jueves, 28 de abril de 2011

DESTELLOS - JORGE U. MALPELI




Que cosa tan espléndida es la acuarela para expresar la atmósfera y la distancia, así los personajes están rodeados del aire y parece como si pudieran respirar.
Vincent Van Gogh

Prefería ubicarse a unos pocos pasos del carrousel, como ella llamaba a la humilde y vieja calesita de la costa.
Aunque yo sabía que al cerrar sus ojos recordaba aquel, del quartier de Montmartre, con sus banderas rojas y azules al viento, sus bancos tapizados de seda con grandes flores, los caballos negros y blancos, nerviosos, desbocados, con sus plumas amarillas y verdes sobre sus cabezas, que subían y bajaban en infinitos giros. Y a mi mano y mi sonrisa que le soplaban un beso en cada vuelta, mientras admiraba sus despeinados cabellos rubios y su blusa blanca con los tres botones desprendidos. Y las canciones de Edith Piaf; “Je me regrette rien” los que no se lamentan de su suerte, ni de lo bueno ni de sus desgracias; o tal vez "Mon Légionnaire" de aquel soldado olvidado de la gloriosa Legión Extranjera.
A María Cristina la había visto antes en algunas tardes de domingo en el Sacré Cour y esa vez me sentí animado para hablarle.
Tenía puesto el mismo viejo guardapolvo amarillento, gastado, manchado de tristes y aguadas acuarelas. Pero feliz con sus pinturas y pinceles, acordando, por fin, con el papel del atril, la sombra que se le negaba de un árbol al amanecer y la transparencia de los destellos del sol que aparecían iluminando unas pocas hojas de otoño caídas sobre los brillantes adoquines parisinos.

Ella era ante mis ojos la mas hermosa de las pintoras bohemias de la plaza y yo un argentino, errante vagabundo, eterno estudiante de filosofía. Sin amor establecido, sólo, subsistiendo en una buhardilla del pasaje numero 7 de Faubourg de Montmartre que desde su ventana, en largos y sombríos atardeceres envidiaba a las parejas que hacían cola para cenar en el bueno y barato Chartier.
Cansado de la teorías de las ideas y del conocimiento, sociedad, política y ética, de la inmortalidad y de la simplicidad del alma de Platón, antes había abandonado la filosofía hegeliana y el estudio del socialismo francés. Cansado y aburrido de repetir el mismo manifiesto comunista de Marx o releer la teoría de la Liberación escrita desde Francia para América Latina.
María Cristina era de Buenos Aires, después lo supe, recibida en bellas artes, que soñaba con regresar a la Argentina.
-¿Es una acuarela, verdad? Le pregunté fingiendo interés de compra.
Me miró sonriendo. ¿Sabés algo de pintura? Preguntó en argentino.
-No, la verdad que no. Sólo leí el nombre en el tubo: Acuarelas Faivré .
-Si, lo es -me dijo -estoy luchando con los destellos del sol, que me niega esta acuarela. A veces uso las Zeidan que son las mejores para la técnica que más me gusta de húmedo sobre húmedo, aunque en algunas ocasiones también trabajo con papel seco.

No pude resistir la tentación y creo que llegué hasta su corazón, cuando le canté al oído los dolidos versos de Cadícamo y entonces ella permitió que me sumergiera en sus grandes ojos oro-verdes, que me miraban asombrados ;

“¡Cómo habrá cambiado tu calle Corriente...!
¡Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal...!
Alguien me ha contado que estás floreciente
y un juego de calles se da en diagonal”

Definitivamente abandoné la filosofía y adopté la pintura con acuarela.

No voy a dar nombres ni cantidades. ¿Quién recuerda los amores malogrados aunque queden adentro?. Antes de conocerla había amado a otras mujeres y hasta algunos jóvenes inmorales y caballeros mayores me habían acosado sin éxito, ofreciéndome placeres sexuales indecentes.

