Apenas
detrás del primer llanto,
tal
vez antes,
nos
arropan los adioses,
los
pañuelos
que
la brisa moverá
en
alguna encrucijada.
Sólo
soy un hombre,
uno
más,
un
otoño
de
adioses deshojados,
de
miradas perdidas en la bruma,
de
nombres confundidos
en
las volátiles formas
de
los sueños olvidados.
Y
ahora tú
me
ofreces la caricia
del
rocío en el verde
de
la hierba,
los
leños ardientes de un hogar
y
el agua fresca
para
mi sed nunca saciada.
Senderos
gastados,
cicatrices
invisibles,
esbozan
figuras fantasmales
en
tu mano tendida
y
en el fondo de tus ojos
(o tal vez son los míos),
curvando
los anhelos
en
un nuevo interrogante.
Temor
de adioses repetidos
levanta
fortalezas
que
tiemblan
inseguras
y abrigadas,
en
la tibieza imposible,
lejana
y apremiante,
de
tu abrazo.
Es muy bello, Rolando. Me gustan mucho tus poesìas :)
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Greis!
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