martes, 17 de mayo de 2011

CUENTO TREN - (2) TRIFURCACIONES

Nélida sabe que eso está mal, que su mamá que no es su mamá la va a mirar con esos ojos que brillan menos que cuando se le llenaban de lágrimas hace mucho, que va a hacer como siempre, un bollo con el abriguito en cuestión o lo va a meter en una bolsa y enseguida, sin decir nada y mirando hacia el techo, irá a meterlo en el barril de compost, al que ella sabe –más que cualquier cosa– que no debe acceder. Te van a comer los gusanos, le había advertido mil veces su mamá que no era su mamá. Por eso, y porque sabe que eso está mal, Nélida ya no trae a la casa las plumas que encuentra en sus escapadas al valle, ni la piel reseca de algún puma que sacó a relucir sus huesos, mucho menos el enjambre de pelos que siempre se puede recoger en la puerta de la peluquería del pueblo cuando no la miran, ni qué hablar de los esqueletos secos de arañas que caen flotando en los rincones de la casa ni del caminito retorcido y áspero de alguna culebra. Nélida tiene un escondite que sólo ella conoce. Lo encontró el día que cumplió dieciocho años, una fecha muy importante le había dicho su papá, después de que Nélida se hubo deleitado con esa torta de grasa inmensa y llena de dulce de leche que le hizo su mamá que no es su mamá. Un lugar especial, se repite, un lugar donde no hace frío porque yo guardo todos los abriguitos que dejan los otros para el día que haga mucho frío. Y si esa mañana bien temprano le había prometido a su mamá que no era su mamá que se quedaría en la casa hasta que volvieran del cementerio, ahora no puede contenerse y sale a caminar por la ruta de ripio. No le cuesta sacarle todos los abriguitos a ese hombre tirado al costado del sendero. Tampoco la cadena con esa chapita que le brilla por debajo del cuello que seguramente almacena el sol. Algo raro vuelve a sacudirse en su interior cuando percibe al pie de un matorral eso que le parece un dedo deshuesado. Quiere tocarlo, pero Nélida sabe que en esos casos, cuando el fuego le sube desde el ombligo y le hace vibrar los labios, se tiene que persignar y voltear la cabeza. Así que casi sin mirar hace un bollo prolijo con su botín, tropieza con el brazo del hombre pero mantiene el rumbo sin desviar la vista y se dirige a su lugar secreto. Una vez allí, cava con las manos un buen rato hasta que sus dedos tocan el abriguito de un topo que de tan duro casi le abre un tajo en los dedos. Lo acaricia y recuerda el lugar exacto de sus otros abrigos. Rellena el hueco, aplasta la tierra y vuelve a cubrir el lugar con hojas y ramas secas de eucalipto y algunas piedras. Ya está en su casa cuando oye el ruido del motor de una camioneta. Se alegra de saber que llegó antes que su mamá que no es su mamá y su papá. Sale a recibirlos, pero se encuentra con ese hombre que le pide algo que no entiende y que mira el piso. Nélida siente por primera vez el ansia de quitarle el abriguito a un ser que se mueve. Se contiene y repite la frase que le enseñaron a decir en estos casos: que ella no puede ayudarlo y que sus padres regresarán pronto. Se met rápido en la casa, porque cuando el otoño agoniza la garganta le empieza a picar y después ve cosas raras.

El hombre, con barba de semanas y ojeras pesadas, conduce absorto con sus manos. A la derecha, la mujer, blanca en canas y sosteniendo un ramo de flores sin desviar la vista de la ruta por un solo momento, conduce con el rigor ineluctable de su presencia. Acaba de pedirle al hombre que baje la velocidad, que están yendo para homenajear a los muertos y no para terminar como ellos en el olvido, un triste domingo frío de mayo. El hombre no acusa recibo en su expresión pero el motor de la sembradora baja el tenor de su ronquido.
–A la vuelta habrá que pasar por la tienda porque la cría necesita ropa –establece la mujer que mira el ripio que la mira.
–Pse… – responde el hombre sin dejar de olvidar al ripio que no lo olvida.
–Por lo menos ya no jode más con esas porquerías repugnantes que traía del campo –agrega la mujer, como si quisiera convencerse de algo imposible.
–Ep pse… – vuelve a responder el hombre que ve el final del ripio y el empedrado del cementerio.
–Pasamos primero por lo de Doña Anita, que no debe tener nada, como en vida, y esta vez le quiero dejar unos gladiolos a Don Paco, dios lo tenga en su santa gloria –dispone la mujer al tiempo que se ayuda con los brazos extendidos del hombre para bajar los desproporcionados peldaños de la cosechadora, y agrega–: porque lo que es a tu mujer, que Dios la perdone, pero ya sabés lo que pienso.
–Pse… pse… –agrega el hombre que mira las cuchillas roídas de la máquina y piensa en que pronto tendrá que afilarlas.
–Para ella están los gladiolos rosas; y las no me olvides multicolores, ya sabés…
–Sí, mamá… A esas flores también las pongo yo pero no en nombre de mi hija –interrumpe el hombre con aire resignado–. Como las de papá –agrega desviando la cabeza y casi murmurando.  
–Mirá Ernesto, no me desafíes con tus tonitos, habrase visto –se queja la mujer que comienza a encaramarse.
–Vieja, no me rompas más las bolas y tengamos el cementerio en paz –corta el hombre girando sobre sus talones y dejando en magro equilibrio a la mujer que acaba de pisar terreno.
–No te permito que me faltes el respeto –increpa la mujer lanzándole como una cachetada el ramo de flores al hombre.
–Disculpame, vieja, pero a veces…
–… Pero a veces nada, desagradecido –incrimina la mujer taladrándolo con la mirada–. Si tu padre no hubiese hecho semejante atrocidad con la puta de tu mujer, hoy no estaríamos pudriéndonos en este infierno con una bastarda idiota a cuestas.
–Mamá… hace casi veinte años que…
–Hace casi veinte años que me pudrieron la vida esos dos que bien se están pudriendo acá mientras yo me seco en el valle –interrumpe la mujer que mira el cielo con encono. 
–Pse –responde el hombre fijando los ojos en el ripio que se pierde a sus espaldas justo antes de abrir la reja para entrar en el cementerio de Cimera.

