miércoles, 21 de septiembre de 2011
sábado, 17 de septiembre de 2011
MAÑANA
La inmensa biblioteca huele a nogal y cuero. Detrás del escritorio un paisaje de Frasca, ilumina el ortodoxo conservadurismo del recinto. La luz solar se cuela por el amplio ventanal, colocando su énfasis en las estatuillas de bronce, de aquí y de allá.
Él, lee ensimismado el libro de Roger Penrose , sentado en su sillón preferido. Su camisa luce impecable, como impecable es su léxico. Maravilla su oratoria y su memoria. Es un hombre rico, poderoso y admirado.
Saturnina lo observa desde la puerta entreabierta. Siempre desde la puerta entreabierta. Sacrílega susurra:” Luis, debemos hablar”. “–Mañana– “es la respuesta. Y esa respuesta es, horizonte para ella
Ya no recuerda si la nariz de Luis es recta o aquilina. Tampoco si sus ojos son oscuros o pardos. No hay más ruido en la casa que el silencio. Ya no hay risas ni besos ni proyectos.
Saturnina, lavó la última ausencia. La enjuagó, la estrujó, la estiró y, la colgó en la soga de la ropa. Transparente de limpia, se mecía con la brisa.
Mientras tarareaba el epitalamio de su boda, allá por donde no sabe cuándo, se secó las manos en el delantal y encendió un cigarrillo. Volutas densas de humo, cómodas de tiempo y haraganas de viento, parecían encerrar el estribillo: “Barreremos nuestras sombras, de las que las ratas se han alimentado; barreremos nuestra vergüenza, y en su lugar prepararemos una enramada para el amor, un espléndido lecho nupcial”… Miró sus manos, corrió cortinas, abrió ventanas y se acostó en el lecho nupcial.
Hundido el rostro en la almohada perfumada, Saturnina supo que, la única ausencia que no podría lavar, sería la de su propia muerte.
lunes, 12 de septiembre de 2011
DEL OTRO LADO
Después de la tormenta, el sol zigzagueaba como culebra, entre espesas nubes rezagadas. Parecían un rebaño de ovejas grises corriendo despavoridas. Grises…ni blanco ni negro. Grises, como todo lo de esta localidad.
La siesta, momento del día en el que extremadamente, deseaba volatilizarme y desaparecer. El tedio inunda cada recoveco de este lugar.
No lograba acostumbrarme. Cada nuevo día, resultaba más monótono que el anterior. Estar allí, era estar en estado inerte, pero a salvo, después de haber conocido al visitante, y huir de él.
Muchas veces, pensé que mi percepción fallaba y, en realidad, estaba del otro lado de la vida - en el espejo-, más precisamente, en la del visitante. Ya no era yo. Pero, cuando lo sentía rebullir, intentando reaparecer en mi vida, sofocaba cualquier otro pensamiento que lograra evadirme de la realidad. De ninguna manera querría volver a toparme con él. Sin embargo, extrañamente, perversamente, lo deseaba.
Ya casi no recuerdo cuando fue la primera vez… el visitante. Su presencia me impactó de la misma manera que una explosión nuclear. Me deshizo en pedazos, reconstruyéndome contaminada. Achicharró mi humanidad hasta convertirme en un fenómeno, porque su presencia, me despojaba de eso, de mi humanidad.
Más tarde o más temprano, hubiese sucedido, se haría presente. Lo certifiqué después.
Al principio, tuve la esperanza de estar loca, alucinar. Luego, la torre de papel donde la etérea fe se alojaba, se deshizo con viento de infierno, a cada bocanada mostraba sus fauces. Y me tragó. Descarnó mi ser sumiéndome en latente estado de terror. Las dudas y “por las dudas”, se deshicieron- en ese momento- ante su presencia, en algo concreto. Era real. Era él. Era yo. No mi mente. Eran mis ojos, quienes lograban manifestarlo, en cualquier lugar donde residiera.
Sobre el piso, no caminan las ánimas, y el visitante lo hacía. Lo hacía con esos sin sonidos de sombras, de esas sombras que no necesitan sol, para manifestarse. En la omnipotente oscuridad, podía detectar sus intensos ojos sobre mí. Espiándome, imitando cualquier movimiento.
Sentí miedo, mucho miedo, cuando estiró sus manos hacia mí.
domingo, 11 de septiembre de 2011
ÉRASE UNA VEZ UN SUEÑO AL OTRO LADO (EN LA OTRA ORILLA)...
viernes, 9 de septiembre de 2011
No se que pasa con el blog
Yo no cambié nada, supongo que será una "mejora" de blogspot.
Espero que sea temporaria
A LA HORA DE LAS BRUJAS
Se pierde entre sombras de la calle, a la hora de las brujas.
Ella, en la negrura fatídica de la bruma, echó culpas al rocio de la húmeda pena.
Él, odió no ver los callos de las manos de tanto girar las ruedas de su silla.
24:03. El silencio abruma.
Otra noche de escobas y vacíos.