sábado, 21 de mayo de 2011

Las Sospechas (Cuento Tren, 5)

La historia no comienza con la muerte de Zalaberry, sino mucho antes. Sin embargo, la historia cobró la apariencia de la carne fresca cuando algunos bromistas comenzaron a afirmar, a la hora de la siesta, que “el sol pega como la muerte”. O cuando el borrachito más introspectivo, paseando por la plaza con su señora Dama Juana, aseguraba a diestra y siniestra que “ahora los cuerdos acusan a los cuerdos de estar locos, y los locos acusan a los locos de estar cuerdos”. Detrás de la afirmación, el miedo de que sea verdad.
El pueblo mismo es la historia. Hoy en día los turistas escuchan ávidamente los relatos vinculados con el asesinato en el bar llamado “La leyenda de Zalaberry” mientras se ponen en pedo con una Saratoga. Los lugareños se imaginan el cuerpo del muerto como el de Judas después de haberse ahorcado y los más ilusos como el de Cristo recorrido por hilos de sangre coagulada. Rondan chistecitos.
Las profecías se cumplieron, aunque estas surgieran después del asesinato dudoso. Por supuesto, nadie preguntó porque todos chasquearon la lengua cuando el Doctor aseguró que la causa de muerte fue la enfermedad misma.
De esta historia forman parte Ernesto y su madre. Nadie se olvida que no son parientes. Ernesto recuerda, y se maldice. Y ahora tiene que vivir con su suegra. Cuando el pueblo se entera del pecado aún antes que la pobre mujer, esta pierde la compostura.
-Vos ahora vas a ser mi hijo- le dijo a Ernesto con la determinación de una mujer que se niega a marchitarse- ¿entendés? Y ella era tu esposa, y él era tu padre.
Ernesto no supo por qué, pero no se pudo ir, y aunque pudiera irse no quería ¿Para qué? Entonces a partir de ese día ambos viven con el recuerdo constante de una simple aventura y no de un pecado. Y ambos beben del mismo vaso, tal vez por eso ahora son parientes. La nueva madre de Ernesto ya se olvidó que había tenido una hija. “Pero” dice la gente “¿notan como Ernesto cierra siempre los puños cuando ve a algún mujeriego?”
En esta historia entra también el Doctor Montes, que usaba los anteojos del difunto padre de Ernesto. Pocos lo acusaron de brujería, porque en verdad creían que veía peor con esos anteojos que con los suyos propios. Simplemente lo acusaron de morboso. La historia se condice con la vez aquella en la que el médico contaba, al borde de las lágrimas de la risa, en la que cremó a su esposa y tiró las cenizas al río.
-Justo cuando las tiré, llegó un viento del lado contrario que me arrojó los restos de mi bendita esposa a la cara- se reía aún más- y yo gritando- reía aún más fuerte- “¡La puta no se quiere ir!”.
Encajaba también, aunque en menos medida, Zalaberry.
-Qué se habrá muerto por la enfermedad el mariposón ese- comentó quien atendía la hosteria- si tenía todo el azúcar del pueblo que él quisiera, y recién se murió ahora- comenta con malicia.
Pero nadie ignoraba que el guía se había movido a la esposa mientras disfrutaban del carnaval mientras el cornudo seguía encargándose de la hosteria.
-Incluso- repiten hoy en día en el bar “La leyenda de Zalaberry”- cogieron en uno de los cuartos del lugar y el muy boludo jamás se dio cuenta.
René, en verdad, era el único imbécil que se había metido en la orgía de sospechas sin percatarse siquiera de lo que era el pueblo. Todos por entonces ya habían notado sus manías a la hora de las compras y sobre como llevaba consigo siempre una calculadora, no tanto por los precios sino para poder saber cuánto consumiría cada día. Eso y como fruncía los labios gratuitamente.
-El culiado no tiene una puta arruga alrededor de los ojos- se burlaban los dueños del almacén.
Entonces, todo en Villa Cimera era una fantástica partuza de historias disfrazadas, un paraíso de puntos inconclusos. Un joven cronista, que luego se entregaría a las venas del suicidio, escribe “la gente sigue sus vidas con tal normalidad que asusta, como si cada uno supiera cuál es su papel en el asesinato pactado”.
A su vez, la alemana, nada que ver. Es rubia y no se le entiendía un carajo. Todos creen que los arios están hechos para no ver los asesinatos, y una precisión fría la salvaría de ver la muerte sin sangre del guía. Algunos se preguntan “¿Por qué le amputaron el dedo después?” Pero es un detalle insignificante, todos saben para que puede usar un dedo un casto, una bruja o un enfermo.
Queda el comisario, que estaba eximido por su gordura y su reconocida incapacidad de matar una liebre inmóvil, incluso con su arma. “¿Quién quiere alguien útil si la justicia se arregla con los cuentos?” escribe el joven cronista.
Por otro lado, nos queda Griseldo. La mañana en que se despertó y su vecina le contó con lujos de detalles el asunto del dedo amputado y el muerto, no tuvo otra opción que el miedo.
-¿Vos eras el que estaba noviando con la alemana, no?- le pregunta la vecina y él le responde con un gruñido.
Griseldo era quien se había opuesto en primera instancia a que ella contratara a aquel enfermo mujeriego para dar un paseo por un lugar en el que era imposible perderse.
Muchas sospechas habían caído sobre Griseldo. Pero la verdad es que mientras Zalaberry se moría, él estaba cortándose el pelo mientras miraba el partido, rivalizando en simpatías contra el hombre que tenía una tijera filosa sobre su cráneo.
-Mirá que te metés en cosas jodidas vos- le dice la vecina cuando lo ve con la frente abierta de un tajo.
-La superioridad no se da con quien corta más, sino con quien no tiene miedo.
Pero en el momento tuvo miedo, y esa cicatriz no fue nunca aclarada. El peluquero negó todo y Griseldo estaba en una situación en la que nadie, pero absolutamente nadie, quería creer en él.
“¿Creerán que soy yo?” se preguntaba antes de dormir “¿Creerán al final lo del peluquero, lo de ese hijo de puta?” Solo pudo resolver escaparse por un tiempo, pero aquello era confesar un asesinato “Me cago en el pastorcito, el lobo y sus ovejas” gritaba cuando estaba en pedo.
Mientras tanto, algunos chistosos pintaban en la pared de la comisaría mientras Achával dormía a la hora de la siesta. “¿Quién mierda mató a Zalaberry?” rezaba el graffiti.