Desde su espíritu germánicamente independiente, Birgit camina la tarde ventosa de sábado preguntándose por qué se le habría ocurrido pagar a un guía si ella no necesita más que un mapa para orientarse y disfrutar de los paisajes naturales en justa soledad y autonomía. Mira al guía y retiene todo impulso innecesario. Sabe que no se permitiría una pizca de sensualidad cuando el verdadero orgasmo es la naturaleza. El hombre, que a pesar de su inocultable cuarentena mantiene un paso tan firme como el de ella, avanza sin piedad. Y eso a Birgit le gusta, sí, pero le opaca la sensación de dominar el lugar. Dos días hace que caminan juntos y la espalda del tipo siempre frente a sus ojos. 
Se detienen en un claro, casi no hablan, Gott sein Dank, y beben unos chorros medidos de agua. El guía, que había sugerido que se refiriera a él como Zeta, se toma el pulso y se mete un papelito en la lengua. Unos segundos después lo retira, lo escruta, arquea las cejas y, sin dirigir la mirada a Birgit, saca de su mochila un estuche de cuero, de su interior una jeringa y un frasco de vidrio que perfora con la aguja y se inyecta por encima de la muñeca. Con los gestos inequívocos de los caminantes, acuerdan seguir avanzando. Birgit se ajusta el cierre de su campera y observa el entorno seco de un invierno inminente. La espalda del guía se contorsiona entre los bordes del camino. Se pregunta qué contenía el frasquito, pero se dice que no es su problema. La silueta de la montaña, irreverentemente triangular en el horizonte a contraluz, parece englobar la silueta del hombre al punto de tentar a Brigit de detenerse para sacar una foto. Pero a ella las fotos donde aparecen las personas nunca le interesaron. Y hay que ahorrar película. Zeta se tambalea cada vez más hasta caer como fulminado en el medio del camino de ripio. Birgit se abalanza sobre el guía que convulsiona y se vuelve casi blanco. Sus instintos de primeros auxilios surgen sin obstáculos: le abre la boca y tira de la lengua, toma el pulso, comprueba la respiración, gira el cuerpo que está de espaldas hacia uno de los costados para que respire correctamente y separa las piernas para que se sostenga en esa posición. Le abre los ojos y se los sopla, pero no percibe reacción. Revuelve en el bolso y encuentra el estuche, las jeringas y los frascos. Entiende de lo que se puede tratar pero no logra descifrar lo que las indicaciones dicen. Baja el cierre de la campera del guía, se abre paso entre el pullover, la polera y la camiseta, para hacer aflorar una cadena y una medalla que en cualquier idioma significan lo mismo: diabético.
Se maldice una vez más por su decisión, saca un terrón de azúcar de uno de los bolsillos de su mochila y lo introduce en la boca de Zeta. No reacciona. Supone que el coma ha paralizado al hombre y que hay que pedir ayuda. Mira a todos lados, pero el camino se pierda en la nada. Despliega su mapa, no tarda en ubicarse y deletrea V. Cimera como el único conglomerado habitable a unos diez kilómetros hacia el oeste. Su germánica lucidez no le permite dudar sino que le exige actuar con serenidad. Así revuelve los bolsillos de Zeta, encuentra un celular que extrae demasiado enérgicamente, al punto de que se le escapa de las manos y cae sordo sobre el ripio. No signal, lee, y sin perder tiempo sigue revolviendo hasta encontrar una billetera de la que saca el documento de identidad del guía. El viento frío de la noche en ciernes en el valle comienza a arreciar. Birgit mira el paisaje de un lado al otro y decide trasladar el cuerpo moloso de Zeta al costado del sendero. Del botiquín de su mochila saca un rollo de cinta adhesiva para heridas, pega el documento sobre el dorso del celular y lo aprieta fuertemente en las manos del hombre. Lo cubre con una manta, deja la medalla bien a la vista y sale decidida a campo traviesa en busca de ayuda hacia lo que ella se dice es el oeste .  


