jueves, 21 de abril de 2011

LA SILLA VACIA

LA SILLA VACIA

Todo lo que aconteció aquel día lo vi y lo oí con mis propios sentidos, entonces, creo tener autoridad suficiente como para relatar los hechos y escribir el informe que firmo por separado.

Otros funcionarios de la empresa juzgarán su importancia.
Destacado por la Compañía Británica de las Indias Orientales llegué a Pa-An capital de Karen (Birmania) en el mes de marzo de 1892, precisamente el día en que, el oficial Coronel Sir James Beresford del Real Ejército Británico, comandante de la colonia, cumplía años.
Durante el almuerzo, que transcurrió aburrido como todos los almuerzos de cumpleaños, cantamos “God Save The King” y brindamos por la salud del Coronel, por la salud del Rajá, por mi salud, por las damas presentes y por tantas otras cosas que no puedo recordar.
Cuando noté qué había una silla sin ocupar al lado del comandante, pregunté cual era la razón de ello. Por un momento pensé en la ausencia de alguna persona importante pero en voz baja y al oído me informaron que nadie se sentaba a la derecha del Coronel Sir James Beresford.
Por orden expresa del militar la silla debía permanecer siempre vacía.
Si bien hubo algunos intentos de ocuparla por parte de caballeros y hermosas damas inglesas, según me dijeron, los mismos nunca tuvieron éxito. ¿Y cual era la razón de tan raro proceder? -volví a preguntar.
Me dieron dos versiones, una oficial y la otra no tanto; casado en Inglaterra con Lady Rosa Winderm (con m final) muy joven, por cierto, su esposa lo acompañó tal como corresponde, a su primer destino como oficial de la Real Fuerza Británica en el Regimiento asentado en Pa-An (Birmania). No tuvieron hijos de inmediato. Mucho tiempo después relacioné ese hecho, el no tener hijos, digo, con lo sucedido. El matrimonio cumplía fielmente con todas las obligaciones sociales que imponía el protocolo; Iglesia Anglicana, paradas militares, agasajos, cocktails, cenas, bailes y los importantes juegos de cricket, como el de esa tarde.
Pero hace más de quince años una rara enfermedad asiática había terminado con la vida de Lady Winderm.
La otra explicación fue el tremendo disgusto que el Coronel propinó a su mujer y que la sumió en un estado de profunda tristeza, que la llevó a su muerte

Ese lugar, a la derecha del coronel, era el que en vida siempre ocupó Lady Winderm. Ahora su espíritu rondaba por allí y nadie supuestamente, nadie, puede sentarse encima de un espíritu.
Hasta llegué a imaginar que, lo que no veíamos en la silla vacía, tenía vida propia y que con algún sentido especial nos observaba a todos y a cada uno de los presentes Cuando se pierde a un ser querido pienso que hace bien hablar con los demás, muy por el contrario el comandante Beresford se encerró en un silencioso mutismo y solo hablaba con sus oficiales por razones de trabajo.
Al arribar al terreno de juego de cricket ya estaba todo preparado. Los locales controlados por el juez del encuentro, habían colocado los wickets en sus posiciones correctas.
En uno de los laterales del campo las sillas para los oficiales y sus esposas, y más atrás para los jóvenes. A la derecha del comandante; la silla vacía.
Algunos sirvientes sostenían sombrillas blancas para refresco de las damas que no habían llevado sombrero.
En el otro lateral, de pié, los locales. Inmediatamente de comenzado el juego los oficiales se pusieron en ventaja con varias corridas a su favor. Inclinándose a su izquierda y sin poder disimular su sonrisa el Coronel me dijo: -estos nativos no aprenderán nunca a jugar al cricket -y agregó -no entiendo como no les atrae un juego tan hermoso y divertido.
Yo solo pude asentir...
Como confirmando lo expresado, por un camino secundario, vecino al río, avanzaba lentamente un carro tirado por un buey, cargando un pesado tronco de teca. No pude imaginar, siquiera, cual sería su destino. Seguramente lo sorprendería la noche antes de llegar.
-En este país no existe el apuro -observé en voz alta.
Ni el hombre ni el buey giraron sus cabezas para observar el juego.
Durante el entretiempo y muy cerca de nuestros lugares, seis jóvenes hicieron una demostración de su deporte nacional: el chinlone (pelota de caña), que parece mas bien un baile con pelota. A decir verdad gustaron mucho y se fueron aplaudidos, no solo por los locales sino también por las jóvenes inglesas a quienes les encantó el armonioso y sensual movimiento de los birmanos