Buenas, me presento: Soy Santiago, alias Saquian. Aficionado a la escritura, tuve la suerte de conocer a Inés, quién me insertó en este blog. Les agradezco todas las correcciones que tengan para hacerme, sobre todo relacionado con la gramática, a la que estúpidamente nunca le di bola cuando intentaron enseñármelo. Comienzo, entonces, mi travesía por Villa Cimera con la quinta parte del cuento tren. Saludos a todos. Saquian

10 comentarios:

  1. Hola Santiago, soy Graciela, o Gra para los amigos. ¡Bienvenido! Soy la que te sigo en el Tren. Puedo pedirte el favor, tal como propuso Adela, que hagas un resumen de los nuevos personajes? Mil gracias y la verdad es que se está volviendo muy interesante el cuento.
    Cariños
    Gra

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  2. Bienvenido Santiago a la Villa y al tren, que sigue avanzando..
    Sin duda alguna Santi, el misterio crece y el punto de vista del narrador, hace girar el punto de vista del lector, sumándole más dudas de las que ya tenía, sin que el lector sepa aún, cuál es la realidad. (Tal cual como pasa en la vida, los hechos parecen únicos pero los dichos múltiples …)
    Quizá nunca se sepa la realidad, quizá el misterio vaya develándose.

    Veremos pasajeros, veremos hacia dónde nos lleva este tren, que por lo que voy viendo, quién sabe si dará una sola vuelta, quizá el paseo se prolongue…

    Cariños y buena semana para todos.

    Adela

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  3. sin dudas le has puesto tu toque a este tren que viene cargado jajajaja...
    Muy bueno lo escrito.

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  4. Hola, Santiago. Me alegra mucho que estés entre nosotros. ¡Bienvenido!
    Ale.

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  5. Bienvenido a la Villa Santiago. Un gusto que estés con nosotros.


    Un bf.

    Iris.

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  6. Santiago, tu estilo es "perversin" ...desafía la gravedad, a partir de aqui todo esta suelto como un cuadro de Dalí y retorcido como le gustaba a Picasso. A bancarse el empujon, el tren se mueve con criptonita. God!

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  7. ¡Bienvenido Santiago!
    ¡Esto se viene interesante y "complicau"!
    Es un desafío a la creatividad de los que venimos en los vagones traseros. ¡Ja! ¡Ja!
    Beso,
    Ali Nuri.

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  8. Hola Saquian, me sumo a los que te dieron la bienvenida.
    Con respecto a tu aporte en este cuento-tren, voy a ser tan sincera como vos sos irónico, según te leí por ahí. En tu relato no me chocaron faltas de ortografía ni de redacción. Lo que sí me chocaron fueron taaaantas palabrotas. En mi vida cotidiana soy bastante mal hablada y puteadora. Pero no vas a encontrar una sola palabrota en mis textos.¡Ojo! No está prohibido, es mi opinión personalísima, nada más.
    Siguiendo con tu relato, tuve que leerlo y releerlo porque diste vuelta lo que yo venía hilvanando, asociando de acuerdo a los posts de nuestros compañeros. No le encuentro el gollete, che. Destaco que como relato unitario está bueno, pero no le veo la relación con los anteriores episodios.
    Por último, me gustaría que comentaras los cuentos. Cuando tengas tiempo, obvio.
    Saludos

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  10. Alicia, Villa Cimera,
    Un dedo amputado, es el pie para las más abominables imaginaciones del hombre. Y más macabro es todavía el hecho de encontrar personajes que sean capaces de encontrar en todos un potencial asesino. Simplemente propuse una alternativa al cuento policial que requería solo dos o tres capítulos más para solucionar todos los misterios sin alargar demasiado la historia.
    Saludos
    Saquian

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