28 comentarios:

  1. Alejandro,
    ¡Estoy mucho más que maravillada!¡Qué VUELO!!! Varias cosas y una mejor que otra.
    El diseño que has hecho de Nélida es extraordinario, se ven lejanos sus recuerdos, se escuchan sus reflexiones, y los anhelos mezclándose con tristezastemores y manías tan de niña sembrando huellas imposibles de esquivar…
    La puerta que abrís a partir de ese viaje entre Ernesto y su madre en la cosechadora hacia el cementerio, y la imagen del ripio, que miran y mira son más que fílmicas. Como también lo es esa llave clara que descubre esa oscura historia familiar, “de lo que no se habla” pero sí.
    Y como si eso fuera poco, aún se ensancha más este Capitulísimo, con la turista alemana tan definida en su andar germánico, como precisa en el proceder ante ese hecho que en un instante, la salud de Zeta, da vuelta su día de “ turista guiada” en ese paisaje que descripto así… se ve.
    Como también la hípercoherencia del título.
    Maravillada, es poco.

    Bso.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Hola Ale, sin dudas tu escrito más el de Adela nos han dejado tela por cortar en todas las direcciones, excelente lo suyo señor, esa niña con carencias neurológicas y o psicologicas se las trae jajajajaj
    Las musas estan a pleno.

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Hasta ahora:

    Personajes:
    1- Roberto Zalaberry (alias Zeta): guía turístico diabético. El muerto.
    2- Doctor Montes: el médico forense
    3- René Giudici: vecino que descubre un cuerpo (Zeta) a un costado del camino.
    6- Ernesto: campesino, vive con Nélida (bastarda) y su madre.
    4- Nélida: muchacha de 20 años, enferma mental, que entierra “abriguitos” en un escondite secreto. Hija de la mujer de Ernesto y el padre de éste.
    5- Madre de Ernesto.
    8- Birgit: turista alemana.

    Los hechos:

    Sábado 14/05/2011
    Él día va acabándose, y Roberto Zalaberry muere por un coma diabético al costado de un camino. Brigit, la turista que lo contrató, decide pedir ayuda en el pueblo que queda a 10 km. del lugar: Villa Cimera (al menos a 2 horas de camino a pié).
    Zalaberry vivía a 400 km. del sitio donde muere. Brigit deja junto al cuerpo de Zeta el celular roto del guía y el documento, ambos pegados con cinta a su mano.

    Domingo 15/05/2011
    Ernesto y su madre van al cementerio y discuten por el adulterio entre la esposa de Ernesto y su padre -ambos muertos-, mientras tanto, Nélida se escapa de su casa y encuentra el cuerpo de Zeta. Le saca la chapita que lo identifica como diabético, y va a su escondite donde la entierra como a todos sus “abriguitos”. Luego vuelve a su casa antes de las 10 de la mañana.
    Llega a la casa de Ernesto el vecino René Giudici a pedir un poco de café. Se encuentra con Nélida a quien no conoce, ella le niega el café, él la nota huraña y se vuelve a su casa.
    Por la noche, en Villa Cimera, el Doctor Montes establece que el deceso de Zeta había ocurrido el día anterior entre las 22:00 y las 24:00 hs. Seguramente, aunque hasta ahora no lo dice el cuento, habrá advertido que el fallecimiento se produjo por un coma diabético.

    PD: corríjanme si me equivoco

    ResponderEliminar
  6. Corrección en los números de los personajes. Perdón

    1- Roberto Zalaberry (alias Zeta): guía turístico diabético. El muerto.
    2- Doctor Montes: el médico forense
    3- René Giudici: vecino que descubre un cuerpo (Zeta) a un costado del camino.
    4- Ernesto: campesino, vive con Nélida (bastarda) y su madre.
    5- Nélida: muchacha de 20 años, enferma mental, que entierra “abriguitos” en un escondite secreto. Hija de la mujer de Ernesto y el padre de éste.
    6- Madre de Ernesto.
    7- Birgit: turista alemana.

    ResponderEliminar
  7. Hasta ahora:
    Hola Daniel y hola a todos,

    Daniel, prácticamente transcribo lo que detallaste en su totalidad, extraje algo poquitísimo, de aquello que puede dar lugar a distintas interpretaciones, que aún no se ha sugerido, probado ni dicho.

