martes, 19 de abril de 2011
UNA LECCIÓN (f/c)
Observar al prójimo, escucharlo, desentrañar el contexto para tenerlo en cuenta al momento de hacer el análisis. Ojos y oídos en permanente atención. Nada de andar por las calles ensimismados, al contrario, tendrán que adquirir o potenciar la capacidad para mirar todo, escuchar todo y retener sólo lo importante. Ésa es la única forma que conozco y que puedo transmitirles a ustedes, para ser buenos periodistas.
Aquí aprenderán las teorías de la comunicación, cómo redactar, cómo expresarse, cómo analizar los discursos pero si no aplican lo primero que les dije, no van a develar las noticias, sino a cubrirlas.
¿Cuántas veces escucharon decir que Fulano cubrió tal noticia para el diario de la tarde? ¿En qué quedamos? ¿A las noticias hay que cubrirlas o es al revés, hay que intuirlas, descubrirlas, investigarlas y probarlas, chequeando por lo menos tres fuentes distintas, para después transmitirlas?
Pietroni era un tipo grande ya, con muchos años de experiencia en la gráfica y sus clases, inolvidables. Apostábamos a que no se jubilaría nunca, a juzgar por su entusiasmo.
Así comenzó, hace tres meses, mi primera clase en la Facultad y hoy, haciendo fila en la caja del supermercado obtuve mi título, aunque suene exagerado.
El señor que estaba detrás de mí se saludó con otro que paseaba su changuito buscando ese producto capaz de quitar las manchas de chocolate de las camisas y dejar así felices a las mujeres, porque no hay nada que produzca más tristeza que una prenda sucia, sólo comparable a la sensación de frustración personal que dan la grasa de los platos y las zapatillas con barro en los pisos recién lustrados.
Después de preguntarse por sus respectivas esposas (felices, a juzgar por la cantidad de productos de limpieza que ambos tenían en sus carritos) escuché un diálogo increíble.
–¿Hace mucho que no vas a tus pagos? Che, ¿qué fue del Tuerto?
–Mirá, desde que murió mi vieja no fui más. Y bueno, al Tuerto yo tampoco lo vi más. Al que no puedo ni ver es a uno que cada vez que sale por televisión con algún reclamo, ése que se dice chacarero, me da vergüenza ajena ser entrerriano.
Por el “je, je” noté que el amigo entendió que se trataba de De Ángelis, que está gozando de sus quince minutos de fama mediática hablando de las retenciones a la soja.
–Bueno, loco, tampoco es para tanto, o sí, claro, ustedes tienen ese sentimiento de amor propio por todo lo que venga de allá que nosotros, por ahí a lo mejor está mal, qué sé yo, pero no tenemos. Porque yo me acuerdo, cuando vivíamos todos en la casa grande, ¡cómo se peleaban el Tuerto y Raulito! Horas pasaban después de comer discutiendo sobre Rosas y Urquiza, enfrentados a muerte, loco. ¡Y cómo sabían los dos sobre ese tema! Yo, argentino, no me metía, viste, porque los contadores andamos por otros carriles, tenemos alguna idea de la Historia, nada más. Pero ellos se trenzaban fijando fechas, mencionando documentos, típico de los de abogacía. Andá a saber si eran ciertos, si existieron todo esos pactos espurios...
–Mirá, Negro, a mí con el Tuerto me pasaba lo mismo. Los dos veníamos de la misma ciudad, del mismo Colegio pero yo no puedo tolerar que digan que Urquiza fue un patriota y que tal y cual, cuando el desgraciado traicionó a los entrerrianos. ¿Puede ser que no se den cuenta? El tipo se cargó la muerte de varios de sus amigos y aliados, la del Chacho Peñaloza, por ejemplo, no lo apoyó, le soltó la mano. Hizo todo lo que Mitre quería, manejó la provincia como si fuera su estancia y llenó sus estancias con plata de la provincia, hizo guita con el contrabando de carne o el ganado en pie, lo que viniera le servía. Si Rosas no le ganaba de mano, ya tenía preparado un pacto con ingleses y franceses para separarse y hacer un paisito con Entre Ríos y Corrientes, yo vi el documento en...
–¡O Pavón! ¡No me digás que no hizo un arreglo con Mitre! Lo único que saqué en limpio fue que Rosas y Urquiza se peleaban por cuestiones económicas más que por patriotismo. La plata mueve al mundo...
–¡Por eso te digo! Dale que te toca pagar a vos, yo me voy a buscar el coso ese si no me mujer me mata...Un alegrón, Negro, haberte visto.
–Lo mismo digo, che. ¡Llamame, a ver cuándo nos juntamos a comer un asadito!
Cada uno hizo lo que debía menos yo, que recién al llegar a casa me di cuenta de que no había contado el vuelto por estar tan atenta a esos diez minutos de Historia Argentina.
Si me hubiera visto el profe Pietroni...
09/05/09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sencillamente : G E N I A L.
ResponderEliminar“Cubrir las noticias” ¿Qué diría un lacaniano? O… ahora que lo pienso, para qué ir tan lejos, ¿qué diría un niño de primaria? El lenguaje siempre maravilloso, que a partir de lo que cubre, ¡cómo descubre a veces! Imperdible este cuento Lulú, con varias aristas, las vidas privadas del particular y singularísimo, la vida pública y lo general, los conceptos que se nos graban, la historia, esa narración que se enseña como verídica y… no aquí solamente, en el mundo, creo…¿la historia la escriben los que ganan? Y quiénes escriben…
http://www.youtube.com/watch?v=gu4IFNxQ_08
suele ocurrir que se aprende muchisimo en la cola del supermecado y de paso recordás un poco de historia, muy buen dialogo, Lulu fue una clase instructiva como para arrancar con la carrera de periodista ja-
ResponderEliminarcariños- Felices Pascuas- Teresita
¡Es verdad! En el supermercado salen a relucir todas nuestras inquietudes, nuestro genio y nuestro "anonimato" para hacer o decir lo que nos da la gana. Esos dos dieron una clase de historia pero la vida les dio una lección a ambos. Sus esposas los domesticaron. Buenísima estampa cotidiana. Un beso!
ResponderEliminarBueísimo Lulú tan real y tan bien contado que me vi en la fila escuchando. Me gustó mucho, pero mucho.
ResponderEliminarUn bf.
Iris.