María Cristina tenía 30 años cuando nos enamoramos y fue no solo mi maestra en pintura sino también en el amor
El beso largo, me decía, debes hacerlo firmemente estrechando mis labios, sin dejar un espacio vacío. -¿Cuánto dura? Yo preguntaba.
-Hasta que te quedes sin aliento y tengas que respirar por tu nariz. Si tenés que tragar saliva -agregaba -lo podés hacer sin interrumpir el beso y también y es importante, debés cerrar tu mano izquierda en mi cuello por detrás y bajar tu brazo derecho por mi cintura tratando de acariciar mis glúteos y yo tratando de evitarlo. Después el beso largo lo cambiás por el beso a la francesa, que es el que yo prefiero. Para ellos debés cerrar los ojos –siempre cierro los ojos –la interrumpí -e introducir tu lengua -continuó -dentro de mi boca explorando mi paladar, mejillas, mis dientes, buscando que mi lengua responda a los movimientos y roces de la tuya.
Pero vos ¿cómo sabés tanto? Me arrepentí de preguntar pero ya era tarde.
-Ay, Ballesteros, Ballesteros, -me llamaba por mi apellido -mon amour -me dijo -yo no viví treinta años adentro de un repollo antes de conocerte..
En aquel momento su respuesta me fastidió bastante, lo suficiente como para quedarme en silencio el resto de la tarde. Eso me pasa por preguntar –pensé. Hace tiempo que dejé de averiguar después del placer; “¿Te gustó?” por temor a que una sincera respuesta me trajera un dolor mayor.
Por un mito, que ya pasó a ser leyenda, los hombres creíamos en la asimetría de los géneros; el femenino debía procurar llegar virgen al matrimonio, mientras que para el masculino lo conveniente era investir la mayor experiencia sexual. La felonía de la mujer, en tal caso, se pagaba hasta con la muerte. Mientras el hombre, como en alguna película del neorrealismo italiano, para salvar il suo honore manchaba las sábanas blancas en la noche de bodas con zucco di pomodoro.
Así es que una tarde, mientras pintaba, comenzó diciendo: Ballesteros; la palabra acuarela deriva del latín aqua y se define como “pintura realizada con colores diluidos en agua usando como blanco el color blanco del papel”. El agua, mon amour siempre está presente en la acuarela especialmente para diluir los pigmentos aglutinados en goma arábiga; hay algunos pintores que utilizan como conservador ortofenilfenato de sodio...Y esto es suficiente por hoy. ¿Vamos al Chartier? Hoy quiero comer una omelet con champiñones y beber una birra Juliette aromatizada, ¿ y vos?
-¿Ves que tenemos gustos iguales?; lo mismo -respondí.

Fijate como yo hago; lo haré muy lentamente -me explicaba pacientemente otro día -primero fijo el papel sobre el tablero. Después trazo a lápiz suavemente la línea del horizonte, buscando la divina proporción áurea, aunque no siempre, dependiendo de lo que voy a hacer. Después y eso es lo que me gusta, tomo los pigmentos de la acuarela que voy a usar y elijo mis colores favoritos; prefiero el azul ultramar, el rojo cadmio, el oro brillante, el tierra sombra, el negro oxido, el violeta cobalto y el verde fuerte. Los diluyo y voy formando mis aguadas en tonalidades y texturas diferentes. ¿Sabés que los cuadros se leen de izquierda a derecha? como la escritura. Sé que hay otros lugares dónde se lee comenzando por la derecha, pero nosotros estamos aquí, en éste lado del mundo, donde todo empezó con Leonardo Da Vinci.
Por eso –continuó- cuando comienzo una pintura pongo especial cuidado en esa franja de la izquierda, comenzando con pinceladas rápidas, precisas y brillantes para obtener las mejores transparencias, las mejores aguadas y los mejores matices. Como un buen libro que te atrapa desde el primer capítulo; es una pequeña trampita para atraer al observador ¿Cuándo lo descubran, me perdonarán? No sé...
Entonces regresando a Da Vinci preguntó; -¿Conocés su dibujo el Hombre de Vitruvio?-
-Algo... muy poco -contesté.
-Esperá que te muestro
Volvió al rato con un enorme libraco de tapas brillantes.
-Aquí está -dijo -...en la página 37, también llamado el Canon de las Proporciones Humanas.
Lo que te quiero señalar es que en su dibujo, la relación entre el radio del círculo y un lado del cuadrado es la razón áurea. ¿Te acordás? -dijo recorriendo la figura con su dedo índice.
¡El número de oro -exclamé -el de la divina proporción!.
Exacto -dijo -se representa con la letra griega FI en honor al escultor Fidias y es el número irracional l,61803...
¿Sabías que un matemático francés afirma que encontró el FI en algunas formas arquitectónicas de la pirámide de Mikerino de Gizeh?. La misma relación está en paredes, techo y columnas del Partenón, en pinturas de Miguel Angel, Durero y el mismo DaVinci -terminó diciendo.

