Cuando murió Lola, la mamá de Esteban, heredamos unos pesitos que ella tenía en el banco. Sí, apenas unos pocos, los que le quedaron cuando le pesificaron los dólares. Y no viene al caso que me explaye en otros detalles del tipo “el hermanito se jugaba la plata de él y la de la madre” porque no soy una quejosa. Después de todo, cuando murió mi viejo no nos dejó ni para el entierro, el pobre.
Yo quería arreglar la casa, cerrar la galería, modernizar la cocina, por lo menos cambiarle las baldosas rojas y poner unas preciosas cerámicas. Pero él no quiso, dijo que si su madre había vivido así, yo no tenía por qué hacerme la finoli.
Al final, decidimos (me incluyo de puro anhelo aunque, la verdad, él me dejó afuera) comprar un autito, así podríamos pasear por la Costanera y hasta ir al Parque Urquiza de Paraná, que es como si una estuviera en Córdoba, donde las calles suben y bajan.
Y la semana pasada lo trajo, todo blanco, una Kangoo usada me dijo y yo me puse tierna porque me encantó el nombre. Pero más emoción me agarró cuando se le ocurrió que para Semana Santa podríamos ir a visitar a su hermana Ofelia, que vive en Villa Regina.
No es que a mí me desviva visitar a mi cuñada, no por ella que es una santa sino por el turco insoportable con el que se casó. Además, Río Negro no conozco, no he viajado gran cosa en mi vida.
Salimos a la madrugada, apenas despuntando el sol. Esteban me primereó porque antes de que yo armara le mate, llenara el termo o alcanzara a poner las galletitas y las servilletas en un tupper, me dijo: “Negra, vos vas a ser azafata y copiloto. Agarrá el mate, el mapa y … ¡Abran cancha que allá va la chancha!”
-Y con el marido - contesté. A veces me da bronca cuando dice eso, ¡como si a él no le sobraran una punta de kilos!
No me resultó fácil hacer las dos cosas. Cuando él tomaba mate, yo podía mirar el mapa, pero cuando me tocaba a mí, no sabía qué hacer con tanto papel desplegado como bandera. Los hacen enormes e incómodos. Tanto le tapaba la visión como se me volaba por el viento, como se me manchaba de verde hasta quedar para propaganda de Greenpeace.
Todo tiene solución menos la muerte, como lo demostró la finada Lola y ya cuando estábamos por la ruta 33 se había terminado el agua. Descanso para la azafata. Después doblamos por la 188 y ya en La Pampa, por la provincial Nº 1, le pedí que fuera más despacio porque quería ver un ombú. ¿Pueden creer que no vi ninguno? Es mentira que La Pampa tiene el ombú, como decían los libros de la primaria. Es aburrida, no se ve ni una casa, ni una vaca y para colmo, el Esteban que se me dormía. Cansado de escuchar mis gritos y de cabecear contra el vidrio, paró al costado del camino, nos dormimos una siestita y bueno, “non la fai lunga” diría mi viejo, al final, llegamos a Villa Regina.
Esteban tenía agarrotadas las piernas y las manos, hay que ver que no está acostumbrado a manejar tanto tiempo, así que el primer día, descanso para la tropa, avisó, y se fue a la cucheta del Bobby. No, le están errando como a las bochas, Bobby es uno de mis sobrinos, que nunca quiso que le dijeran Roberto, ni Tito y menos que menos, Beto. Muchas ínfulas, como hijo del turco que es, pero igual es buen pibe.
A la mañana siguiente, Coco, porque el turco tiene nombre, ya tenía la hoja de ruta, es decir, nos subimos a los autos y les juro que no nos bajamos hasta el domingo. ¡Cuando ya teníamos que volver!
Es cierto que pasamos unos hermosos días y conocimos muchísimos lugares, pero es como irse a recorrer Europa en un mes, digo, porque no me acuerdo del nombre de ningún pueblo. Quen-quén, Fu- Fu, Tre-tren y así, como si los indios hubieran sido tartamudos.
A la vuelta, a Esteban se le ocurrió comprar manzanas a granel para que hiciera dulce, que es su debilidad. Paramos en una quinta y yo pegué el grito:
-¡Mirá, viejo, la cantidad de naranjas que hay!. Esteban se puso rojo de vergüenza y me explicó:
-Negra, naranjas hay en Entre Ríos, ésas son manzanas, estamos en Río Negro. ¿Nunca leíste los cajones?
Como tenía razón, me callé la boca y lo ayudé a subir la bolsa con las manzanas a la parte de atrás de la Kangoo. Cuando vean las fotos, se van a dar cuenta de que era fácil equivocarse, debe ser por el sol que parecían naranjas.
Volvíamos tranquilamente, silbando bajito por la 143, cuando en el empalme con la 152cerca de Algarrobo del Águila, salió de la nada una bicicleta con un carrito detrás.
Era mi primera travesía como copiloto, el mapa quedó hecho jirones, igual que el mate y la yerba, desparramados por el suelo pampeano. Porque para evitar atropellar al de la bici, Esteban hizo una mala maniobra, volcamos, se abrieron las puertas de atrás y todas las manzanas terminaron encima del pobre hombre. No lo chocó pero le abolló la cabeza.