Después... un repentino silencio cubrió el campo de juego. Todos estuvimos expectantes, como esperando algo que podía suceder. Y sucedió. Una hermosa joven karen, ataviada con su colorido longy, aunque sin los collarines de bronce que estiran sus cuellos, ni los dolorosos tatuajes negros en su rostro, cruzando el terreno de juego caminaba decididamente hacia el Comandante.
Tomándola de un brazo un sargento cipayo, no la detenía, sino más bien la ayudaba a cruzar el campo.
Ellos, sin duda, conocían la historia de la joven.
Entonces, algunas de sus compañeras comenzaron a entonar con sus dulces voces birmanas una deliciosa melodía que, seguramente, pensé yo, sería una plegaria al Cielo.
A esas voces se le agregaron otras y otras y de pronto todas ellas estaban cantando.
Militares, civiles y mujeres inglesas que observaban lo que sucedía se pusieron de pié y se escuchó un breve pero grave murmullo de desaprobación.
Cuando estuvo cerca del Coronel, la joven, en perfecto inglés que todos a su alrededor escucharon, preguntó: -¿Padre mío, puedo sentarme? -señalando con su mirada la silla vacía.
-Si, si –respondió el Coronel -puedes sentarte. Y cuando ella lo hubo hecho la abrazó y después de besarla en la mejilla, le preguntó:
-¿Rosa, hija mía, quieres tomar un helado?

6 comentarios:

  1. ¡Bienvenido a Cimera, Jorge !
    ¡Qué vacía la silla! Vacía y todo, da para sentarse sobre diferentes hipótesis. Lo que pensé en una primera lectura –y que es posible– que doña Rosa Winderm anduvo de andanzas picaronas con algún Birmano, contrajo alguna enfermedad de esas que se atribuyen a las relaciones non-santas, sumando quizá un regalito a su ser, que se ocultó, y que sería Rosita, ahora crecidita y preparada para sentarse a la diestra de su “Padre”. Winderm murió o fue asesinada tal vez por su marido despechado, y el Coronel se hizo cargo de Rosi. Acaso, también es posible, que el Coronel tan formalito él anduvo de andanzas, con alguna birmana, y le contagió la enfermedad asiática a su señora esposa, quien murió como consecuencia de la misma; de sus andanzas, se gestó Rosi, cuya madre habría muerto también, de la enfermedad que trasladó. Ahora… haberle puesto de nombre Rosa…
    Acaso, por qué no, que se digan padre, e hija, en público, puede también ser una vieja treta india, cubriendo una relación, acaso no bien vista con tanto etiquetaje… Y por qué no seguir suponiendo ¿No habrá el Coronel, sintiéndose solo, digo sido capaz de adoptar una joven birmana, y hacer su buena obra?
    Es que hay mucho material para seguir imaginado, y presentando hipótesis.
    Muy muy muy buenísimo, lleno de detalles enriquecedores, y de los que se abren muchos muchos signos de interrogación.
    Un beso,
    Adela

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  2. Eso se llama una entrada triunfal, Jorge! Después de todas las hipótesis de Adela, me inclino a pensar que Rosa es "el gran disgusto" que provocó la muerte de la esposa del Coronel, no por la niña en sí, sino por la relación del Coronel con su madre. El no haber tenido ella una hija propia contribuyó también a su tristeza.
    En fin, es un cuento espectacular, ameno y lleno de detalles, un contexto descrito maravillosamente.
    Me encantó, felicitaciones y bienvenido!
    Cariños

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  3. Me gustó mucho cómo describís la escena y cómo, sin contarla, das los indicios de la historia.
    Pude ver a ese narrador, extraño al lugar, como el protagonista de una película con extras que rodean los primeros planos, con música, cánticos tribales y murmullos. Y me pareció que ese momento final era un hecho postergado, esperado, algo así como la reivindicación o el blanqueo del "disgusto".
    Un gusto, valga la palabra, y una alegría que estés con nosotros, Jorge.
    Un abrazo,
    Ale.

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  4. Hola Jorge, bienvenido!
    Atrapante historia que muchos birmanos, seguramente, festejarían con sorna. Los ingleses, su flema, su pureza y sus poderes coloniales... ya sabés. Pero me gustó esa silla vacía y lo que significa para un hombre de principios o ideas más próximos a los míos, que podría ser un sargento desertor de la campaña del desierto de Roca. ;)

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  5. Bien ocupada esa silla vacía. Acá te estaba esperando la tuya Jorge. Bienvenido. Buenísimo este relato que da lugar a tantas interpretaciones por lo que veo más arriba. Me gustó mucho.


    Un bf.


    Iris.

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  6. Originalísimo, Jorge. Más allá de lo fantasioso y lo esotérico, me encantó la ambientación y puesta en escena de tu relato. Un "corto" cinematográfico precioso. La silla vacía me llena de interrogantes que no quiero dilucidar porque prefiero quedarme con toda mi fantasía al leer.

    Alicia

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