Las gotitas recorrieron mis mejillas con la
suavidad de una caricia infantil. Pasé
del sueño a la vigilia casi sin darme cuenta. Una brisa movió las cortinas de
la ventana por donde se filtraba el resplandor adormecido de la ciudad.
Entonces lo sentí.
El beso del ángel.
No encuentro otra manera de describir ni explicar ese increíble suceso que por alguna razón no me produjo temor ni sorpresa. Mi mente se elevó, despojándose de sus cadenas, transmitiéndome una sensación de paz que jamás había experimentado.
No encuentro otra manera de describir ni explicar ese increíble suceso que por alguna razón no me produjo temor ni sorpresa. Mi mente se elevó, despojándose de sus cadenas, transmitiéndome una sensación de paz que jamás había experimentado.
Era
un beso, sí. Se materializó de la nada, trayéndome un mensaje que hablaba de
lluvia, de viento, de cielos lejanos, de palabras y paisajes apenas insinuados.
Era un mensaje luminoso que se expandía, concentrándose al mismo tiempo en las oscuridades de mi interior.
En la infinitud de ese instante fui sabio. La vida explotó en cada una mis células como en un nuevo y verdadero nacimiento. Reconocí cada uno de mis errores, las pisadas vacilantes del camino transitado, las huellas de mis pies y mis rodillas como puntos suspensivos… Comprendí al fin la magnitud y el significado de un sentimiento sublime cuyo nombre no me atrevo a pronunciar.
En la infinitud de ese instante fui sabio. La vida explotó en cada una mis células como en un nuevo y verdadero nacimiento. Reconocí cada uno de mis errores, las pisadas vacilantes del camino transitado, las huellas de mis pies y mis rodillas como puntos suspensivos… Comprendí al fin la magnitud y el significado de un sentimiento sublime cuyo nombre no me atrevo a pronunciar.
Ahora sabía de qué se trataba, aunque apenas me regalaba la fugacidad de
un roce.
Me
incorporé con lentitud, midiendo cada movimiento, caminando a tientas. Cuando
encendí la luz, el espejo devolvió la expresión relajada de mi rostro. Pensé
que había llorado, pero mis ojos decían que las pequeñas gotas transparentes no
eran lágrimas; su sabor dulce llegó hasta mis labios como una prolongación del
beso. Desde algún lugar indefinido llegaba un delicado perfume de mujer.
Presiento que hasta mi última noche seguiré aguardando el regreso del
ángel. Su beso me ha condenado.