    Personajes:
    1- Roberto Zalaberry (alias Zeta): guía turístico diabético. El muerto.
    2- Doctor Montes: el médico forense
    3- René Giudici: De la vecindad, ve al costado del camino, lo que parece ser una persona durmiendo al costado de camino.
    4- Ernesto: campesino, vive con Nélida (bastarda) y su madre.
    5- Nélida: muchacha de 20 años, enferma mental, que entierra “abriguitos” en un escondite secreto. Hija de la mujer de Ernesto y el padre de éste.
    6- Madre de Ernesto.
    7- Birgit: turista alemana.

    Los hechos:

    Sábado 14/05/2011

    Él día va acabándose, y Roberto Zalaberry -contratado por Birgit como guía- sufre un episodio grave aparentemente debido a su diabetes interpretándolo Brigit, como un coma diabético. La turista que lo contrató, decide pedir ayuda en el pueblo que queda a 10 km. del lugar: Villa Cimera (al menos a 2 horas de camino a pié).
    Por el documento, surge que el domicilio de Zalaberry sería a 400 km. del sitio donde se halla su cuerpo y que tendría 44 años. Brigit deja junto a Zeta que no ha reaccionado, el celular roto del guía y el documento, ambos pegados con cinta a su mano.Lo tapa con una manta y deja a la vista la medalla que lo identifica como diabético.

    Domingo 15/05/2011
    Ernesto y su madre van al cementerio y discuten por el adulterio entre la esposa de Ernesto y su padre -ambos muertos-, mientras tanto, Nélida se escapa de su casa y encuentra el cuerpo de Zeta. Le saca la chapita que lo identifica como diabético, y va a su escondite donde la entierra como a todos sus “abriguitos”. Luego vuelve a su casa antes de las 10 de la mañana.
    Llega a la casa de Ernesto, René Giudici que ha ido a pedir un poco de café y leña. Sale a su encuentro Nélida a quien no conoce, ella le niega lo que solicita alegando la ausencia de sus padres, René, la nota huraña y de regreso a su casa , ve lo que parece ser una persona dormida al borde del camino.
    Por la noche, en Villa Cimera, el Doctor Montes establece que el deceso de Zeta habría ocurrido el día anterior entre las 22:00 y las 24:00 hs.


    Detalle sobre lo que no se ha dicho aún, y que en algún capítulo, ya se establecerá...

    No se ha dicho si René es hombre o mujer. No se ha dicho aún, si aquello que ve Giudice es o no el cuerpo de Z. No se ha establecido aún la causa de muerte de Z.


    Mmmmmm ¡QUÉ INTRIGA!

    Cariños a todos.

    Después, voy a ir pasándoles en word, los dos capítulos a los pasajeros que ya subieron al tren, por si alguno no entra al blog estos días para que vayan actualizándose de las Novedades!!

    ResponderEliminar
  8. ¡Esto viene Súper! Se pone cada vez más intrigante.

    Si no interpreté mal lo escrito por Alejandro, René es hombre: ..."Ya está en su casa cuando oye el ruido del motor de una camioneta. Se alegra de saber que llegó antes que su mamá que no es su mamá y su papá. Sale a recibirlos, pero se encuentra con ese hombre que le pide algo que no entiende y que mira el piso. Nélida siente por primera vez el ansia de quitarle el abriguito a un ser que se mueve. Se contiene y repite la frase que le enseñaron a decir en estos casos: que ella no puede ayudarlo y que sus padres regresarán pronto. Se mete rápido en la casa, porque cuando el otoño agoniza la garganta le empieza a picar y después ve cosas raras."

    Chic@s, si alguien por favor, me puede sacar de la duda. Es probable que me haya equivocado.

    ¡Gracias y Besos!
    Ali Nuri.

    ResponderEliminar
  9. Holas!

    tres precisiones:
    a) Nélida no sólo se lleva la chapa de Z, sino también todas sus ropas, "todos los abriguitos". Hay (creo) una referencia adicional clara a la desnudez de Z.
    b) Birgit pega con la cinta el documento al celular y lo deja en la mano de Z, bien apretado, pero no el celular pegado con cinta a la mano. No sé si lo que escribí se entiende de esta manera.
    c) Si bien en tu texto no das indicios de género para René, yo lo masculinicé en el encuentro con Nélida.

    yastá :)
    saluvagones!

    ResponderEliminar
  10. ES CIERTOOOOOOOOOOOO NURIA. Disculpennnnn!

    Besos

    ResponderEliminar
  11. SÍ, SÍ. SÍ Alejandro, Hago en un ratito, la reconstrucción de los hechos, con base en lo detallado por Daniel.
    Así queda un solo resumen.

