
Imposible discenir a la distancia en qué pudo haberle modificado el carácter esa peculiaridad suya. Desde el primer grito, el único que se le escuchó, Julián Contú fue un niño tímido, que pasado el tiempo necesario se transformó en adolescente circunspecto, introvertido. De hablar pausado y muy bajito, siempre como susurrando y pidiendo disculpas por semejante osadía, era necesario acercársele bastante para entender lo que decía.
Pocas buenas amigas, uno o dos amigos de los que nunca estuvo seguro hasta dónde lo eran, parecían ser suficientes para alguien que amaba las palabras cruzadas, los solitarios con cartas francesas y la computadora. Jugaba sin competir contra otro, si perdía nadie se daba por enterado. Agilizaba su vocabulario y aprendía, encerrado en su dormitorio, más de lo que se le escurría en la escuela entre las risotadas de sus compañeros de aula.
Con ese talante apocado no es de extrañar que practicara natación en lugar del fútbol o el básquet, más tradicionales, sí, pero que lo obligarían a integrarse a un grupo. Como anillo al dedo le venía parecer una rana todas las tardes en el club: mientras se nada no se habla.
Alba era su mejor amiga, su compinche, la única que podría, si quisiera, dar pistas de los pensamientos de un Julián que, sin que pudiera preverse, descolló como excelente alumno en la carrera de ingeniería informática.
La casa de Alba fue su refugio para el estudio, lejos de una madre pegajosa, preguntona, que necesitaba controlar cada paso de su hijo y un padre que no podría decirse ausente pero tampoco merecedor de la portada de “Ser padres hoy”.
Ese maratón estudiantil tenía altibajos, algunos luminosos días de confraternidad y otros que no eran, precisamente, un jardín de flores. Solían tener largas discusiones que Alba pretendía ganar, lo que no ocurría muy a menudo. Entonces, optaba por la muletilla: “Bueno, basta Julián, callate y vamos a estudiar”. En ese momento, hacía su entrada triunfal la respuesta que la enojaba tanto: “Sí, doña Bernarda”. Esa alusión a la obra de García Lorca terminaba por hacerla reír y mientras ella remedaba a la señorona de luto permanente, él mutaba en Martirio.
El título llegó acompañado por la terrible crisis de fin de siglo y el obituario de Abelardo Contú, que había solucionado la pérdida de sus ahorros con un infarto masivo, sumándole a Julián impensados problemas de subsistencia.
Mientras Gladis, esa mujer que los había asfixiado siempre, develaba sus habilidades manuales cosiendo ropa ajena, Julián aprendía los secretos de la bijouterie que Alba transmitía con amistad incondicional.
Tal vez sea una generalidad decir que un cambio trae otros. Lo cierto es que una mañana no se vio las orejotas, tomó una vieja manta y la instaló en la acera de una plaza decidido a ofrecer su producción. Al cabo de cierto tiempo, le avisó a Gladis (así la llamó, asombrado) que no lo esperara despierta, que comería cualquier cosa con otros “manteros” y no sabía a qué hora volvería. Por fin, alguna noche, bien tarde, rebautizado como Julián Mantero entró a un servicio de chat.
Gladis insistía en su necesidad de saber: dónde vas, con quién, a qué hora volvés, comés conmigo, por qué te acostás tan tarde.
A esa primera pregunta, Julián Mantero sólo contestó, un lluvioso tres de mayo en que estrenaba sus veintiséis años:
– A Inglaterra, a visitar a un amigo… Y, doña Inquisición, que no se te ocurra molestar a Alba, no te va a responder.
05/04/2011
Al leerlo, no sé por qué pienso en HOJARASCA. Un Julián como un montón de hojitas y a la vez frondoso y a la vez poco sustancioso. Una mezcla de nada y de todo, que de alguna manera el intenta enhebrar y exponer en su manta: cómo algo posible de transformarse en sustancioso y bello y propio. Me súper encantó. Un delicia leerte
ResponderEliminarBesosss caracolísticos
Otra vez tus personajes que, siempre, son personas de una realidad apabullante. Qué bien las desmenuzas... Y es una rareza este quehacer tuyo de desmenuzamiento porque la impresión que da es que el personaje ya existe, que es persona real y que tú nos cuentas sus ingredientes fundamentales. Y, sin embargo, la realidad es que no desmenuzas sino que compones un personaje a partir de fragmentos y lo haces tan real y firme, tan auténtico y cabal que al leerte siempre me quedo con las ganas de conocer a tus personajes . Creo en ellos, Lulú. No puede ser que no existan....
ResponderEliminarMe ha encantado tu Julián, tu cuento entero...
Besos,
Celia,
Precioso, que placer leer este cuento. Así de sencillo, así son las cosas.
ResponderEliminarQué dulce y amoroso es tu cuento, Lulú. ¡Qué personaje tu Julián!Para quererlo. Lo contás de adentro hacia afuera aunque empieces por sus orejas. Un placer.
ResponderEliminarCariños,
Ale
Me llamó la atención lo bien descrito que esta el personaje, toma consistencia en la mente del lector. Yo que soy de pinceladas al describir, que solo describo si va sustentando una acción, de verdad que disfruto de esta otra vertiente. Bueno, y de tan bien caracterizado que está el protagonista dan ganas de saber más sobre él y su historia.
ResponderEliminar¡¡Excelente, Lulú!! Brilla este cuentísimo. Brilla Julián y con él la vida, brilla por el cambio, por el riesgo, brilla por la elección del basta, del punto seguido y brilla más en ese dar cartas de nuevo.
ResponderEliminar¡¡Me encantó!!
Un beso,
Adela
Luego de leer a tu Julián Mantero pienso en el fin de la adolescencia, en esa ruta que, de una u otra manera, todos tomamos algún día dejando de lado o en pausa el peso del bagaje inexorable de nuestra historia. Y es curioso, porque el fin de la adolescencia es el principio de todo lo que nos falta. Delicioso personaje, Julián, que sin que nadie le haya tocado las orejas abandonó el orden de un silencio injustificable... "Silencio, silencio, silencio!"
ResponderEliminarBello personaje el de Julián, aún con orejas grandes que se transforman en sólo un detalle dada su personalidad. Sos una maestra en descripciones Lulú. Te creo todito. Me super gustó tu cuento.
ResponderEliminarUn bf.
Iris.
Que imaginación! te salió tan redondito y bien puntillado que casi, casi, te digo que conozco a más de una doña Inquisición, pero tu Julián es un heroe al haberse sublevado así.me encantó-
ResponderEliminarabrazos Teresita