El hombre está solo. Abatido arrastra la pesada piedra hasta el haz de luz que generoso se cuela por la entrada de la lúgubre y helada caverna.
El hombre toma el peso del hacha entre sus ajadas, lastimadas y perdidas manos y comienza a golpear la rústica mole. Golpea una y otra vez tratando de encontrar alguna forma, algún color, algún signo de vida.
El hombre está cansado. Muy cansado. Apoya sus piernas en la piedra y por un segundo el frío las sacude. Mira con piedad sus pies desnudos, toma el hacha entre sus manos, la apoya en ellos y con saña comienza… ¡A pegar… a pegar… a pegar!...
El hombre grita de dolor. Sonidos guturales ásperos y despiadados rompen el silencio y se mezclan con los huesos astillados, arterias machacadas sin forma ni existencia, y sangre caliente que brota sin detenerse para macerar la tierra seca en el espacio cerrado.
La piedra comienza a cobrar vida. El hombre ya no la ve.
Toda una imagen Iris. Fuerte y oscura. De ahogo ante la soledad que espanta cuando se toma conciencia. De ahogo ante la búsqueda de algo o alguien a quien no encuentra. Entonces sí, desesperación que desemboca en el fin de la vida para terminar también con el sinsentido.
ResponderEliminarImpactante Iris,
Un beso,
Adela
Se me ocurre una sola palabra, Iris: terrorífico.
ResponderEliminarClaro que eso no quiere decir que no me haya gustado, todo lo contrario! Pero da miedito y espanta, eso.
Besotess
Lulú
Me acuerdo bien de este cuento Iris, me volvió a estremecer como la primera vez.
ResponderEliminarFelicitaciones repetidas Iris,
Un beso,
Martha
Recordaba este cuento...¡como para no recordarlo, Iris! Me sigue evocando la soledad, el rincón más pavoroso y desierto de nosotros mismos. Me pregunto otra vez qué clase de vida será la que cobre la piedra,
ResponderEliminarCelia,
Iris, buenísimo este cuento por la hondura del tema.
ResponderEliminarBeso,
Ali Nuri
Iris, la fuerza de este cuento traspasa mi pantalla y pude escuchar los golpes y el grito desgarrado. Excelente, un beso
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