Sin embargo no es el número de oro el que tengo siempre presente en mi memoria... Nos llegó la infelicidad el séptimo año a contar desde nuestro regreso a la Argentina, en el séptimo año desde que vivíamos juntos en la comarca, a orillas del río Negro.
Ahora pienso que es el número 7, el más extraño y lleno de misterios. Los artistas y yo me cuento, lo asociamos con lo que buscamos en lo sepulto de la relación mágica que hay entre nuestras vidas y la cotidianidad. Es el número, en fin que controla el ritmo de todos los seres vivos sobre la tierra.
Siete son los días de la semana, siete son los días de la Creación, según la Biblia. Y el Señor expulsó 7 demonios de Magdalena.
Pero el Divino acuarelista no pudo o no quiso limpiar con solo una gota de agua pura de su regio pincel y perfectos colores, el mal abatido sobre María Cristina, precisamente en el séptimo año.
El infarto cerebral isquémico -explicó el médico -es un evento súbito causado por la falta de irrigación sanguínea al tejido cerebral.
No quise saber ni preguntar. Era más que suficiente.
Por las mañanas, minutos antes del amanecer para tratar de retener los primeros destellos del sol, se situaba debajo de una farola blanca, como ofrenda distante al tiempo y lugar de aquella otra farola blanca del numero 72 de la rue de Bellville de Paris bajo la cual naciera Edith Piaf.
Allí, en su silla de ruedas tenía todo a mano; el atril, la paleta, los pinceles, el agua y los colores.
Repetía casi siempre el mismo paisaje. Desde la orilla sur del río dibujaba a la que tenía enfrente. Algunos sauces llorones, humildes mimbres que llegan hasta el agua, el puerto, las casas
coloniales de tejas rojas que trepan por las calles de tierra en la otra barda hasta llegar arriba, a la imponente Iglesia con sus torres blancas. Eliminaba con rabia y sin misericordia el desubicado edificio cuadrado que se elevaba por sobre los árboles de la plaza principal. A veces agregaba algún velero anclado, el barco hundido, patos o cisnes de cuello negro, los cambios de la marea, lanchas con pasajeros y gaviotas volando que las acompañan en el cruce del río esperando las galletas que seguramente les arrojará un niño o un abuelo. Es sabido que son ellos los mejores amigos de los pájaros.
Pero en todas sus pinturas se detenía y peleaba delicadamente vigorosa, para atrapar los vientos patagónicos, los vibrantes reflejos del sol sobre el agua o algunos finos destellos que lograban escapar de las sombras de los árboles.

Dejaba su pintura en reposo toda la noche y la retomaba a la luz del nuevo día, observando con regocijo los brillos y transparencias, que seguramente el descanso habían mejorado.

¡Dejame desgraciado! ¡ Infelíz! Sos libre de irte a Paris, volvé al Sacré Cour -me dijo cuando le alcancé el pincel que había arrojado al pasto.
-¿Porqué Dios que me dio la gracia de la pintura, me quitó las manos? ¿Qué podés hacer al lado de una enferma como yo? agregó.
-¿Yo...a París? ...¿ y para que? –repliqué -Vos siempre serás mi única maestra; en el amor y en la acuarela, jamás, jamás podré enamorarme de otra mujer.
Creo que presintió que ese, era su último atardecer y sollozando me dijo: -Ya no puedo más. Prometeme que mañana después del amanecer terminarás con estos destellos que hoy yo no puedo pintar, en colores oro brillante y violeta cobalto. Y regarás mis hortensias.
-Lo prometo –dije.







8 comentarios:

  1. Qué cuento precioso, Jorge. Precioso como el amor que se respira en todo el cuento, entre enseñanzas y aprendizajes, intenso, como los colores todos de la vida, percibidos únicos e irrepetibles.

    Un beso,
    Adela

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  2. Una promesa que seguramente tu personaje no hubiera querido cumplir. Vida y muerte juntas.
    Excelente relato Jorge. Me super gustó.


    Un bf.


    Iris.

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  3. Las "instrucciones" de María Cristina a Ballesteros para enseñarle a dar un beso largo, son de las más claras y exactas que se me ocurren. Las respuestas-preguntas de él son tan ajustadas para ese personaje en ese momento de su vida como sus acciones posteriores, sobre el final del cuento, ante la enfermedad y el amor. Los hacés crecer juntos, cambiar de ánimo y madurar.
    Me gustó mucho, Jorge.
    Un beso,
    Ale

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  4. Qué buena historia que conmueve y a la vez "ilumina". Hay muchos elementos en el relato para degustar que visualicé, más que como aguadas, como los relieves rabiosos de un óleo a espátula. Tu personaje de María Cristina me pareció muy bien logrado.

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  5. Una gran historia de amor, Jorge. Te felicito realmente porque a medida que iba llegando al final, fui descubriendo las verdaderas coordenadas de esta relación tan particular y tan dramáticamente bella. Yo que vos le cambio la etiqueta y le pongo "2° Concurso". Porque tu cuento se ajusta a la perfección al tema: "Lo que no vemos". Se me ocurre. Porque es precioso. Y porque si fuera real y el mundo los viera juntos nadie vería la necesidad y el sentido de uno y de otro de estar juntos.
    Me saco el sombrero ante esta hermosura de relato.

    Alicia

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  6. Preciosa pintura del gran amor que todos imaginamos y muy pocos logran con una maestra/o lleno de sabiduria y generosidad.Felicitaciones Jorge-
    teresita

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  7. Qué preciosa historia de amor has escrito, don Anagrama, de veras que me ha impresionado. ¿Sabes que este cuento cuesta leerlo siete minutos, aproximadamente?
    Extraordinarios relato, ambientación, personajes, y fantástica magia que nada logra deshacer. Ni ese último atardecer.

    Te felicito, JorgeU,

    Un beso,

    Celia,

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  8. Buen cuento, de un minimalismo algo opulento por cierta erudición que atraviesa..., con éxito.

    "...delicadamente vigorosa,..." me molesta en cuanto a su construcción.

    Fijate "... con delicado vigor,...". Creo que así la forma no molesta al muy logrado oxímoron.

    José

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