Si no fuera tan tremendo, diría que era gracioso verlo al señor ese, con su gorrita celeste y blanca tejida al crochet, pantalón y camisa al tono, mirando las frutas que lo rodeaban como si fueran regalo del cielo. Se notaba a la legua que no le había pasado nada, ni un rasguño tenía. El problema era la bicicleta. Las ruedas quedaron en ángulo recto y el manubrio para atrás. El carrito, tirado en la cuneta.
Esteban se agarraba la cabeza y caminaba a la izquierda y a la derecha y daba vueltas, siempre así, de un lado para el otro. Traté de calmarlo diciéndole que por lo menos estábamos todos bien, algún codo raspado nomás. Pero él me fulminó con la mirada y quedé mudita de nuevo.
Me di vuelta, miré al viejo sentado en el manzanal, le vi los ojos, me enternecí y le dije, como una manera de paliar los daños:
-Llévese, señor, las que quiera, todas lléveselas.
Después lo volví a mirar a Esteban con sonrisa cómplice, pensando que me había entendido… ¡Ay madre mía! ¡Me quería comer! Así nomás, en un chasquido, por culpa del tipo de la bicicleta tendría que pagar el lifting de la camioneta, se le iba la mermelada que más le gustaba y si yo seguía hablando, hasta le tendría que dar unos pesos al pobre viejo.
Apelé entonces a mi bondad, lo miré como carnero degollado y volví a la carga. Susurrando un grito, lo puse de nuevo sobre la tierra:
-Agradecé que no te pasó nada a vos, ni a mí, ni al viejo, que si no, encima lo tenés que pagar por bueno.
Ahí entendió, porque tan tonto no es y terminó ayudándole al pobre hombre a juntar las manzanas y ponerlas en el carrito.
Cuando el tipo se fue, Esteban llamó a los del Automóvil Club, que vinieron batante rápido para acomodar a la pobre Kangoo herida para poder seguir viaje. Después de varias horas, ya de nuevo camino a casa, se me escapó un suspiro:
-Hicimos la buena acción del día, ¿no estás contento, mi boiescau?
Por toda respuesta, se puso a cantar.
“Pasa loco de contento con su cargamento
para la ciudad, ay, para la ciudad
lleva en su pensamiento todo un mundo
lleno de felicidad, ay, de felicidad.
Piensa en remediar la situación
del hogar que es toda su ilusión
y alegre, el jibarito va cantando así
diciendo así, bailando así por el camino:
si yo vendo la carga, mi dios querido
un traje a mi viejita voy a comprar"
Un nudo en la garganta se me hizo.
- ¿Te acordás de cómo se llamaba esa del jibarito?- me preguntó.
- Lamento Borincano. Tu mamá tenía el disco de Cuco Sánchez... Fijate en los carteles que el mapa no está y no te duermas que mate tampoco hay.
29/04/08
http://www.youtube.com/watch?v=u1dXHFj0JcE
¡¡¡¡Increíble por lo vívido!!!!!!! Es la pureza del lenguaje genuinamente hablado, y que se escucha a la perfección, Lulú. Es la vida de los instantes en familia y a viva voz. ¡¡ Y las realidades, que cuántas veces callamos!! ¿En qué familia no hay algún Turco, llámese o no Coco? Finoli, primereó, abran cancha, fulminó, mudita, carnero degollado… vocabulario insustituible para este más que cuentísimo cuentazo. ¡¡¡La ruta de la buena onda, la calidez de los sentimientos y el EXCELENTE HUMOR!!!
ResponderEliminar¡¡Me encantó Lulú!!
Pd. Yo vi las fotos, y es cierto, serán manzanas, pero de aspecto bien podrían haber sido naranjas, así que decile al boiescau que se sofrene, ¿de qué ponerse rojo y avergonzarse??
JAJAJA COMO ME HE REIDO, CON TU CUENTO TAN VIVÍDO- TAN REAL, Y CON UN VOCABULARIO TAAAN ARGENTINO QUE CREÍ QUE ERAMOS MI MARIDO Y YO VIAJANDO JAJA- POR SUERTE PUDIERON CONOCER MUCHOS SITIOS AUNQUE SEA EN RAPIDOS VISTAZOS- MUY BUENO Y MEJOR HUMOR PARA CONTARLO- FELICITACIONES- ABRAZOS TERESITA
ResponderEliminarLes agradezco muchísimos sus comentarios y me apena no haber podido subir la foto...
ResponderEliminarEste cuento, viejo como habrán visto, fue colgado en Foro, donde la consigna era una foto en la que se veía el señor rodeado de frutas. La mitad escribió que era naranjas, la otra mitad, que eran manzanas. Fue muy divertido! Corregí algunos de los errores que nunca me faltan y aproveché la consigna. Veremos si hago algo new new!
Besos
Buenísimo Lulú, viajamos con la protagonista y su marido, en un viaje entretenido y bien contado. Te felicito Lulú, me super gustó.
ResponderEliminarUn bf.
Iris.
Este cuento me pareció atravesado por una generosa frescura, desde los personajes hasta sus acciones, que deja un gusto y una sensación muy agradables. Y es curioso, porque siendo básicamente un monólogo, queda íntegra la historia con sus imágenes y actos y su cronología. Qué producción. Cuento para presentar en algún concurso, Lucía.
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