jueves, 4 de abril de 2013

La promesa




      Bajó del tren y siguió la marea que se desplazaba como si obedeciera a un llamado perentorio e inaudible. Su equipaje casi no pesaba en las manos: apenas un bolso mínimo; lo que precisaba se apretujaba en el interior de su alma. Al salir de la estación decidió caminar, dejando el timón a cargo de viejas memorias que descascaraban las fachadas desconocidas; ellas sabían que era la misma ciudad de aquel entonces.
      En el camino compró un ramo de rosas y luego continuó con paso firme, todo lo firme que le permitían los achaques de los años, esos que trazan con línea discontinua los últimos tramos de la parábola de la vida.
      Un retumbo acelerado de latidos le anunció la cercanía. Allí estaba la casa. Blanca. El mismo arbolito con las mismas flores rojas. Las verjas. Su ventana.
      Ella. Allí. Su silueta inconfundible detrás de la levedad de las cortinas…
      Y una melodía reconocida al instante, apoderándose de todos los sonidos.
      Ella en el vano de la puerta. Su sonrisa fresca y juvenil. Sus brazos extendidos. Sus labios entreabiertos ensayando la primera palabra…
      —He regresado, amor. He regresado. Cumplí mi promesa. He regre... sado. He…

      El taxista se detuvo. La fría llovizna del invierno desdibujaba el paisaje nocturno y vaciaba de transeúntes las aceras. Se acercó al cuerpo desmoronado y durante un instante contempló con extrañeza la placidez del rostro del anciano y la expresión de sus ojos abiertos. Pétalos blancos barridos por el viento se depositaban lentamente sobre el frente austero de un desierto edificio de oficinas.
      Una sirena lejana anunciaba otra historia. Una más.

2 comentarios:

  1. Me llenó de melancolía tu relato, Rolando. Habrá sido la música, habrá sido "ella" que finalmente se reencontró con él en otro plano de existencia... no lo sé.
    Gracias! :)

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  2. Muchas gracias a vos, Greis.
    Intenté que la tristeza no se apoderara de todo el relato, y que la imagen sonriente del anciano marcase el punto final. Al fin y al cabo, para él, la promesa fue cumplida.
    Un beso.

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