kwnon Do, soy cinturón negro, y él me confesó que es dos grados menos. Me disculpé y le hice entender que no podía obligarme a transgredir las leyes de tránsito ya que eso contradecía mi espíritu, y, además, no estaba en condiciones de pagar multas. Aceptó mis ‘disculpas’ y volvió a su automóvil”.
“Continuamos detenidos un rato más” -contó Franco- hasta que los autos comenzaron a moverse.
Durante el viaje al hotel la cuestión le seguía dando vueltas en la cabeza. Se apuró en hacer las preguntas pues ya faltaba poco para llegar: “Una última pregunta” -le dijo: “¿Qué hubiera pasado de haber tenido los dos la misma graduación en artes marciales? Este le respondió en forma simple para que fuera entendible a un occidental que posee otra cultura y se rige por otras leyes: “Medirnos en una lucha o desistir…” Trascartón surgió otra pregunta: “¿Y que pasa con el ganador si la lucha se lleva a cabo?: ”Siempre que el perdedor esté en condiciones de poder hablar felicita al ganador, y este a su vez se disculpa y le ofrece llevarlo a su casa, o donde le indique. Si se encuentra muy mal facilitarle las cosas para ser atendido en un hospital. La mayoría de las veces cada uno se va por su lado, las cosas no pasan a mayores. Si la controversia se desarrolla en un lugar público donde hay policía afectada, el agente del orden deja que resuelvan el problema por si solos; luego ofrece asistencia a quien la necesite, por ejemplo: “¿Quiere que lo haga trasladar a un hospital?.
Ya estaban llegando al hotel. Franco despidió al chofer hasta el otro día. Casi seguro que durante los días que le quedaban en Seúl le haría más preguntas.
Antes de entrar pasó por el puesto de diarios y revistas y compró una sobre Artes Marciales Mixtas.
Da para mucho análisis este cuento Martha, porque inevitablemente, a la luz de cómo se resuelven los conflictos, una no puede no preguntarse ¿Qué es mejor? ¿Resolver las cuestiones mano a mano? ¿La intervención de algo institucionalizado? Casi siempre, se llega como fondo al tema del poder. El poder que emana del que manda. Ya sea del que exhibe su cinturón negro como símbolo de mayor poder, el poder en la lucha para determinar quién puede más a partir de quién gana, o el otro poder ¿más civilizado? aunque no más justo muchas veces, la policía o la justicia, o tantos ejemplos según sea el caso.
ResponderEliminarMe encantó.
Un beso,
Adela
Qué buena historia, me gusta porque siempre me asombra la idiosincracia de otros pueblos. Existen costumbres y hábitos que nos dejan con la boca abierta. Además, la cortesía y los códigos de convivencia llaman la atención en estos tiempos. Un beso
ResponderEliminarEsa conversación entre los "cinturones" demuestra una sinceridad impensable en otro contexto. El cuento me encantó, pero me quedé pensando en por qué compra Artes Marciales Mixtas. Tal vez porque soy muy ignorante en esas prácticas orientales...
ResponderEliminarBesos
Lulú
Lulú: te aclaro hasta donde sé. Artes Marciales Mixtas (Artes Marciales Coreanas Mixtas-AAAMCyM) es lo más difundido en una ciudad con tantas almas. Taekkwondo, Chi Kung,Tai Chi, Aikido y más. La persona que se forma en la disciplina aparte de las técnicas también asume codigos de honor inquebrantables. La finalidad es defenderse, no es para matar sino para vencer. Pero evidentemente la policía y la justicia tienen menos trabajo. Cosa importante, son budistas, ven la vida de otro modo.
ResponderEliminarEste relato no es ficción, solo la carretera como ejemplo para poder contar como dirimen los países asiáticos sus controversias cotidianas. Lo contó un joven ingeniero (allegado) que estuvo tres meses trabajando en esa ciudad. Se interesó en el tema y compró libros -contó, nunca había practicado ninguna disciplina. ni karate ni aikido, etc. Pero según se informó primero hay que adentrarse en la filosofía. El Budismo Zen, tiene dos autores trascendentes: Teitaro Suzuki
Y Taisen Deshimaru
Y lo que más me gusta es que hay una premisa esencial: antes que vencer a otro hay que vencerse uno mismo.
Lei algo sobre los autores que cito.
Un beso grande Lulu, gracias por leer.
Martha
Siempre me asombró ver las diferencias de códigos socio-culturales que existen en el planeta. En este relato nos asombramos con el protagonista que presencia una situación que, en sus códigos locales, se dasarrollaría indefectiblemente de otra manera.
ResponderEliminarLa pregunta que me hago es: ¿por qué nos escandaliza en cierta forma esta actitud? En realidad yo la encuentro antigua, caballerosa y mucho más noble que lanzarse a guantazos (que es lo que a veces sucede), por no hablar de cuando la agresión es verbal y después queda, como residuo, el rencor y el odio.
ResponderEliminarPorque, claro, la violencia existe, y hay casos en los que es ridículo pensar en una deseable tolerancia. La realidad no se ajusta a nuestros deseos.
Me ha gustado mucho, Martha, hace pensar y pensar...
Celia,
A fuerza de ser sincera te digo Marthita que me gustaría que en nuestro país se manejaran de esa forma. Así habría menos asesinatos por una contestación mal dada. Lo vemos en el diario todos los días. Me encantó este relato. Lo contaste muy bien, es ameno y deja una enseñanza de vida. Te felicito.
ResponderEliminarUn bf.
Iris.