lunes, 4 de abril de 2011

VUELO 2428




En el aeropuerto, esta tarde de domingo el gentío se mira con una mueca cómplice, se alza de hombros en un “qué vamos a hacer” y camina hacia ningún lado. La mayoría opta por sentarse en algunos de los bares donde saciar la angustia, calmar los nervios y eliminar ese nudo acá cuesta casi tanto como pasar la noche en un hotel cinco estrellas.
La única vez que Renata estuvo en un aeropuerto fue cuando el gerente le indicó que tenía que ir a recibir y a acompañar a Mr. Williams hasta el hotel. Cumplió y hasta hoy no sabe de quién se trataba ni para qué venía.
Pero sucedió que el vuelo de Air Jamaica se atrasó y ella se encontró boyando a la deriva. Pasó por un puesto de revistas y a la izquierda, cerquita de su mano encontró un pequeño tesoro, una perla de inteligencia que trocó la molestia en sonrisas: Brutas Biografías de bolsillo, de César Bruto. Viejo por donde se lo mirara, al punto de tener que separar la hojas con un cuchillo, fue el más leído de su biblioteca, el más prestado. Después de pasar por todas las manos conocidas, terminó en el taller de un encuadernador.
Perdida en ése y otros recuerdos desordenados, se hizo de noche sin que hubiera comido nada, sólo había tomado café y gaseosas hasta que lo que parecía impensable, sucedió. Se anunciaba que el demorado vuelo 2428 partía rumbo a Santiago de Chile.
Había planificado un largo viaje que incluía puntos importantes de Asia y Europa, para finalizar en América. Dicho así, cualquiera podría presuponer que será un viaje de varios meses, pero no tratándose de ella.
Lo que para ciertas personas es imprescindible, como la Gran Muralla o la isla de Pascua, Renata las dejó pasar sin pestañear y con un mohín significando “cuatro piedras a quién le pueden interesar”.
De China sólo le llamó la atención la cantidad de gente y de carteles luminosos.
No se puede comer nada, certificó, a menos que una se gaste una bolsa de dólares en impresionantes restaurantes, únicos lugares donde el menú es aceptable. Notó que tienen razón los que dicen que los orientales son todos iguales, no supo distinguir chino de coreano ni de vietnamita.
La visita a la India fue poco agradable. Parecía que toda la pobreza del mundo se concentraba allí, a pesar de ser un país que, dicen los que saben, está emergiendo a pasos agigantados, y de que la comida es mejor que la de sus vecinos del este.
Turquía, a la que vio muy superficialmente, le resultó antipática. Sus amigos, los Aronian, son hijos de armenios y le han contado las barbaridades que hicieron los turcos allí. En Ankara, la capital, tienen edificios ultramodernos, preciosos y otros viejísimos pero bien pintaditos y con todos los detalles lustrados.
Eso es lo notable de Asia y Europa, conservan y cuidan todo lo antiguo y no está mal aunque a mí no me guste, pensó. En nuestro país, por ejemplo, la mayoría de las mansiones se mutilan para renacer como shopping, desierta plazoleta seca o, como dijo Teresa, “vieja que muere, edificio que se levanta”.
El periplo por el centro de Europa hasta Francia no le deparó ninguna sorpresa, había visto muchas películas donde muestran idénticos paisajes y las mismas iglesias, con la ventaja de que no molestan los olores, cosa fundamental para quien tiene la nariz delicada como ella.
En América, empezó por el Caribe. Zona hermosa del continente, sus aguas azules, verdes, turquesas la habrían tentado pero Renata tiene miedo, terror a cualquier masa de agua que no esté contenida en una bañera, como máximo y con precauciones.
Estaba observando las tortugas de las islas Galápagos, esperando que apareciera alguna iguana y en un instante no vio nada más. Sintió su desesperación, sumida en una negritud absoluta. Se retiró caminando despacio y a tientas.
Medio dormido, Rodolfo escuchó:
– Correte que estás acostado en mi lugar.
– ¿Eh, qué pasa?
– Se cortó la luz, ¡justo cuando estaba mirando las tortugas ecuatorianas! Cosa impresionante la internet, mientras dura.

6 comentarios:

  1. Ja, ja, ja, para vuelos de verdad los de tu imaginación, y los de la de Renata. ¡Y qué viajes hace esta mujer! Lástima del apagón que, si no, aún le daba tiempo a perderse más por las Galápagos, islas que, como ella, conozco gracias a internet, ja, ja, ja,

    Un cuento delicioso, Lulú,

    Besos,

    Celia,

    ResponderEliminar
  2. Y yo casi que te creí, es decir sin el casi. Buenísimo este relato Lulú, viajé con Renata hasta ese maldito corte de luz. Lo disfruté mucho.


    Un bf.


    Iris.

    ResponderEliminar
  3. Me alegra haberlas entretenido un ratito pero más me alegra que estén de vuelta en el pago, chicas. Hagamos un esfuercito para que haya más cuentos cada día, dentro de la posibilidades, porque miren quién lo dice, la "refritadora" oficial, jajaja!!!
    Besos

    ResponderEliminar
  4. ¡¡Renata traicionera!! Tanto paseíto con reflexiones varias, para luego sumirse en esa negritud y yo creí, que... glup glup glup y noooooo. Un viaje virtual que se apagó, y ya después hasta me imagino dándole un codazo al pobre señor.

    Muy bueno Lulú,

    Un beso,

    Adela

    ResponderEliminar
  5. Me hiciste reír, Lulú. Con ella y su falta de luz para continuar con "la Internete".
    ¡Me engañaste de verdad!
    Ale

    ResponderEliminar
  6. hay Lusía, me llebaste de un lado a otro como choriso en fuente de losa! Pero grasias a dios que se te cortó lalectricidá en las galápagos, a mi me cientan muy mal como el coliflor y la arverjas.

    veso, César B

    ResponderEliminar