Los leños se van apagando poco a poco. Su crepitar se debilita hasta extinguirse en su totalidad. La mirada se pierde en lo irrecuperable.
Laura evoca y extraña.
Lugares, personas, entes inanimados que esperan en un estante, la caricia de esa mano amada ya sin fuerza que se llevó la finitud. Años juntos cuidándose el uno al otro. Ya no, está sola de él. La angustia se ocupa de ella y la toma para quedarse, sin tiempo de espera.
Laura pregunta.
Una y otra vez donde estuvieron y con quién se fueron esos años que llevan el rótulo de “Segunda Edad”. Años que pasaron de largo por su vida sin darse a conocer, sin advertirle que saltarían jugando a no volver. Mami, que suerte que el vestido del civil me lo hacés vos, un gasto menos. Ernestito tiene paperas vieja, no te vendrías a casa unos días a cuidarlo. Amor no quiero que trabajes tanto. Vivís para nosotros, desde que tuve ese maldito infarto no parás. Su familia la necesita.
Laura está sola.
Claro, ahora entiende, estaba distraída en tanto el tiempo pasaba. No lo veía. Ahora es todo suyo y no sabe qué hacer con él. La familia ya no la necesita. Se mueve por la casa buscando, ¿qué?...ojalá supiera. La mesa es demasiado grande para comer sola, en la cama falta el calor de otro cuerpo, el silencio que deseó tantas veces hoy molesta. Es el desasosiego. No lo conocía, lo descubre y no le gusta. Quisiera recobrar lo perdido. El ímpetu, las ganas, el impulso para no detenerse, el amor en todas y cada una de sus formas.
Laura vida.
Todavía es tiempo. Comienza a proyectar. Recuerda cuando le decía a su amor, proyectemos, los proyectos son vida. Toma en sus manos ese cuadro oculto que dejó hace años sin terminar, ya ni recuerda cuantos y decide darle parte de su tiempo, lo merece por la espera. Descubre los óleos secos y sonríe. También les dará vida. Siempre quiso hacer ese curso de Psicología Social y nunca pudo. Ahora puede. Laura se imagina llenando espacios vacíos, esos que la esperaron para darle sentido a su vida.
Los leños se van apagando poco a poco. Su crepitar se debilita, Laura se levanta de un salto y corre llevando más leña para avivar ese fuego. Su fuego.
Es precioso Iris tu cuento del proceso de la vida de Laura. Uno de los nombres que más me gustan de mujer, ya me gustaba incluso, cuando no sabía que su significado es victoriosa. La victoria de la vida, sí, de eso es tu cuento. De la marcha y en ese ir viviendo con todo los cambios que van aconteciendo, entre amores, familia, dolores, angustias, soledades, encontrarse consigo, y avivar ese fuego, para seguir viviendo de un modo diferente, y con muchas ganas.
ResponderEliminar¡Me encantó Iris!
Un beso,
Adela
¿Cómo medimos el tiempo de nuestras vidas? Supongo que desde nuestras (im)posibilidades, cuando estamos cerca de “eso”. Entiendo a tu personaje, pero por mi propia vida no lo comparto. No fundé familia y la edad en la que la familia se va, si llego, me latigará con otras realidades. Pero me gusta la figura de atizar los leños, alimentarlos. Creo que es algo que hago ya por deporte. Me da pena tu personaje en el sentido de su postergación, que ya sabemos que es así, y justamente. Pero me alegra que esos leños tengan manos y voluntades que los alimenten. Después de todos, siempre es así... la soledad es o un invento o una escusa. ;)
ResponderEliminarQué lindo cuento. La protagonista se enfrenta a su balance personal, se plantea su presente como consecuencia de su pasado y afortunadamente el resultado es positivo: aviva el fuego y decide, para ella misma. Siempre es tiempo de vivir.
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