sábado, 19 de mayo de 2012

NALU INACAYAL Y EL SUBTENIENTE

 

NALU INACAYAL Y EL SUBTENIENTE


FICCIONES E HISTORIAS DE LA PATAGONIA.

Jorge Umberto Malpeli
VIEDMA
Las frías aguas del Currú-Leuvú lastimaban las manos de las tres jóvenes mapuches aquella mañana de mayo de 1870.

Aún vírgenes, según el vocabulario civilizado, ya estaban en edad para preparar sus quillangos, sogas y tientos, botas de potro, para levantar toldos con cueros de caballos y lana cruda de oveja, y para casarse  con alguno que las pretendiera. Para pelar y ablandar los cueros de guanacos y potros, nada mejor que dejarlos varios días en el agua, en algún remanso del río; y en esa tarea estaban las mujeres.

En el silencio de la mañana solo se escuchaban algunos, muy pocos, cantos de pájaros y las palabras y las risas de las indias de tonos tan graves como sus sufrimientos.   
Una de ellas, la mayor, sintió un temblor en el  suelo.
Las gallaretas de la orilla corrieron hacia el agua y levantaron vuelo; las gaviotas coquetas en la playa, comenzaron a caminar  presurosas desplegando sus alas; y los loros barranqueros, saliendo de sus nidos, volaron sobre los acantilados.

La india se puso de pie y, colocando su mano en la frente para cubrir sus ojos del reflejo del sol en el agua, miró hacia la barda.
Una partida de soldados del 3º de Caballería al mando del subteniente Juan Serafín Freire bajaba  por la ladera oeste hacia el río, esquivando las vizcacheras, los enormes pajonales y las ramas de piquillín y chañares verdes.
-¡Malditos sean los huincas! -exclamó la india.
Las dos mujeres más jóvenes montaron en pelo  sus potros y a todo galope huyeron salpicando los sauces de la costa.
¿Porqué tengo que correr como los ñandúes si ésta es mi tierra?  -pensó y sin temor sujetó a su potro que  abandonó el trote y esperó la llegada de los soldados
-¿Quién sos? -preguntó el subteniente en lengua mapuche que había aprendido después de tanto guerrear con el indio.

-Soy Nalú -djo la mujer mirando altiva y desafiante a los ojos del oficial –hija de Inacayal, cacique de Sayhueque, Gobernador del Pais de las Manzanas.

Seguramente así sería de linda Antú Malquen, la joven hermosa que había enamorado al Sol, según contaba una  leyenda mapuche - pensó el subteniente, y a pesar de ello, ordenó a los soldados que la llevaran detenida al campamento.

Todo el resto del día permaneció Nalú atada a la rueda de un cañón.
La porción del rancho servida en un plato de cinc,  que le ofreció un soldado se la dio a los perros, que fueron los únicos que se acercaron hasta ella. Hasta su agua se bebieron.

Ya era de noche cerrada, cuando una sombra en silencio cruzó hasta  la artillería. Arrodillado, desató del arma la mano lastimada y con un abrazo  levantó a la india y la llevó a su tienda.
Era el Subteniente Juan  Serafín Freire.    
Por la madrugadas, antes de la salida del sol y el  toque de diana, la prisionera volvía a sus ataduras.

Para la  primavera otra  columna del 3º de Caballería al mando del Teniente Insay pasó por la guarnición, llevando prisioneros para Buenos Aires al  cacique Inacayal, el padre de Nalu, y al cacique  Foyel, junto a sus hermanos, mujeres, hijos y alguna chusma.

Meses más tarde, ambos caciques fueron invitados, por el Dr. Francisco P. Moreno y Clemente Onelli,  a vivir en el Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata. Tal vez como agradecimiento a quienes los habían recibido en sus toldos, cuando llegaron a marcar límites hasta las márgenes del lago Nahuel Huapi.
Niños y niñas fueron “colocados” en casas de familias pudientes  Los demás vagaron por Buenos Aires, o  las estancias hasta morir.                  

Años mas tardes  Inacayal  casi no se movía de su silla de anciano.

“Y un día cuando el sol poniente teñía de púrpura el majestuoso propileo de aquel edificio, sostenido por dos indios, apareció el cacique  allá arriba, en la escalera monumental; se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el sur; habló palabras desconocidas y en el crepúsculo, la sombra agobiada de ese señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo. Esa misma noche, Inacayal moría, quizás. contento de que el vencedor le hubiese permitido saludar al sol de su patria.” Refirió Clemente Onelli en su obra Trepando los Andes.

El Subteniente Freire pidió la baja en el Ejército y junto a Nalú, hija de Inacayal, regresó  a la Pampa.

Los que transiten por la ruta 55 podrán ver su estancia: “La Nalú”, que  construyeron  entre  los dos, en tierras recuperadas. “Y amaré el ruido del viento en el trigo”
La ubicarán fácilmente: es la única donde la vista sigue al trigal hasta los eucaliptos que rodean  la casa,  con varios ñandúes, guanacos y algunos potros pintos cerca de los alambres. 

Son iguales a los que montaban los lanzas de Sayhueque, Gobernador del País de las Manzanas, al pie de la Cordillera de los Andes.

El color del trigo
El Principito
Antoine de Saint-Exupéry



















5 comentarios:

  1. Un relato envolvente...
    Saludos =)

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  2. Conocía la historia del cacique que había sido una "exposición viviente" en el Museo de La Plata, pero no la de su hija. Nuestra historia está hecha de situaciones que nos enorgullecen y otras como ésta, que nos avergüenza. Me parte el corazón pensar en ese cacique orgulloso y vencido.
    Un abrazo, Melipal!

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  3. Me encantan estas historias de la conquista del "desierto". ¡Dios mío, cuántas locuras hemos cometido en el pasado, cuánta hipocresía, cuánta ambición disfrazada de épica!
    Son excelentes las ambientaciones. Hace muy poquito leí lo de esos bravos llevados como "ejemplares exóticos" al Museo de La Plata. Pero lo más triste es que esta historia no terminó: allí están los pobladores originarios del norte del país para atestiguarlo. Justamente esta noche de lunes a las 23 hs van a pasar un programa en América sobre la realidad actual de los pobladores del Impenetrable chaqueño. De estos genocidios no se habla.
    Excelentes crónicas, Marcelo.
    Un abrazo.

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  4. Perdón, Jorge. Se me cruzó tu nombre con el de Marcelo (Deleted).
    Un abrazo.
    P.D.: Melipal (derivado de Malpeli, claro) tiene un significado en mapuche también, ¿o solo me parece? Recuerdo a un grupo desprendido de Los Trovadores que durante unos años usó ese nombre.

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  5. Estimado Rolando: Tenés doble razón; Melipal en lengua mapuche llaman a la constelación que nosotros conocemos como Cruz del Sur

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