    Cariños,

    ResponderEliminar
  12. PERSONAJES y HECHOS CON ALGUNAS MODIFICACIONES

    Hasta ahora:
    PERSONAJES

    1- Roberto Zalaberry (alias Zeta): guía turístico diabético. El muerto.
    2- Doctor Montes: el médico forense
    3- René Giudici: vecino que ve a un costado del camino de ripio lo que parece ser una persona durmiendo.
    4- Ernesto: campesino, vive con Nélida (bastarda) y su madre.
    5- Nélida: muchacha de 20 años, enferma mental, que entierra “abriguitos” en un escondite secreto. Hija de la mujer de Ernesto y el padre de éste.
    6- Madre de Ernesto.
    7- Birgit: turista alemana.



    Los hechos:

    Sábado 14/05/2011

    Él día va acabándose, y Roberto Zalaberry -contratado por Birgit como guía- luego de dos días de caminar con ella, sufre un episodio grave aparentemente debido a su diabetes interpretándolo Birgit, como un coma diabético. La turista, al ver que Z no ha reaccionado después de los primeros auxilios, decide salir a campo traviesa a pedir ayuda en el pueblo más próximo, Villa Cimera a 10 km,pero antes de salir, pega el documento contra el celular y lo aprieta en las manos del hombre. Lo tapa con una manta y deja a la vista la medalla que lo identifica como diabético.

    Domingo 15/05/2011
    Ernesto y su madre van al cementerio y discuten por el adulterio entre la esposa de Ernesto y su padre -ambos muertos-, mientras tanto, Nélida se escapa de su casa y encuentra el cuerpo de Zeta.
    Le saca el chapita que lo identifica como diabético y todos sus abriguitos, ve en un matorral un dedo que le parece deshuesado, se persigna y hace un bollo con su botín, que guardará junto con el resto de los abriguitos. Vuelve a su casa antes de las 10 de la mañana.
    Llega a la casa de Ernesto el vecino, René Giudici a pedir un poco de café y leña. Lo recibe Nélida a quien no conoce, ella le niega lo que solicita parque sus padres no están y él la nota huraña. Al regresar René a su casa, ve al costado del camino de ripio, lo que parece ser una persona dormida.

    Por la noche, el Doctor Montes establece que el deceso de Zeta habría ocurrido el día anterior entre las 22:00 y las 23:00 hs. En el documento de Z, (pegado con cinta adhesiva a un celular apagado y sin registro) hallado a un metro del cuerpo, consta su domicilio a 400 km, y que habría nacido en 1967.

    ResponderEliminar
  13. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  14. Algunas cosas más:

    Capítulo I

    1- El celular fue hallado a un metro del cuerpo del guía.
    2- La fecha y la hora del deceso son a reconfirmar.
    3- René llegó a lo de Ernesto a pedir café y leña a las 9:10, y en su viaje de vuelta calcula estar en su casa antes de las diez y cuarto, y si como quedó dicho, el viaje era de 10 minutos, salió de la casa de Ernesto aproximadamente a las 10:00, esto quiere decir que estuvo algo así como 40 minutos con Nélida.

    Capítulo II

    1- Cuando ve a René, Nélida siente por primera vez el ansia de quitarle el abriguito a un ser que se mueve.
    2- La tienda de Villa Cimera está abierta los domingos, porque la madre de Ernesto piensa en pasar por allí a comprar ropa para “la cría”, después de salir del camposanto.
    3- Ernesto llama “mi hija” a Nélida, aunque no lo sea, y además deja flores en las tumbas de su mujer y de su padre, los supuestos adúlteros que engendraron a la muchacha idiota, según lo que dice la madre de Ernesto.
    4- Dos días hace que caminan juntos el guía y la alemana, y vienen desde algún lugar que está a más de 10 km. del sitio donde él muere (V. Cimera es el pueblo más próximo y está a esa distancia). Deberían traer al menos una carpa en donde pasar las noches frías del invierno, teniendo en cuenta que están en un paisaje montañoso. También tendrían que llevar víveres y bolsas de dormir. Todo eso (o al menos lo que a él le correspondía) tiene que haber quedado junto al cuerpo de Zeta cuando Birgit salió en busca de ayuda, imagino que desprovista de peso para llegar más rápido a V. Cimera.
    5- El frasco de vidrio y las agujas que usó el guía, deben estar también allí, al menos que alguien se las hubiera llevado después (¿Nélida?). Quizás sería lógico que Birgit se hubiera llevado el frasco, como para mostrar en el pueblo qué era lo que Zeta se había inyectado.
    6- El celular y el documento queda en las manos de Zeta (Birgit los aprieta en ellas), pero aparecen -capítulo I- a un metro del cuerpo del guía.
    7- El guía muerto debía llevar su mochila puesta al caer, y Birgit no se la quitó, eso quiere decir que lo hizo alguien después. De no ser así, Nélida tuvo que hacerlo para desnudarlo. ¿Tenía el tiempo suficiente si volvió a su casa a las 09:00, luego de pasar por su escondite para enterrar el abriguito de Zeta?

