El Combate de la Vuelta de Obligado fue el 20 de noviembre de 1845. Las flotas inglesas y francesas venían desde Uruguay por el Paraná, reclamándole a Rosas la libre navegación de los ríos argentinos. Con el puerto de Buenos Aires bloqueado.
Una flota de un considerable número de barcos mercantes norteamericanos, sardos, hamburgueses y dinamarqueses, además de ingleses y franceses, protegidos por cañones, zarpa desde lo que hoy es Ibicuy (Uruguay).
Rosas le encomienda a Mansilla que defienda el río y Mansilla los espera en la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, con 24 buques y cadenas que cruzan de una margen a otra las aguas.
A las 8.30 horas se inicia el avance, y Mansilla proclama a sus hombres: “¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. Pero no lo conseguirán impunemente. ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!”.
Cuando la munición de los defensores se terminó, al callarse las baterías, recién entonces se atrevieron los enemigos a realizar la operación de desembarco. Hotham, mediante señales, pide apoyo a Trehouart. A las 17.50 los 325 infantes de marina de Sullivan llegan a tierra cerca del amarradero de la cadena. Los defensores los esperan con una carga al arma blanca. Sin embargo, la metralla enemiga, unida a los cohetes a la “Congreve” de los anglo-franceses, diezman a la infantería argentina. Pese a ello, los ingleses son arrollados y corridos hasta sus botes. Mansilla cae herido por un casco de metralla. Lo sustituye el coronel Francisco Crespo, que sostiene el contraataque. Desembarcan franceses de la “Expeditive” y la “Procide” en apoyo de los ingleses. A las 20.00 horas, Crespo se repliega a las barrancas. Obligado ha caído. Los únicos prisioneros son los heridos graves que recogen los ingleses y franceses para llevarlos a bordo.
Las
bajas argentinas son numerosas por el heroísmo demostrado en la defensa de
la posición: 250 muertos y 400 heridos. El agresor, por su parte, tiene 26
muertos y 86 heridos, y las averías causadas a sus buques obligan a la
escuadra a permanecer cuarenta días en Obligado, a fin de realizar las
reparaciones de mayor urgencia.
Crespo, con los sobrevivientes, acampa a dos leguas al norte, sobre el
camino a San Nicolás. Los invasores vuelven a sus buques, dejando
centinelas en las ruinas de las baterías, sembradas de cadáveres. A la
mañana siguiente, los vencedores examinan los 21 cañones de las baterías
caídos en su poder. Ninguno es aprovechable: algunos son clavados, otros
arrojados al agua, y los más viejos, los de bronce, llevados como trofeos
curiosos.
Luego de apoderarse de algunas banderas mercantes, ordenan prender fuego a
todos los buques que conformaban la línea de atajo. Estas banderas no
pueden considerarse como trofeos de guerra.
“No eran sino unas insignificantes telas -dirá
Baldomero García en la Sala de Representantes de Buenos Aires, en 1848-
pues la única bandera de guerra que flameaba en las costa de Obligado, la
bandera de la explanada, la bandera de mi patria, nunca fue rendida sino
hecha pedazos”.
No obstante, de poco serviría la victoria: No pudieron vender sus mercancìas, no recibieron refuerzos y se tuvieron que volver. Como dice la canciòn... "Venirse al cuete":
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