En estos días
hemos visto montones de campañas contra la pirotecnia, pero parece que nunca
son suficientes.
Los que
tenemos mascotas sabemos lo que sufren los pobres bichos con un ruido que les
afecta mucho más que a nosotros, porque tienen el oido mucho más sensible.
Imaginá, por un momento, que estás caminando por la calle y las casas por las
que pasan empiezan a explotar.
La
confusión, la desesperación, el terror... Eso es lo que siente un animal que no
entiende que "es un festejo inofensivo".
Y si los animales
no te simpatizan, pensá en lo que puede sentir un bebé que se despierta por un
petardazo. O un chico autista. Hay muchos humanos que también sufren los
efectos de la pirotecnia, por no hablar de los quemados que se ven en la tele
los 25 de diciembre y 1 de enero.
¿Es
necesario? ¿Tan divertido es reventar los tímpanos del prójimo? Me encantan los
fuegos artificiales, me emociona ver esos destellos en el cielo... pero si el
precio es enloquecer a los que no entienden qué pasa, prefiero no pagarlo.
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