Las fotografías y el tic tac del reloj, me hacen volver a este tiempo incesante, que lo único que logra es hacerme estallar de rabia y de impotencia, con una profunda tristeza, más allá de la melancolía. Si tan solo estuvieras aquí, si tan solo...
Un leve pestañeo me hizo recordar que lo único que
realmente me hace feliz es amarte, a pesar de este terrible aguacero
que causan tus lágrimas. Aunque pasen mil tormentas a destrozar
nuestro nido y a recoger lo poco que nos queda, jamás se llevarán
lo que hemos vivido juntos. Han pasado los años suficientes, todo un
sinfín de posibilidades para que los antagonistas de esta historia
lo arruinen todo. Pero nosotros no seremos historia, somos
infinitamente “un para siempre”.
Cada una de las cosas que te vuelven a revivir son
pasajeras, escuchas el leve sonido de un respiro tras tu puerta, ya
no sientes frío ni calor, ni hambre ni fatiga. Te vuelves a sentir
como en un principio de tu vida, en el que todos están pendientes de
ti, cuando en realidad solo lo harán por un poco tiempo más. Al
nacer eres el centro de atención, y cuando dejas de ser niño toman
en cuenta solo tus faltas y errores. La muerte es a veces una
solución, pero una constante tortura para los que se quedan
recordándote.
Nunca quise que pasaras por esto, no pretendía que te
quedaras esperándome en aquél cuarto, yo sabía que la tortura para
mí se estaba terminando, pero también estaba consciente de que la
tuya comenzaba desde allí, en esa hora y ese tiempo. Ya te lo he
dicho, lo de nosotros es “un para siempre”, con toda esta
distancia que hay entre nosotros, tú siempre serás parte de esta
eternidad que vivo, aquí bajo los anhelos del hombre, bajo las
pisadas de todos, bajo el olvido y bajo el recuerdo.
Aquél pestañeo decidió verte por última vez, repasar
nuestra historia dentro de unos pocos segundos, mirarte borrosamente
y sonreír a la vida antes de terminar sonriéndole a la muerte. Sin
embargo hoy, deseo que te olvides de ese momento, que dejes de mirar
las fotografías, que dejes la culpa enterrada junto a mi tumba, o
por último bota todo ese estorbo a la basura, porque si en algo
puedo contribuir a tu extensa melancolía, es diciéndote aquí en
silencio o en sueños, que me dejes marchar, para que vaya a cotizar
los precios de nuestra nueva casa, aquí en este lugar tan bonito. El único destino del hombre es la
muerte, y llegará ella algún día a regalarte un pasaje de boleto igual
que el mío, nos volveremos a reencontrar, porque nuestra historia de amor es “un para siempre”.
Un amor que trasciende la barrera de la muerte. ¿Habrá alguno así? Dicen que sí...
ResponderEliminarUn texto excelente, Adri.
Un "para siempre" lleno de poesía.
Hermoso.
Un abrazo hasta Santiago.
Muy lindo texto, Adriana. Me gusta la idea de que ella le pide que la deje ir. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias Greis y Pituti por sus bellos comentarios.
ResponderEliminarUn abrazo desde Chile! =)