¡Pucha que está fría la noche, carajo!
Este viento sur no trae nada bueno, será mejor tener paciencia. Total…
Le pesan los setenta al viejo Ramúa.
Las manos nervudas, llenas de cicatrices, se aferran a los remos que empujan y
empujan. El Paraná le abre un camino que
baja desde la luna que aparece como un único farol en el horizonte líquido. Más
allá de las islas se adivina el frío resplandor de Santa Fe.
Allá
estará la Palmira, calentándome el lugar…
El
doctor me dijo que tenía que cuidarme, que mi corazón anda aflojando, que el
tabaco me arruinó los pulmones, que ¡qué sé yo cuántas otras cosas!…pero ¿qué
puedo hacer? Tengo que sostener el rancho, y acá está mi vida. Más de cincuenta
años… ¡Qué digo cincuenta!, creo que
nací en una canoa. Y el tabaco… ¿Cómo hago para pasar toda la noche pescando
sin encender un cigarro? Es brava la soledad, o será que me estoy poniendo
viejo. Es que el tiempo se me fue sin darme la oportunidad de verlo pasar. Esta
helada me está agarrotando las manos, será mejor tomar un trago; la caña
reconforta, es lindo sentir cuando pasa por la garganta como una brasa que te
calienta y aleja los malos presagios. ¡Ahhhhhh! Así está mejor.
Allá
estará la Palmira, calentándome el lugar…
El viento que choca contra la corriente
levanta olas espumosas que mecen la canoa mientras el viejo Ramúa ve deslizarse
el mundo a sus costados. También sus recuerdos se deslizan, y las imágenes se
suceden una tras otra. “Como las aguas del río”, piensa. Los remos golpean una
y otra vez.
Allá
estará la Palmira, calentándome el lugar…
La
luna…No trae buena pesca, pero ¡qué cosa más misteriosa! Cuando chico quería
llegar hasta ella para tocarla, ver cómo se siente en los dedos. Tal vez ahora sea
el momento. Si sigo su luz, quizás no esté tan lejos. En esta oscuridad somos
ella y yo, nada más. Voy a apurar el paso antes que se hunda. Sí, ya sé, estoy
desvariando. O será que el sueño me está ganando y me hace olvidar que tengo
que llegar a la cancha* y tirar los aparejos. Mi abuela me decía que no había
que escuchar el llamado de la luna, que eso no era bueno, pero… ¡Parece tan
cerca! ¿Dónde puse la botella? Ah, acá está, sí. Es buena compañía la caña, y
da más fuerzas para remar. Sí, allá voy. Este dolor en el pecho ya se me va a pasar,
lo mismo que el sueño y el frío. Tengo que seguir. Más allá de esta negrura. Un
poco más.
*Cancha: sitio de pesca en el que se ha limpiado convenientemente el lecho del río.
*Cancha: sitio de pesca en el que se ha limpiado convenientemente el lecho del río.
Intuyendo la muerte, el personaje la invoca sin llamarla por su nombre. Tal vez es ese deseo de morir en nuestro terreno, en ese que aprendimos a amar y que colmamos de recuerdos. Me gustó mucho, me quedo con muchas frases de tu texto lleno de imágenes y sobre todo esta: "Es que el tiempo se me fue sin darme la oportunidad de verlo pasar". Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Javier. Algo de eso he tratado de reflejar en este relato, basado en esa bella canción de nuestro litoral paranaense.
ResponderEliminarUn saludo desde Rosario.
¡Hermoso texto, Rolando! Usaste unas metáforas bellísimas y bellísima la mùsica, también. ¡Mencantó!
ResponderEliminarMe alegra eso, Greis. La música es realmente una joya poco conocida.
ResponderEliminarUn beso, amiga.