    Para Alejandro:
    - ¿Usaste la palabra “cuarentena” porque Zeta tenía 44 años?
    - Por respeto, escribamos Dios con mayúsculas sea cual fuere nuestra idea sobre Él.
    - Gott sein Dank: desasname sobre esto y, como diría Borges, perdón por mi ignorancia.
    - ¿Por qué Birgit tiene que ahorrar película, no lleva una cámara digital?
    - ¿Qué significa, moloso?

    ResponderEliminar
  15. Hola Daniel y demás pasajeros!

    De las 7 observaciones que señalás, sólo puedo decir que no hice cuentas del tiempo y tal vez algunas cosas que escribí (como entiendo das a entender) no cierran. Igual creo que ajustando tanto desde el vamos los cronómetros e interpretando unilateralmente los detalles, los que siguen se van a asustar. Quizá me equivoco, pero es lo que siento. Así que dejo tus observaciones al criterio de los otros lectores, y si se acuerda que hay algo confuso o contradictorio que cambiar, lo haré sin chistar.

    Respondo entonces a las preguntas que me dirigís de forma directa:

    - ¿Usaste la palabra “cuarentena” porque Zeta tenía 44 años? Sí, en la cuarta acepción de la RAE.
    - Por respeto, escribamos Dios con mayúsculas sea cual fuere nuestra idea sobre Él. Con todo el respeto que a mí me merece el concepto, queda en mi relato la palabra en minúscula (no me acuerdo dónde la usé).
    - Gott sein Dank: desasname sobre esto y, como diría Borges, perdón por mi ignorancia. Perdonado: en alemán es el equivalente a nuestro “gracias a dios”, frase que encontré en google (como vos, no sé alemán aunque está al alcance de los dedos ;)).
    - ¿Por qué Birgit tiene que ahorrar película, no lleva una cámara digital? No, lleva una reflex clásica.
    - ¿Qué significa, moloso? Quise hacer referencia a esos perros grandotes y pesados: pienso ahora que quizá no sea el adjetivo más adecuado en castellano. Si complica la interpretación, lo cambio sin problemas.

    Saluvías :)

    ResponderEliminar
  16. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  17. Alejandro, sólo dije las cosas que vi en lo que va del cuento, algunas pocas, es verdad, no cierran, las demás son para tener a consideración en la trama, y sin cambiarlas adaptarse a ellas en lo que sigue de la historia.
    Trato de decir las cosas lo mejor posible para no herir a nadie, y lo hago porque yo acepto de buen grado que me hagan observaciones a lo que escribo, pues sé de mis limitaciones y nada me cuesta corregir algo cuando me señalan algún error. Cuando sea un gran novelista como los que ya han logrado serlo, no permitiré la más mínima observación, pero eso será dentro de dos o tres vidas, por lo menos.

    Decís que “ajustando tanto desde el vamos los cronómetros e interpretando unilateralmente los detalles, los que siguen se van a asustar”, y yo pienso todo lo contrario, en el convencimiento de que al escribir una historia hay que fijarse en “los cronómetros” y en los detalles, desde el principio y sobre todo al principio. En cuanto a que los demás se van a asustar, me parece una desafortunada opinión. No son los demás escritores de menor jerarquía a la tuya o la mía como para asustarse, y estoy seguro de que no habrás escrito tu capítulo desde semejante pensamiento. Sin dudas ya confirmarás que no fue así. Lo descarto.

    Realmente no comparto tu criterio de dejar observaciones que son para quien ha escrito, a consideración de los demás escritores. A mi modo de ver eso pone en una situación incómoda al resto de los compañeros, sin que haga falta que explique el porqué pues resulta más que obvio, y como no deseo tal cosa, me bajo de este tren en la próxima estación. Estoy fuera del cuento.

    Un abrazo.
    Daniel

    ResponderEliminar
  18. Ale, una que me olvidé y es buenísima.

    Lo del viaje al cementerio en la cosechadora lo pusiste adrede para que alguien te lo señale, ¿verdad? Me imagino la cara de la gente del camposanto cuando apareció el tipo con una máquina grande como una casa. ¡Ja, ja! Estuviste genial.

    Abrazo.

