En un lejano país hay una leyenda que dice:
Dios envió la advertencia repetidas veces.
Pero el Pueblo la ignoró.
Decidió entonces aplicarle un severo castigo por su iniquidad: encerró un tesoro en un cofre sin cerradura, a la vista de todos, pero resolvió que Ellos (gobernantes, funcionarios, gremialistas, dirigentes y algunos otros, salvo unos pocos, muy pocos escogidos) perdieran absolutamente todo interés en abrirlo y recuperar así el tesoro, cuyo valor no se puede medir.
Desde entonces —y hace tanto tiempo que nadie lo recuerda— periódicamente el Pueblo peregrina y deposita en un sobre su ruego por el perdón divino.
Pero aún no llega el momento.
Ellos (gobernantes, funcionarios, gremialistas, dirigentes y algunos otros, salvo unos pocos, muy pocos escogidos) no han recuperado el interés perdido. El Pueblo sufrido peregrina una y otra vez.
Pero La Honestidad y Otras Virtudes Necesarias siguen allí: en el cofre sin cerradura.