SENDEROS
He caminado senderos que me dictó la razón,
Caminos de desencantos y caminos de ilusión.
He marchado en línea recta, en subidas y bajadas,
Tropezones y caídas y glorias nunca soñadas.
La vida me fue llevando por rutas desconocidas.
Y conocí mucha gente que no ve donde camina.
Atemoriza emprender caminos desconocidos
Es difícil descubrir la ruta que va a la dicha
Es más fácil deslizarse en la de libre caída.
Con los años, el camino es una cuesta
Se va estrechando y se convierte en sendero.
No debemos olvidar los caminos transitados
Porqué ellos guardan la historia de la vida que ha pasado.
Tal cual, Teresita, sentimos que vamos caminando por esta vida tomados de la mano de quienes nos aman. Aunque a veces nos la sueltan y nos invade el miedo. Muy profundo tu poema. Un beso y Felices Pascuas
ResponderEliminarSabiduría pura.
ResponderEliminarFelicitaciones.
Hermosísimo poema, Señora Poeta. Intenso y hondo, porque así es la vida,para quien tan tan bien la siente, la vive,la observa y la dice.
ResponderEliminar¡Te felicito, PIBITA!
¡FELICES PASCUAS TERE!
Un beso,
Adela
Sí, señora, un bello poema, profundo y suave, como el deslizarse por ese camino hasta que se convierte en sendero.
ResponderEliminarFelicitaciones
Besos
Te respondo en el camino, que también se me estrecha. :)
ResponderEliminarEstación
Con los primeros anuncios del invierno, el impulso inevitable de partir se despertó en mi interior como una brújula que titilaba su norte indeclinable. Desnudarme de la piel había sido el síntoma previo; esa muda necesaria y dolorosa que tiene mucho de pérdida, aunque también de renovación y descarga. Porque cuando hay que partir, cada gramo de más puede significar un lastre irreversible.
Por la mañana, me permití recorrer los rincones de la que dejaría de ser mi casa. Fijé cada lugar con un recuerdo. Los guardé a todos en el fondo de mi valija, en ese hueco que siempre queda para algo que se convierte en indispensable a último minuto. Luego llegó el momento en el que había que partir. Avancé hacia la puerta y la abrí. Agitado por ese llamado del norte y una estación más próspera, no me volví para mirar hacia atrás.
Allí estaba el camino. Reconocía el sendero en cada semáforo y en cada saludo de aquellos que se quedaban para atestiguar el rigor del invierno. El universo que abandonaba me agasajaba como una guardia real señalando la misma dirección que mi brújula: la que me llevaría al otro lado del mundo, allí donde el sol se acuesta a otra hora, las calles tienen nombres diferentes y los barrios, otra idiosincrasia. Un mundo con nuevas complicidades de amigos y amores, de secretos y juegos prohibidos, y nuevas frustraciones.
A cada paso de esa marcha de despedida inevitable, sentía la estación cada vez más lejana. Era como tener la certeza de haber alcanzado el destino, para luego darme cuenta de que éste era sólo una escala. Seguí avanzando, trémulo pero seguro. Ya alcanzaría la correspondencia. Los caminos llevan todos al punto final, aunque sean largos y arrecien las tormentas.
En algún momento tuve sed, y apareció alguien que me dio de beber. Luego me sentí solo y, enseguida, otra sombra se dibujó al costado de la mía. Hubo momentos en los que temí a la oscuridad, y recibí el regalo de lunas y soles. Cuando me lastimó el silencio, me sentí envuelto en melodías. Me hicieron reír en aquellos tiempos en los que me embargó la tristeza. Al fin de cuentas, cuando miraba a mis costados, veía que éramos muchos los que compartíamos el viaje.
Mi brújula aún insiste en vibrar su norte y yo sigo avanzando. Ya llegaré a esa estación en la que el invierno se tomará su tiempo antes de invitarme a partir.
Hermoso y sentido poema Teresita. Me super gustó.
ResponderEliminarUn bf.
Iris.