    ResponderEliminar
  19. Daniel, a ver qué te parece, hagamos de cuenta que estamos en un café, hablando de este cuento de todos. Lo primero es lo primero: qué alegría ya somos doce, porque Dante también ha confirmado su boleto .
    Sabés, a mí particularmente me encantan los cuentos, donde no todo está dicho, de ese modo me da la libertad de interpretar lo que el autor ha callado. Si me dice todo y me guía en todo absolutamente, no es lo que más me agrada. Pero esa es mi opinión y aquí somos varios los que escribimos-leemos-escribimos y entonces nos complementamos en un texto grupal. Y eso me encanta.
    Por eso me maravillan todas las posibilidades que se abren en esta clase de cuentos pensados y escritos por tantos cocos diferentes y a partir de los cuales, tanto se suma, la trama y las personalidades de los personajes van matizándose con los colores que entre todos vamos aportando en los distintos momentos.
    Hay cosas que quien escribe dice y otras que calla.Y muchas veces adrede se calla. Algo que no debe faltarle a un cuento o a una novela para que sea verosímil, para mí, es la coherencia, en el sentido, de que sobre lo que se va diciendo, no haya contradicciones. Y si hay algo que en estos dos capítulos no hay, según como lo interpreto yo, son contradicciones.
    Hay pistas sí. Afortunadamente muchas y variadas. Y varias vías para desarrollar, y acaso retomar. Ellas a mi entender, sin completar adrede, porque justamente los que siguen, pueden tomar uno de esos hilos y tejer de acuerdo a cómo lo interpreten (no creo que quien va escribiendo tenga que ir diciendo la intencionalidad que tuvo al escribir lo que escribió, haciendo de guía, sino todo lo contrario, creo que ha de callarlo) irán cerrando todas o algunas de las cuestiones con las herramientas literarias que deseen utilizar y siempre sin contradecir lo que sí está dicho.
    Fijate por ejemplo este detalle, vos suponés que Giudici llegó a lo de Nélida a las 910, y, lo que suponés, es una de las tantas interpretaciones posibles, porque no está dicho. Sí está dicho, que eran pasadas las nueve cuando se miró en el espejo… Está dicho que el trayecto duró 10 minutos. Es esa la única certeza, también lo es que dice que piensa estar de regreso a las 1015. Pero… lo que no está dicho es cuestión de quien lee. Cuando se escribe, y ahí lo que me fascina, y lo expone, creo yo que el texto ya no le pertenece por decirlo de algún modo. Quien lee se apropia de él, al interpretarlo y darle su propio sentido, de acuerdo a cómo es el lector.
    Y aquí en este cuento tren, hasta ahora somos doce, en proceso de ir escribiendo, leyendo, interpretando, continuando, y modificando sin contradecirnos.
    Asi que, aprovechemos y disfrutémoslo con alegría.

    Cariños,
    Adela

    ResponderEliminar
  20. Hola a todos!

    Intentaré no extenderme demasiado y no agregar más ruido. No sé si leerás este comentario, Daniel, después de haberte bajado del tren. Es una lástima y realmente no entendí con claridad el porqué aunque a vos te parezca obvio. Lo que no quiero es que tu interpretación de las cosas quede, al menos aquí, como la única realidad. Sostengo lo que escribí antes porque yo también digo lo que pienso y sin intenciones de herir a nadie. Sigo creyendo que si me tocara a mí escribir ahora luego del desmenuzamiento e interpretación que hiciste, yo me asustaría, en el sentido de que me parecería arduo el tenor de exigencia (y el rumbo) al que llegó el tema para subir mi historia. Sobre todo teniendo en cuenta que frente a la propuesta original que dio toda libertad de acción y extensión ninguno de los que sacamos boletos estipuló o pidió previamente pautas adicionales de cómo debía hacerse el viaje. No veo, con toda sinceridad, que en los dos textos que se subieron haya contradicciones que generen conflictos o que impidan tomar vuelo a los que siguen y definir lo que quieran en sus viajes. Sí veo en varios de tus ítems interpretaciones, y no es que no sean válidas sino que son eso: tus interpretaciones, lo que a vos te llamó la atención porque así lo viste y que seguramente resolverías en la dirección que señalás si te tocara escribir. Quizá otros vieron o están viendo otras cosas, y es por eso que me parece de lo más respetuoso aunque a vos no dejarles a ellos, a los que siguen, la consideración de esos ítems en vez de responderte por qué no es así o si pudiera ser de otra manera. Si eso pone en una situación incomoda al resto de los compañeros, como sugerís, creéme que yo no lo veo así y mucho menos fue esa mi intención.

    Un abrazo,
    Alejandro

    ResponderEliminar
  21. ¡¡Celia tambié sube!! Aleluya!
    Y esta boletería atiende las 24 hs

    1.Adela - Los caminos
    2.Alejandro- Trifurcaciones
    3.Iris
    4.Mercedes
    5.Santiago
    6.Graciela
    7.Osvaldo
    8.Nuria
    9.Lulú (reservó boleto por mail)
    10.Marcelo
    11.Daniel
    12.Dante
    13.Celia

    ResponderEliminar
  22. Alejandro.

