Las dos parejas, caminaban por el muelle que extendía unos metros la playa, sobre el agua. El viento, humedecido de sal los impregnaba de mar en cada beso, que lograban robarse. La luna, redonda y plena, iluminaba la romántica escena.
Él, hombre de avanzada edad. Ella, jovencísima
Ella, mujer madura. Él, mucho más joven
La carcajada al unísono de una de ellas, llamó la atención de la otra.
Se observaron. Cruzaron miradas.
Él, murmuró espantado a su joven amante: “¡Mira la vieja con el pendejo! ¡Qué espanto!
Ella, miró de reojo, y susurró a su joven amante: “¡Pobres herederos, del viejo! ¡Qué zorra!
Es común que algunos gasten energía pensando y criticando malamente a otros sin darse cuenta que (incluso) mal cojen lo que tienen. Ver la pajilla en el orto ajeno es sinónimo de "subdesarrollo". Para aquellos mundos (internos) que se encuentran en vías de desarrollo es altamente probable que se sucedan este tipo de "coincidencias". Muy bueno el ejemplo Lilian. Nos remonta otra vez a la idea de que al final, y de alguna manera entonces "no nos une el amor, sino el espanto". Cortito y contundente.
ResponderEliminarBueno, bueno... que poco feliz es disfrutar tan poco.
ResponderEliminarCasi un minicuento, lo justo y necesario.
¡Muy lindo, Lilian!
Cariños,
Ale.
PERDON ...ingreso de nuevo para hacer una modificación. ¿Me creerian si les digo que hay una fé de errata? Quise decir Coger (no cojer). Créanme (por favor). Veran que es coherente.
ResponderEliminarPrefiero el subjuntivo " j"
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta la ironía de la situación. Muy bueno, Lilian!
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