martes, 5 de abril de 2011

“VIVE LA LIBERTÉ!”



Cuando George Berkeley dijo “ser es ser percibido” me aterró tanto terror, valgan el pleonasmo y la aliteración. Las criaturas de este espacio han nacido para vivir una vida de fracasos y de triunfos, de alegrías y tristezas. Ya nos tocaron, y nos siguen tocando, luchas contra las dictaduras del pensamiento y más luchas para combatir el totalitarismo unificador de cerebros.  Nos toca la acción en contra de la falta de calidad de nuestra menesterosa ortografía, de nuestra infantil sintaxis. Somos lo que somos en el mundo y el mundo nos ignora porque nuestras veleidades lo superan, nuestra vanidad es un lujo y todo lujo es una vulgaridad.

Juan pensó un mundo y una vez que lo hubo pensado se lo contó a su padre quien no dudó ni un segundo en felicitarlo y enviarlo a cargar bolsas de papas. El pensamiento conduce a la duda, odia la desmesura de lo plano y la ferocidad de lo quieto (valga el oxímoron).

Somos capaces, los humanos digo, de las peores batallas, de las más horribles guerras, pero no siempre la consecuencia es el peor de los pecados; la causa siempre es la intolerancia, la infinita ensimismación de algunos que se creen portadores de verdades absolutas. 

Juan dijo a los hombres que la libertad es libertad de pensamiento y que no hay seres superiores que piensen por nosotros. No todos comprendieron porque pensar significaba, con seguridad, equivocarse y resultaba mejor dejar que otro pensara por nosotros, lo cual, nos evitaba la dolorosa inquietud del error sin saber que solamente se es hombre cuando son las equivocaciones las que nos enseñan las mañas de la vida.

Siempre hay un ser en cada sociedad que toma el rol de los que temen equivocarse. Hace falta un ser decidido y suelto de cuerpo para creer en todas las mentiras que dice de sí mismo. Todo esto tiene nombre, se llama fascismo en el sentido de buen  paternalismo, sin dudas el peor de todos porque es casi irresistible.

– No pienses Juan, es mucho trabajo, yo voy a hacerlo por vos.
– Gracias Jefe, ya estaba cansado de pensar, vos me salvaste y pensaste por mí.
– Tranquilo, Juan. Yo me hago cargo. Estoy seguro que algunos pocos se darán cuenta pero no es para preocuparse porque el temor es más fuerte que la razón.
– Pero, ¿no es la razón lo mejor que hay?
– Para nada Juan. La razón es fuente de inquietudes, de dudas, de razonamientos  erróneos. De eso me encargo yo. Yo soy la primera persona del singular, soy el que soy, y mientras yo exista nadie se va a ver en la obligación de saber, de pensar, ni de ser libre.

Juan no creyó en lo que el Jefe decía y al ponerse en su contra se puso en contra de la gente. Eso hizo titubear a Juan porque nunca imaginó que el Jefe entendiera pero sí imaginó que la gente lo hiciera.

Juan quedó dudando y añorando secretamente la falta de dudas del Jefe. Es más fácil no pensar, es más fácil dejar que otro decida, decía la gente mientras adoraba al Jefe.

Pero Juan encontró algunos silencios y renació su esperanza. Esperanza en los silencios, esperanza en los que se expresaron sin palabras. Una vana esperanza lo alegró, una libertad en ciernes lo despertó y supo que nunca hay que bajar los brazos, que el Jefe jamás se va a rendir pero los amantes de la razón, con nuestras dudas e inquietudes, tampoco nos vamos a rendir.

Así, Juan decidió que era tiempo de emprender una lucha minuciosa y atroz, una lucha desmesurada y, tal vez, perdida de antemano. No se amilanó. Nunca lo haría  y así, sin esperar éxito alguno, lucharía por la libertad en contra del totalitarismo. Y renació la esperanza aunque el pueblo no pudiera verlo o, aun viéndolo, nada hiciera.

“Vive la Liberté!”



2 comentarios:

  1. José.
    Tu cuento dice muchas cosas que yo comparto. Por ejemplo aquello de que “algunos se creen portadores de verdades absolutas”, cuando las verdades absolutas no existen. La intolerancia, como bien dice tu texto, es una característica de ese tipo de gente, aunque hay muchos casos y la historia tiene infinidades de ejemplos, en que los intolerantes saben que no dicen ninguna verdad, pues le mienten a quienes mansamente le dejan el trabajo de pensar creyéndolos sujetos superiores, y evitando como dice tu cuento, “la dolorosa inquietud del error”.
    De lo que tengo otra visión, es sobre el concepto de que al revelarse Juan de la tiranía de su jefe, se haya puesto en contra de la gente, pues dentro de ese concepto -gente- hay innumerables maneras de pensar. Algunos permanecerían quizás indiferentes, otros se habrán puesto en su contra cegados por el adoctrinamiento del jefe, y otros en su favor, hartos del despótico mandamás.
    Me gustan los textos que invitan a pensar, como lo hace el tuyo. En este tipo de escrito existen los que intentan fijar una idea determinada, o los que sólo plantean diferentes opciones de pensamiento, y en particular son éstos los que más me agradan, aunque todos tienen su valor, pues de cada cosa buena o mala, quien intente pensar por sí mismo como por suerte hizo Juan, sacará algo valioso.
    Las luchas perdidas son las que se abandonan.
    Muy bueno.
    Fénix

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  2. Por ahí es una tontería lo que digo, pero no creo que la menesterosa ortografía de la infantil sintaxis, sea una acción en contra de dictaduras del pensamiento y totalitarismo unificador de cerebros. Quizás al que le guste la arqueología de las palabras, logre entenderme. E l lenguaje, el propio, fue encerrado, normado por otros, con reglas unificadoras serviles al trabajo y a la sociedad.- Nos unificaron el cerebro con esas reglas y las incorporamos sin darnos cuenta, como toda la anacrónica enciclopedista cultura que incorporamos , también sin darnos cuenta, y que no nos deja pensar con libertad ( la nuestra). La buena escritura, el poder de retórica, no nos garantiza libertad de pensamiento. La libertad de pensamiento, va más allá de la gramática. Es tomar conciencia de lo sabido y por saber, de lo que debemos des educarnos y en qué debemos educarnos. De nadar contra la corriente y llegar al puerto deseado. Volver a la identidad y de allí partir nuevamente con la experiencia incorporada, limpia, lavada de esclavitud. Dudar, como piensa Juan e intentar resolver esa duda. Arriesgarse aunque la gramática no sea la esperada.
    Muy difícil, para...y ahí quedo
    Un abrazo

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