    Evidentemente hay cosas mías que no entendés -descarto la intencionalidad-, como por ejemplo que no dije que era obvia la razón por la que me bajaba del tren, sino que eran obvios los motivos por los que dejar las cosas a consideración de los demás, los pondría en una situación incómoda. Dije eso y no otra cosa, más allá de que sea o no sea obvio.

    Yendo al cuento, el asunto es así:

    Señalé cosas como para resaltarlas y que quizás le sirvieran a alguien para seguir con la trama, y eso no quiere decir que no cierren. Ocurre que vos interpretas que digo que no cierran, lo escribís, y parece que planteo las cosas en esos términos. De hecho el Capítulo I nada tiene de contradictorio, y la gran mayoría de las cosas que señalé en el tuyo, tampoco. Sólo enumeré situaciones que podían servir para desarrollarlas en la trama, como la del teléfono y el documento en la mano y luego a un metro, o como que la hora de la muerte era a confirmar (cosa que yo no vi en una primera lectura). Así de sencilla era la cosa.

    Me pasó en El Cuentón, y me pasa ahora, no le cae bien a todos que yo -lo hago personal para no incorporar a nadie en la apreciación- les sugiera algún cambio, de manera que el equivocado soy yo, y aquí viene la razón por la que me bajé del tren:

    Si bien es verdad que nadie fijó pautas para escribir, estoy convencido de que en un cuento escrito en comunidad, se pueden sugerir cambios, e ir llevándolo entre todos, de lo contrario es sumar una serie de individualidades que pueden -o no- hacer de la trama una serie de cosas inconexas, o cambiarla en el medio o al final a gusto de quien se crea un genio. Yo he cambiado cosas que escribí en El Cuentón a sugerencias de un compañero, y lo hice también en cuentos propios, agradeciendo la sugerencia, y por eso pienso lo que pienso.

    Para mí, repito, para mí, así deberían ser las cosas, pero todos tendríamos que estar de acuerdo en esa idea, y no lo estamos. Si en un cuento entre todos, no puedo decirle a alguien (vos en este caso) escribamos Dios con mayúsculas, por respeto y aun porque ortográficamente es así, porque me va a contestar “en mi escrito se queda con minúsculas”, pues entonces no entendí cómo es el juego este de escribir un cuento entre todos. Esa es la razón, Alejandro, por la que me bajé del tren.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  23. Adela.

    Valoro y te agradezco que me mantengas en la lista, pero el cuento del tren sólo tiene 12 pasajeros hasta ahora.

    Un beso.
    Daniel

    ResponderEliminar
  24. Bueno Daniel, repito lo que te manifesté en el comentario anterior: lamento que te bajes del tren –y ahora agrego– por las razones que exponés.

    Un railabrazo

    ResponderEliminar
  25. Queridos amigos, no se imaginan lo bien que los veo desde este banco del andén de la estación. Me atrapó la historia. Leo con sumo interés las diferencias entre sus pareceres. Los personajes están geniales y bien perfilados. No me subo porque no dispongo de mucho tiempo para sentarme a pensar. Pero estoy y seguiré metiendo bocadillos. Un cimerabrazo gigante para cada uno de los doce (hasta ahora). Ah! Agregué la foto en la que están Celia y Adeli en el restorán donde se emborracharon jajaja!!!, se las ve antes, pero no se sacaron foto después... Más besos!

    ResponderEliminar
  26. Hola a todos. A los más antiguos, a los más o menos (como yo) y a Marcelo que recién llega. Lo escrito hasta acá por Adela, Ale e Iris me encantó, igual que a Alicia. Me parece que las ganas de escribir, de relajarse y jugar, de compartir, es lo mejor que nos pasa en Villa Cimera. La iniciativa de Adela da sus frutos, somos varios los interesados, más allá de que, por ahora, no pueda subirme a ningún tren porque el fin de semana próximo me mudo.
    El cuento tren se puso en marcha con todo, el 2° concurso va recibiendo participantes. Gracias al deseo que se mantiene vigente y despabilado, acá estamos, de eso se trata.
    Un abrazo grande,
    Ale.

    ResponderEliminar
  27. PD: La foto de Celia y Adela, ¡ESPLENDIDAS, chicas!

    ResponderEliminar
  28. Holas!

    Leyendo el insospechado rumbo que tomó en el periplo la imagen del “dedo deshuesado” que Nélida ve “aflorar entre un matorral de pelos” mientras “desabriga” a Zeta, modifico en el texto la siguiente frase del primer parrafito (línea décimo octava en mi pantalla) ;)

    Algo raro vuelve a sacudirse en su interior cuando ve aflorar entre un matorral de pelos eso que le parece un dedo deshuesado.

    por

    Algo raro vuelve a sacudirse en su interior cuando percibe al pie de un matorral eso que le parece un dedo deshuesado.

    Gracias por los comentarios y saluviados :)

    ResponderEliminar