El
pequeño Dan pasó toda su niñez bajo la cama, se ocultaba cada vez
que su padre llegaba a casa. Conoció la peor parte de la raza
humana. La monstruosidad y la violencia, eran para él un fiel
retrato de ese hombre, que siempre llegaba para agredir a su madre y
destrozar todo lo que estaba a su paso. Dan siempre repetía en voz
baja: un hombre como él no debería existir.
Mientras
pasaba el tiempo, la cama se hacía pequeña para Dan, y llenaba el
armario de cajas vacías. Cuando tenía 10 años, el pequeño ya
tenía más de cinco mil cajas guardadas, algo absolutamente
impresionante, pero ¿para qué juntaba tanto cartón? Lucía, su
hermana menor, tenía en ese entonces, cinco años, era la protegida
de Dan. Él nunca permitió que su padre conociera a la pequeña
Lucía, la ocultaba bajo la cama, como él lo hacía a su edad.
Un
día Lucía le preguntó a su hermano, para qué tenía tantas cajas
en el dormitorio, y él le respondió que eran para construir su
propio hogar. Ambos acumulaban cartones de todos los tamaños y con
cinta adhesiva unían los bordes. Casi faltaba poco para terminar los
últimos detalles. Dan y Lucía ya tenían el dormitorio forrado de
cartón, las paredes estaban cubiertas de cuatro capas por lado, solo
la puerta tenía seis capas, cada pila pegada con pegamento casero
(engrudo), hecho de harina y agua caliente.
Ambos
pasaban cada noche a solas, porque su madre ya había muerto hace un
año. Dan miraba a la gente de la ciudad por la ventana, deseaba
deambular en el exterior de su casa de cartón, pero esperaba
pacientemente que su hermana creciera un poco más. Al cumplir Lucía
los diez años, y Dan los quince, se atrevieron a salir para conocer
la gran ciudad. Dan encontró trabajo en una pastelería y Lucía
entró a la escuela. Todo había cambiado para ellos, el miedo ya no
existía.
Conocí
a Dan en una entrevista de trabajo hace cinco meses, y escuché
atentamente su testimonio, cada palabra me hacía estremecer, porque
su sonrisa liberaba un miedo interminable. Fue en ese entonces,
cuando me atreví a preguntarle, qué era para él sentir miedo, qué
sentía específicamente, y me dijo: yo no conocía el miedo, pero me
dediqué toda mi infancia y adolescencia para que mi hermana jamás
lo conociera.
Llevábamos
mucho tiempo trabajando juntos, Dan se convirtió en un pilar
fundamental para la empresa, nos casamos a principios de este año y
Lucía se convirtió en una gran amiga y compañera. Sin embargo,
algo pasaba con él, últimamente se aislaba demasiado de nosotras,
se encerraba en el dormitorio, y tenía un montón de cajas
acumuladas en el cuarto vacío de huéspedes.
Intenté
hablar con él para preguntarle lo que estaba pasando, y me dijo que
tenía que forrar la casa de cartón para que mi hijo y yo no
conociéramos el miedo, yo simplemente le dije que no se preocupara,
que el miedo viene inserto en nosotros, que es parte de la humanidad.
Dan se alteró muchísimo y me respondió: el miedo no viene inserto
en nosotros, nos enseñan a sentir miedo, pero lo peor de todo, es
ver al miedo en persona. Yo solo quiero que ustedes no lo conozcan.
No
entendía nada de lo que estaba pasando, hablé con Lucía, y me
contó todo lo que ustedes ya saben. Dan había cubierto la
habitación de ellos con cartón cuando había muerto su madre, y
quería sentirse protegido y al mismo tiempo proteger a Lucía. Fui a
buscarlo para hablar con él, para decirle que lo entendía, que
lucharíamos juntos, que lo amaba por sobre todas las cosas. Cuando
llegué a casa, él lloraba amargamente y solo me dijo: No quiero que
conozcan a mi padre.
¡Bienvenida, Adri!
ResponderEliminarMuchas gracias por aceptar la invitación a participar. Te has presentado con un relato de gran calidad literaria y que muestra el perfil psicológico del protagonista, marcado a fuego por experiencias traumáticas de la niñez, tal como ocurre con mucha gente que quizás ni siquiera lo advierten.
Felicitaciones y sigamos adelante, insuflando vida a este emblemático espacio.
Un fuerte abrazo y cariños atravesando la cordillera.
Gracias Pituti, por invitarme, por el ánimo que siempre me das. Para mí es un gusto estar aquí, he leído varios escritos que son muy lindos, y quise poner un granito de arena más.
ResponderEliminarFelicidades a todos los que hacen de este espacio un lugar acogedor.
Un abrazo desde Chile! =)
Excelente relato Adriana. Impactante, profundo y en él queda latente como el sufrimiento en la infancia afecta de manera tan tremenda la madurez del ser adulto. Ningún niño debería pasar por estos traumas, es indignante.
ResponderEliminarFelicidades!!!
Muchos besos y cariños desde España.
¡GUAU! ¡Qué carta de presentaciòn, Adriana!
ResponderEliminarBienvenida a este espacio, ojalá que nos hagas disfrutar muchas más obras como esta.
Un abrazo!
Muchas gracias a todos. Monique, concuerdo contigo, "ningún niño debería pasar por estos traumas".
ResponderEliminarGreis, de verdad te lo agradezco...y bueno, también espero que lo disfruten, así como yo lo hago mientras escribo. No es nada fácil, siempre estoy tambaleando, creyendo que no está del todo bien logrado, en fin...gracias!!!
Abrazo a todos!
Adri =)